El cielo está plomizo a primera hora de la mañana en Platges de Comte. Hace bochorno y el agua no es del azul turquesa brillante al que nos tiene acostumbrados la playa de cuento. Un grupo de técnicos de Puertos del Estado nos espera en el embarcadero que hay justo debajo de Ses Roques para acercarnos hasta Sa Conillera. El entorno evoca a historias de piratas y bucaneros, a leyendas de fenicios.
Enmarcada entre els Illots de Ponent, Es Vedrà y Es Vedranell, Sa Conillera es Reserva Natural y forma parte de la Red Natura 2000. Aquí se encuentra el faro del que últimamente todo el mundo habla. Ubicado en la zona del Cabo Blanco, la más elevada de la isla, se encendió por primera vez en 1857. Por aquel entonces la lámpara se alimentaba de aceite, parafina y petróleo. Hoy en día lo hace con energía solar.
Sa Conillera está deshabitada pero es el hogar de una especie que se encuentra en peligro de extinción: el virot. La pardela balear, o virot es, de hecho, el ave más amenazada de Europa y por estas fechas, justo en el mes de junio, es la época en que los polluelos comienzan a volar. Al poner un pie en la isla lo primero que llama la atención no son los virots, de hecho nosotros no vimos ni uno, sino la poderosa banda sonora de Sa Conillera: un graznido constante de gaviotas, que son las auténticas dueñas de este pedazo de tierra. Sobrevuelan y acompañan sin miedo al intruso, casi molestas al principio por la repentina presencia, como cuando una visita incómoda se presenta en casa sin avisar. Pero al rato ellas se han acostumbrado a ti y tu oído se ha acostumbrado a su incesante canto.