Vicente Juan Segura es doctor en Derecho Canónico por la Pontificia Universidad de Santo Tomás de Aquino y doctor en Derecho Civil por la Universidad de Valencia. El pasado viernes cumplió 70 años y, desde hace 10, sirve como Obispo en las Pitiüses. Ejerció como sacerdote en Cullera (Valencia). El siguiente destino fue Roma. Desde allí, se le encomendaron trabajos en Costa Rica, Marruecos o un Mozambique inmerso en una guerra civil. En 1994 volvió al Vaticano para ocupar el cargo de Consejero de Nunciatura y jefe de la sección de lengua española de la Secretaría de Estado de Su Santidad. Se emociona cuando recuerda esa etapa, y especialmente cuando narra el momento en que presentó a su madre al papa Wojtyla y este rezó un responso en memoria de su padre, que había fallecido recientemente.
—¿Con qué se queda de todos estos años de obispado en las Pitiüses?
—Servir aquí me ha dado muchas satisfacciones. Hemos ido potenciando todo lo positivo de estas islas y arreglando lo que había que arreglar. En este tiempo no he estado solo. He contado con colaboradores, tanto religiosos como laicos, y con técnicos en diferentes materias que me ayudan a tomar las decisones. Se ha extendido la acción de la Iglesia. La residencia de ancianos Reina Sofía, por ejemplo, ha pasado de 70 plazas a 140. También hemos pasado de tener dos colegios diocesanos a tener tres, con la incorporación del de Formentera, que ahora queremos ampliar. Por otra parte, Cáritas ha crecido, de manera que cada año asiste a más personas, sin distinción de procedencia, edad o religión. En cuanto a las comunidades religiosas, es cierto que nos han dejado tres por falta de relevo generacional, pero han llegado cuatro nuevas. Y también tenemos más sacerdotes. Algunos se han ordenado aquí y otros, un 50%, han venido de fuera. Esto último no supone un problema, sino un reflejo de nuestra sociedad; de hecho, la mitad de la población de Eivissa también es foránea. Por otra parte ,tenemos un patrimonio cultural que cuidamos, con ayudas de las instituciones y con nuestro esfuerzo. La primera entidad que promueve y defeiende el patrimonio en Eivissa y Formentera es la Iglesia, y como ejemplo podemos poner la Catedral.
—¿No ha echado de menos su trabajo en Roma?
—Roma siempre se echa de menos. Mi etapa romana, como estrecho colaborador de Juan Pablo II, fue bonita y enriquecedora. En cada etapa de mi vida, Dios me ha puesto en una situación que me ha hecho feliz.
—Usted ha sido obispo con papas diferentes ¿Cómo ha evolucionado la Iglesia y la sociedad en estos 10 años?
—Dios nos da en cada momento el papa que necesitamos. Benedicto XVI, profundamente intelectual y misericordioso, nos recordó la necesidad de recurrir siempre al estudio y al conocimiento. Francisco está insistiendo en aspectos importantes, como la evangelización. Vivimos en una sociedad que conoce menos a Dios y a Jesucristo y, por lo tanto tiene que ser evangelizada. Su mensaje es que, para vivir el mundo con alegría, debemos tener contacto con Dios. Yo insisto en eso cuando visito las parroquias, cuando hablo con los catequistas...
—¿Cree que la sociedad ibicenca, tan permeable a influencias del resto del mundo, está perdiendo valores?
—Los ibicencos de toda la vida, los pagesos, son gente buena, piadosa y que procura vivir en la fe. Cuando uno va a los pueblos de la isla lo ve. De entre los que han venido de fuera, los hay que han traído sus costumbres, su lengua, pero también identidad cristiana. Por citar algunos ejemplos, aquí en Eivissa tenemos muchos andaluces que son rocieros. Los hay que prodecen de América -colombianos, argentinos etc.- que también traen consigo la religión católica. Y, luego, un caso excepcional que a mi me emociona es el de los filinos, que hasta tienen misa todos los domingos en su lengua. Colaboran mucho con la diócesis. Pero hemos de seguir insistiendo en la evangelización.
—Pero la clase de turismo que mayoritariamente nos visita destila más hedonismo que espiritualidad...
—Ésa es la idea que tenemos, pero siendo cierto que hay un turismo que pasa de la Iglesia también lo es que hay otro que se acerca a ella. Lo digo en base a mi experiencia personal. Todas las tardes voy a la Catedral a rezar y allí se me acercan muchos turistas que me preguntan, me piden consejo, confesión etc. No todo el turismo que viene a Eivissa es malo. Hay turismo bueno, sensato y familiar y hay que conservarlo.
—¿No es más complicado ser obispo en Eivissa y Formentera que en Cuenca, por ejemplo?
—No lo veo complicado. Para mí es agradable. Las dimensiones de estas islas me permiten estar cerca de todo y de todos. Los sábados y los domingos, por ejemplo, no tengo ni un momento libre porque visito las parroquias. Siempre puedo estar cerca de los sacerdotes y de los fieles. Esa cercanía te permite recibir una información que te hace pensar para después actuar en la diócesis.
—En Eivissa quizá la pobreza es menos visible, pero existe. ¿Más allá de Cáritas, como puede incidir la Iglesia en ese sector de la población?
—Es cierto que en Eivissa hay más pobres de lo que parece, porque los hay que disimulan su condición. Antiguamente, en los pueblos, si una persona empobrecía sus vecinos le ayudaban. En los últimos años ha venido mucha gente que busca empleo, que a veces no lo consigue, o lo consigue pero por pocos meses. Por todo ello hacen falta servicios como el de Cáritas, pero también como el de Cruz Roja, a la que también apoyo y aplaudo. Muchas noches, cuando subo a mi casa me encuentro al camión de la Cruz Roja repartiendo comida o ropa. Con Cáritas estamos promoviendo la construcción de un centro para gente que lo necesite. Además, cada noche damos de cenar a un centenar de personas. Hay mucho que hacer. Es importante potenciar la caridad en Eivissa, pero también fuera de Eivissa. Tenemos a Manos Unidas, que se encarga de la caridad fuera de la isla, en muchos lugares del mundo donde también hay necesidad. Son nuestros embajadores. Es importante que Eivissa no sea conocida en el extranjero solamente por nuestras playas y discotecas, sino por la gente que sabe ayudar y colaborar.
—Hoy domingo los ciudadadanos están llamados a votar. ¿Le preocupa el auge de formaciones políticas de corte laico? ¿Cree que suponen una amenaza para la Iglesia?
—Yo iré a votar y creo que todos debemos hacerlo. Hay que votar a políticos que vengan a servir y no a ser servidos; políticos que busquen el respeto de los derechos de las personas; políticos que ayuden y que no supongan un inconveniente. En Eivissa he conocido políticos así. Si Eivissa camina con políticos que van a servir y no a imponer iremos adelante, sino será lugar de esclavitud y de opresión y tristeza.
—¿Un buen cristiano debe ir a votar?
—SÍ, estos días he estado animando a la gente a ir a votar y que den un voto que sea de acuerdo con la fe.