Faltaban unos minutos para las 11.30 de la mañana cuando en Vila se hizo la noche. El cielo quedó completamente cubierto y lo que empezó como una lluvia fina dio paso a 45 minutos más intenso. Poco a poco, las calles fueron acumulando agua y en algunos puntos de calles como Bisbe Huix, Aragó, Catalunya o Madrid era imposible transitar. Cualquier local, portal o saliente por mínimo que fuese era utilizado como refugio por los peatones.
En la calle Bisbe Huix, la incomodidad de los días de lluvia pasa a ser un calvario ya que, en cuestión de minutos, empiezan a aflorar los residuos del alcantarillado. «Cada vez que caen cuatro gotas tenemos que retirar el género y adiós a las ventas porque el olor es insoportable», comenta Ana, dependienta de una zapatería. Con las primeras gotas se apresuró a retirar las cajas que estaban en el suelo.
A unos 50 metros está un mesón que ayer tenía previsto reabrir. «Mira como está el panorama», indicaba una resignada Carmen, mientras uno de los vecinos de la zona se afanaba en levantar una rejilla del alcantarillado. El agua acumulada en la calle ya alcanzaba los dos palmos.
A lo largo de la calle, el color del agua ya ha adquirido un color amarillento. En las puertas de los locales que hay a cada lado de las calle, los propietarios achican agua, escoba en mano.
Otros ponen parapetos en las entradas para frenar las arremetidas de agua que se producen con el paso de los vehículos por la calles que ya están anegadas.
En arterias más anchas, prácticamente idéntico panorama. El agua se acumula en muchos puntos de las avenidas Ignasi Wallis e Isidor Macabich.
Decenas de turistas se cobijan en el voladizo del viejo edificio de la Delegación del Gobierno, mientras los bañistas juegan en las zonas donde hay más agua acumulada e inmortalizan el momento con sus teléfonos.
Y más problemas: los calabozos de los juzgados de Eivissa en Isidor Macabich se inundaron.
El agua acumulada en la calle entró como un torrente por la rampa y los agentes tuvieron que trasladar a otras dependencias a los arrestados que tenían que pasar a disposición judicial en la mañana de ayer.
Pasada una hora, la tormenta deja de descargar agua pero en las calles se mantiene durante un tiempo el colapso provocado por el aguacero.
Los tenderos del centro se afanan a limpiar los accesos a las tiendas y poco a poco se recupera la normalidad. En las calle, los turistas siguen con su día a día haciéndose fotos e inmortalizando este atípìco inicio de septiembre en la isla.