Aún no salgo de mi asombro y sigo con la boca abierta. Y todo porque ayer, cuando llegamos a trabajar por la tarde mi compañera Amalia Sebastián, nos dijo que el Telediario de TVE, ese referente informativo durante décadas, había conectado en directo con el estadio Santiago Bernabeu en el momento en el que se anunciaban las alineaciones del partido que enfrentaba al Real Madrid con la Real Sociedad de San Sebastián para... ver si pitaban al entrenador del conjunto merengue Rafa Benítez... Alucina vecina, como decimos en Madrid.
Lo cierto es que bromas aparte no entiendo hacia donde vamos. Estando el país como está, con un gobierno sin gobierno, con unos partidos políticos que luchan por hacerse con el poder en una película que podrían haber escrito los mejores guionistas de Hollywood, y con Catalunya al borde del manicomio, y con mujeres asesinadas por sus maridos, ¿realmente lo más importante es lo que pasa con Rafa Benítez? Una persona que, por cierto, en caso de despido cobraría un finiquito inimaginable por la mayoría nuestros lectores.
Creo que todo esto se nos va de madre. Al final todo se remite a lo mismo. Pan y circo, religión y deporte como opio del pueblo. Dinero e intereses. Cuanto más se hable de Ronaldos, Messis, Simeones, Guardiolas, Benítez o similares, menos pensaremos en nuestras cotidianas tristezas, «la de los supermercados, la del metro y las aceras, y las que nos quedan lejos, las de los ecos desiertos, las de las verdes selvas o las de aquellos luchadores del ocaso, que se parten el pecho por ser escuchados y que morirán en alguna esquina». Una pena. Lo siento. Ya quisiera yo, como dice Ismael Serrano, autor de las estrofas de arriba... «ser librepensador, no oír el rugir de tripas de tantos, ni su llanto, ni su dolor, establecerme correcto, filósofo, neutral, independiente y manejarme bien con toda la gente».