José Antonio Hervás saltó a la fama en España y buena parte del extranjero exactamente un 29 de septiembre de 2015 cuando, a primera hora de la mañana, recibió un correo electrónico de la NASA informándole de que la fotografía que tomó del eclipse de Superluna en Es Vedrá había sido elegida como su «imagen astronómica del día». Esta fotografía que fue tomada de madrugada, durante 5 horas seguidas con sus dos cámaras y que es en realidad, una superposición de 19 imágenes, 18 de la Luna y otra del paisaje, podría haber cambiado la vida de cualquiera. Y más, si tenemos en cuenta que, meses después y para comenzar 2016, Hervás se levantó un día viendo que la edición especial de la prestigiosa revista Time, The year in Review, publicó su famosa foto a doble página.
Pero nada más lejos de la realidad. Este ibicenco de 41 años, de conversación tranquila y relajada, y que llega a la entrevista con pantalón vaquero, zapatillas Converse clásicas, cazadora de cuero y pañuelo al cuello, sigue afirmando con una sonrisa tímida que sólo es «un fotógrafo aficionado que aprendió de forma autodidacta».
Padre de un hijo de 13 años, Hervás se considera un enamorado de la fotografía nocturna y de los timelapses y bromea, mientras degusta un café frente al Portal de Ses Taules, que el éxito de la fotografía que publicó la NASA «sólo ha servido para que me roben más fotografías a través de Internet». Defensor de las cámaras de los teléfonos móviles «sólo para momentos puntuales», acaba de llegar de sendos viajes a Noruega y Brasil, y mientras sueña con poder fotografiar Auroras Boreales en la Antártida, actualmente imparte cursos a quienes quieran aprender cual es su secreto. Un secreto que se resume en dos palabras: «paciencia y planificación». Con todos ustedes, José Antonio Hervás, última Sardina Negra del mes de enero de 2016.
—Perdone, pero pensé que me iba a citar en Es Vedrà...
—(risas). Realmente lo valoré. Pero, sinceramente, estoy un poco cansado de ir hasta allí y de que todo el mundo me pregunte por el lugar en el que tomé la imagen que fue publicada por la NASA.
—Pero viendo sus fotografías en Internet, antes incluso que la de la NASA, casi podríamos decir que tiene allí su pequeño despacho...
—(risas) Ojalá. Sería magnífico. Simplemente creo que Es Vedrà es un lugar mágico para tomar fotografías nocturnas y además, aprovecho que vivo cerca.
—Entonces al lado del Mercat Vell. ¿Por qué?
—Bueno porque también es un lugar muy bonito para fotografiar y que siempre te deja imágenes sorprendentes. Y también he elegido esta zona porque yo tenía unos abuelos que tenían una casa en la calle donde está ahora el famoso restaurante Pinocho y con los que me he criado cuando mis padres trabajaban. De hecho, siempre recuerdo a mi abuela decir que cuando yo tenía dos o tres años jugaba con los hippies de la zona.
—Entonces, ¿usted no nació con una cámara de fotos en la mano?
—(risas). No claro que no. Yo soy un fotógrafo aficionado, amante de la fotografía nocturna y de los timelapses, al que un día le sonrió la fortuna cuando la NASA publicó una fotografía suya.
—¿Pero cómo empezó en este mundo?
—Pues un poco por casualidad. De tres hermanos soy el más tranquilo aunque desgraciadamente no el mejor estudiante. Eso sí, siempre tuve pasión por la pintura y viendo que cojeaba en el tema de los estudios al final comencé a hacer algunos cursos de distintas cosas hasta que, con la llegada de la fotografía digital, me empecé a enganchar. Empecé a trastear con los primeros programas de edición, a ver tutoriales en Youtube, y poco a poco, fui comprándome máquinas de fotos cada vez más avanzadas, a probar en la opción manual, y me adentré en el mundo de la fotografía nocturna y los timelapses. Ya ves, casi, completamente autodidacta.
—Y ahora le pagan por dar cursos...
—Sí. Fíjate. Quien me lo iba a decir hace unos años.
—¿Qué les dice a sus alumnos?
—Que el mayor secreto para la fotografía nocturna y de timelapse se reduce en dos palabras: paciencia y planificación. Sin ninguna de estas dos cosas es muy difícil que te salga bien una fotografía en el campo donde yo trabajo. Es como ir a pescar, hay que saber cual es el lugar mejor, echar la caña y luego esperar tranquilamente.
—Perdone, pero suena un poco aburrido. Sobre todo para los que somos un rabo de lagartija como yo...
—(risas). No le digo que no. De hecho yo siempre llevo dos cámaras de fotos, una para el timelapse y otra para ir fotografiando lo que se me ocurre en los ratos de espera. Pero bueno, creo que, por lo general, el resultado merece la pena. Aún recuerdo una fotografía que hice espectacular en el que se veía justo la Vía Lactea encima de una pasarela de Eivissa. Y por supuesto, la de la NASA.
—¿Esa es la más espectacular que ha tomado?
—Pienso que no. Tengo otras que también son muy bonitas, sobre todo, del último viaje que he hecho a Noruega.
—Pero tiene pinta de que la de la NASA le llevó mucho trabajo...
—Eso sí. Creo que aquella noche hice más de 200 imágenes y después, en casa, tras más de media hora delante del ordenador con el Photoshop conseguí el resultado final. Pero bueno, al final fueron mis amigos los que me animaron a que mandara la fotografía a la NASA., Y al final tuve suerte (risas)
—Una cosa, ¿tan mal está la fotografía que muchos, incluido usted, acaban refugiándose en los cursos?
—Mal no, fatal. Está muy complicado que alguien pague por una fotografía teniendo en cuenta que a día de hoy, cualquiera puede hacer un fotografía medianamente interesante con un teléfono móvil.
—Pero el tipo de fotografías que hace usted son muy especiales...
—Eso no significa nada. Yo no he vendido más por el tema de la NASA o la revista Time. Casi al revés. Te podría decir que para lo que me ha servido es para que la gente sin escrúpulos se descargue más fotografías mías sin reparo a través de Internet. Y bueno, cuando es para algo benéfico o solidario yo no tengo ningún problema, pero es que hay hasta empresas que han hecho uso de mis imágenes. Desgraciadamente a veces pienso que lucho sin sentido porque, como siempre digo, «si la gente se descarga películas de Hollywood con toda la protección que tienen ¿cómo no van a hacerlo con fotografías que están en Google?»
—Lo cierto es que su mundo ha cambiado mucho. ¿Qué opina de aquellos que van a grandes viajes con teléfonos móviles?
—La verdad, me da igual. Eso sí, no creo que los móviles acaben con las máquinas que usan los aficionados a la fotografía. Además, cuanto más gente haya interesada por este mundo mucho mejor porque es maravilloso.
—¿Seguro que no suplantarán a las tradicionales máquinas? Los móviles ofrecen muchas posibilidades, entre otras cosas, gracias a programas como Instragram. Con ellos, hasta yo, parezco un buen fotógrafo...
—(risas). A ver, yo también llevo el teléfono móvil y lo empleo en ocasiones en mis viajes como algo auxiliar. Y los filtros tampoco me parecen mal si se saben usar y se diferencia una imagen original de otra retocada. Lo importante es que no se quiera vender gato por liebre y el espectador final sepa que es lo que está viendo.
—¿Y los palos de selfie? ¿Qué opina de ellos? Yo, personalmente, los odio...
—(risas). Bueno yo tanto no. Pero no me gustan porque, por lo general, siempre acaban fastidiando una fotografía de paisaje. Para mi, mi mejor palo de selfie es mi brazo.
—¿A sus alumnos les recomienda lugares para tomar fotografías? Recomiéndeme alguno...
—Eivissa es un lugar ideal para tomar fotografías porque tiene unos cielos estrellados increíbles. En ellos se puede disfrutar al máximo de la Vía Láctea si no hay nubes. Pero bueno, recomiendo Es Vedrà, la costa de Sant Josep o Ses Salines, cuando las luces del aeropuerto no están encendidas.
—Vaya. Eso casi será imposible. ¿No tenemos en Eivissa demasiada contaminación lumínica?
—En ese sentido sí. Nuestra isla está cada vez peor y por eso me tengo que ir a sitios remotos que, entenderás que no voy a desvelar (risas).
—No sea que se encuentre a alguien...
—(risas). Es que ya me ha pasado más de una vez. Todavía recuerdo una noche en la zona de Es Vedrà, cuando después de unas cuantas horas de trabajo y esfuerzo, aparecieron una pareja de turistas borrachos en la torre y me fastidiaron todo. En verano, casi siempre hay alguien que te molesta porque no hay respeto por casi nada...
LA PREGUNTA
—¿Su hijo presume mucho de su padre en el colegio?
—La verdad que no mucho. Mi hijo tiene ahora 13 años y está en la edad esa en la que no sabe ni lo que quiere. A mi me gustaría que se interesara por la fotografía, pero de momento no hay manera. Y eso que yo le bromeo diciéndole... «Hay mucha gente que me paga porque le de clases y tu, que tienes, el profesor en casa no me haces ni caso». Pero bueno, al final cederá porque a casi todo el mundo le gusta la fotografía.
EL TEST
Un libro
Composición en Fotografía. El lenguaje del arte de José Benito Ruiz
Una película
Deep Blue (La película de Planeta Azul)
Una serie
Ray Donovan
Un cantante o un grupo
U2
Alguien a quien admire
El fotógrafo Tony McGee
Un color
Anaranjado
Un plato de cocina
Arroz a la cubana
Un deporte
Natación
Un lugar de la isla donde perderse
Es Vedrà
Un viaje que nunca olvidará
El reciente que he hecho a Noruega
Un objeto fetiche
No soy fetichista
Una manía
Crujirme los dedos
Un defecto
Muchísimos. Tal vez el mayor es que soy muy tímido
Una virtud
La paciencia
Un sueño por cumplir
Poder hacer un viaje a la Antártida para fotografíar Auroras boreales