Sebastián Cortés (Baza) vive con su mujer María y cuatro de sus cinco hijos en el número 29 de la calle de Dalt de Vila. Primero fueron inquilinos, más tarde propietarios y ahora ocupan una casa que tiene dos habitaciones, un salón comedor, un cuarto de baño y una cocina repartidos en 42 metros cuadrados. «Somos ‘okupas' legales», subraya. Anastasio García (Palma) vive en el 6 de la calle Retir con su mujer Piedad y su hijo Sebastián. En cuestión de 48 horas serán desalojados de sa Penya. Dicen que si por ellos fuera habrían abandonado el barrio hace tiempo porque los problemas «están ahí, a la vista de todos». Ya han recogido casi toda la casa pero desconocen su destino.
—Llega la hora de dejar sa Penya...
—(Sebastián Cortés) Sí. Parece que no hay vuelta atrás. Estamos muy mal. Llevo días sin dormir y buscando un sitio donde vivir. Todos mis hijos son de sa Penya. Es una situación muy extraña, dramática. El pequeño, Ricardo, me pregunta muchas veces ¿qué vamos a hacer? o ¿dónde vamos a ir? y nosotros no tenemos ninguna respuesta.
(Anastasio García) Sabíamos que esto podía llegar pero confiábamos en que nos facilitasen algún sitio donde ir.
—¿Pero sabíais que esto iba a llegar?
—(S.C.) Esa losa estaba ahí. Si hubiésemos podido nos habríamos marchado hace tiempo. Sabemos que en sa Penya hay de todo pero mi familia no es problemática. No tenemos antecedentes por nada. Mi familia nunca ha tenido problemas. Espero que esto se solucione de alguna manera. Me gustaría explicarle al alcalde que nosotros en su día compramos la casa y luego vino una primera expropiación. Desde hace un tiempo somos ‘okupas' pero ‘okupas legales'. Nosotros pagábamos la luz y todos los recibos. Somos gente de bien.
(A.G.) Desde que salió la sentencia temíamos este momento pero siempre confías en que salga una alternativa. Llevamos meses buscando una casa para irnos pero no hay nada que podamos pagar. Es cierto que desde hace un tiempo estamos ocupando las viviendas pero yo llegué aquí como inquilino. Pagaba todos los meses el alquiler hasta que llegó un momento en que el banco nos devolvía los recibos. Después, el propietario de la casa cobraría la expropiación y nosotros seguimos porque era el único techo que teníamos. Insisto, si hubiésemos encontrado una casa nos habríamos ido muchos antes de sa Penya.
—¿Entendéis que el barrio es un foco degradado y que ha ido empeorando con el paso de los años?
—(A.G.) Los que vivimos aquí vemos lo que hay. Los problemas no los podemos negar. Nosotros, de haber podido, nos habríamos marchado cuando nació mi hijo hace 6 años. Yo quería algo mejor para mi hijo pero si en la isla hay problemas para encontrar una vivienda, imagínate cuando eres gitano. Estamos en el siglo XXI y todavía nos cierran muchas puertas por ser gitanos. Es triste pero es la realidad.
(S.C.) Claro que no me gustan ciertas cosas. Por eso me habría ido hace tiempo pero las circunstancias no lo han hecho posible. Nosotros habríamos salido de aquí hace tiempo pero los precios son prohibitivos. Hicimos una solicitud y nos ofrecieron dos pisos en Can Cantó pero a 160.000 euros. Lo que tengo claro es que a día de hoy no me puedo ir de Eivissa porque mis hijos están estudiando. ¿Cómo van a dejar el curso cuando quedan dos meses? Mis hijos acaban el curso en el Santa María.
—Sabiendo que este momento iba a llegar tarde o temprano ¿por qué no habéis buscado antes una solución?
—(A.G.) Sí que la hemos buscado. Este es un proceso que lleva muchos años y con diferentes gobernantes. Nosotros estábamos dispuestos a irnos pero la otra parte (el Ayuntamiento de Vila) tendría que habernos facilitado más ayudas sociales o el acceso al alquiler de otra vivienda.
(S.C.) Nosotros éramos propietarios. Mi mujer y yo compramos la casa a una señora de Vila. La casa costaba unos 50.000 euros pero con la documentación y las gestiones de notaría se fue por encima de los 70.000 euros. Al mismo tiempo solicitamos un préstamo personal de 12.000 euros para arreglar la casa. El banco nos lo concedió porque teníamos trabajo. Poco después vino la expropiación.
—Y entonces qué pasó...
—(S.C.) El Ayuntamiento nos dio unos 100.000 euros pero la casa era prácticamente del banco. Pagamos lo que nos faltaba de la hipoteca y sólo nos quedaban unos 4.000 euros. Buscamos algo para alquilar pero en todos los sitios nos pedían una fianza de un año por adelantado. Era como la pescadilla que se muerde la cola. Sin dinero y sin casa.
—Ahí es cuando pasáis a ocupar la vivienda...
—(S.C.) No teníamos donde ir y volvimos a nuestros orígenes. Yo soy un ‘okupa' legal. Me crié en la casa donde ahora está el retén de la Policía Local de sa Peixateria. Mis padres lo alquilaron y allí crecí con mis hermanos.
(A.C.) Nosotros nunca llegamos a abandonar la casa de la calle Retir. Pagábamos el alquiler y fue la dueña la que no aceptaba los cargos en el banco.
—El martes será vuestro último día en sa Penya...
—(S.C.) Desgraciadamente sí. Los últimos días están siendo muy duros. La gente está muy preocupada por el futuro. Nadie sabe qué va a hacer a partir de ahora.
(A.G.) Son días de mucho nerviosismo e incertidumbre. Sabemos que tenemos que salir y abandonar las casas pero no tenemos nada claro dónde vamos a ir. Yo solo pido una ayuda temporal y algún apoyo por parte de los servicios sociales.
—Se ha dispuesto un dispositivo especial de seguridad para llevar a cabo el desalojo, ¿cómo lo veis?
—(S.C.) Creo que todo se ha exagerado un poco. Mi familia va a abandonar la casa de forma tranquila y creo que el resto hará lo mismo. No ganamos nada de otra manera pero es cierto que hay mucha tensión acumulada en el barrio y serán momentos muy duros de llevar.
(A.G.) Tengo mujer y un niño de 6 años. Nosotros vamos a salir de forma pacífica de la que ha sido durante muchos años nuestra casa, nuestro barrio. Ya veremos que nos depara el futuro.
LA NOTA
Desalojo para poner fin a un foco de problemas
La intervención de desalojo de las viviendas de sa Penya contará con un dispositivo especial que será reforzado con agentes venidos de fuera de Eivissa.
El desalojo de 27 viviendas de sa Penya se lleva a cabo en cumplimiento de la sentencia judicial que daba luz verde al desalojo de las viviendas localizadas en las calles Alt y Retir.
Con esta intervención se quiere poner fin a un foco de degradación y un punto de venta de drogas en Vila.
Tras el desalojo, el operativo se mantendrá en la zona unos días para garantizar que las viviendas no vuelvan a ser ocupadas.