Elisa Pomar siempre lo tuvo claro y supo que se iba a dedicar a la orfebrería como lo había hecho el tío de su abuelo, su abuelo, su tío, pero sobre todo, como lo había hecho su padre, Pepín Pomar, por quién sentía una gran admiración. Ya desde niña estaba deseando terminar las clases en su colegio de Nuestra Señora de la Consolación para poder ir a la pequeñita joyería que regentaba su familia en La Marina y poder hacer allí los deberes, mientras observaba cómo su padre y su abuelo trabajaban las piezas. «Recuerdo a mi abuelo con la lengua fuera para concentrarse mientras trabajaba las joyas y un fuerte olor a ácidos y a de todo, porque era increíble lo mal que olía aquello», comparte hoy entre risas la joyera.
La tradición familiar le viene de lejos, pues el tío del abuelo de Elisa Pomar, al que llamaban Xim, también era conocido como ‘el joyero del rey'. « Alfonso XIII tenía fama de mujeriego y hacía viajes extraoficiales a Eivissa. Le gustaban mucho unas joyas pequeñas tradicionales de Eivissa que trabajaba mi familia y no estaba acostumbrado a ver por la Península y se las encargaba al tío de mi abuelo para unas amigas suyas», cuenta Elisa Pomar.
Fueron tiempos mucho más complicados, donde su padre y su abuelo, trabajaban en una minúscula tienda cerca del mercado viejo. Y allí, en el taller, «con una sillita, un soldador y una especie de hornito, allí fundían el oro cuando yo era pequeña. Pero es que cuando mi padre era pequeño, en ese mismo horno cocinaban. Ahora es muy bonito diseñar, pero en aquel entonces fueron tiempos durísimos. Aunque eran los años también en los que para el día de Santa Catalina, había cola en la joyería para agasajar a las mujeres ibicencas con este nombre.
Luego llegaron los tiempos de bonanza, en los que comenzaron a llegar los turistas a la isla. Entonces, la familia Pomar se dedicó a comercializar joyas y el padre de Elisa, hacía arreglos o joyas por encargo. Fue en aquellos años cuando la conocida joyera realizó sus estudios en Gemología y Diseño de Joyería. Y cuando al comercializar diseños a nivel industrial, «sentía que aquellas joyas no tenían nada que ver conmigo y pensaba en por qué mi abuela llevaba pendientes ibicencos, pero ni mi madre ni yo los llevábamos». Comparte que en alguna ocasión había pensado: «qué bonito sería poder pegarle un cambio a todo esto. Pero claro, esto no se podía ni decir en aquella época porque la tradición era mucho en Eivissa y daba miedo tocarla».
Sin embargo, cuando falleció Pepín Pomar, todo cambió. «Cuando te pasa una cosa muy gorda en la vida, te da igual todo. Yo hice un duelo muy bien hecho con mi padre, que ahora vive conmigo y en ese proceso decidí hacerle un homenaje que consistía en una evolución de la joyería ibicenca. Por un lado decidí mantener las emprendades, no tocarlas y para ello leí muchos libros. Empecé a sacar cosas antiguas, leer, hacer colecciones. Tradición pura y dura y a todo eso, pegarle un bombazo. Mezclé a la diosa Tanit con una joya, corales, turquesas, etc.».
Por otra parte, Elisa Pomar también pensaba en las mujeres ibicencas, que al dejar de bailar dejaban de utilizar las emprendades antiguas en un cajón olvidadas o en el banco para no verlas nunca más. «Así que yo decidí que además de hacerle un homenaje a mi padre, también le haría un homenaje a la mujer ibicenca, que eso había que disfrutarlo, que había que darle un uso. Y ahora pasa que lo que la gente no quería porque era viejo o era de la abuela, una vez renovado les encanta, se lo ponen y de esa manera lucen un trocito de su historia. Aunque no bailen, aunque no sean pagesas o sean mujeres adoptadas por Eivissa, pero llevan un trocito de la cultura de aquí».
Y de este manera, Elisa Pomar, consiguió aunar tradición y diseño vanguardista en sus piezas, en sus joyas y poco a poco fue sucediendo lo demás. Un día se acercaron al escaparate de la Joyería Pomar de La Marina «unos señores muy elegantes, que se distinguían del resto aunque iban en bermudas. Entraron en la tienda y comenzaron a pedir muchas joyas de toda clase, querían que les sacáramos mucho material y claro, yo me asusté y le comenté a mi compañera María que estaba extrañada y temerosa por si nos atracaban», revive hoy entre risas Elisa Pomar. «A lo que mi compañera, entre dientes, me dijo que no me asustara, pues en la tienda teníamos a dos diseñadores de los más afamados a nivel mundial: Dolce & Gabanna».
Después, las joyas de Elisa Pomar empezaron a sorprenderla a ella misma en imágenes de perfumes a nivel mundial o en pasarelas internacionales como la Scala de Milán. También a lucirse en desfiles nacionales como Costura España además del ya tradicional desfile de Moda Adlib. «Últimamente me han pedido joyas, una colaboración con Eugenia Silva a quien le encantaron después de hacer un reportaje para el mes de mayo en la revista Hola».
Elisa Pomar continúa trabajando en sus diseños contenta y agradecida al Consell d'Eivissa por este reconocimiento que le llega en forma de una joya diferente, una medalla de oro, que atiende a la tradición de joyeros de La Marina que alberga su familia, pero sobre todo a esa capacidad de lucir e identificar la cultura ibicenca por todo el mundo.