Ana López Varela (Lugo, 1981) está íntimamente vinculada al deporte ibicenco. Tras varios años como fisioterapeuta del PDV, dejó la isla en 2012. Pero a esta gallega le pudo la morriña de su querida Eivissa y regresó dos años más tarde para dirigir el servicio municipal de fisioterapia en las instalaciones deportivas de Santa Eulària, a lo que añadió su dedicación al primer equipo de la Peña Deportiva. Todo ello, sin abandonar su faceta en la Federación Española de Baloncesto (FEB). Precisamente, acaba de regresar de Portugal, donde la selección femenina sub20 ha conquistado el oro en el Mundial.
—¿Cómo has vivido este torneo?
—Hubo muchísima unión entre las jugadoras. No éramos las favoritas de manera clara como otros años. Había otras selecciones muy buenas y antes de ir ya había algunas dudas. Pesaron mucho los valores de equipo. No ganamos ningún partido con comodidad, todos fueron de lucha y trabajo. Fue un campeonato duro, con la lesión de Ángela Salvadores antes del torneo, de Laura Quevedo al principio de la final y de María Conde en el último minuto.
—Un final de infarto en el que Italia casi logra forzar la prórroga...
—Si lo llegan a conseguir nos habría costado mucho el oro. Se ganó muy apurado a las italianas [71-69], pero el subidón de adrenalina es mayor cuando ganas por muy poco que cuando lo haces de forma holgada. Además, soy de las que se meten casi dentro de la pista. Nunca me han señalado una técnica, pero me he llevado muchas riñas. Lo vivo mucho, no puedo evitarlo.
—Por lo que explica fue una competición dura...
—Sí, pero no sólo por lo deportivo. Fue un mes muy intenso, incluso por todo el tema del terrorismo. Estábamos conviviendo en el mismo hotel con las selecciones de Bélgica, Francia y Turquía y hubo momentos duros, con jugadoras que no sabían si podrían volver a su país. Empezamos la concentración el 17 de junio. En medio, hemos tenido elecciones generales en España, elecciones en la FEB.
—¿Tras el torneo, alguna jugadora se le ha invitado a celebrar el oro en Eivissa?
—Por supuesto. Decían entre risas que soy la más afortunada por vivir aquí. Entre el atractivo de la isla y su edad, uno ya se puede imaginar que quieren venir de visita. Y yo las invito a todas. A ver si alguna cumple y viene.
—La sub20 ha jugado nueve finales en los últimos diez años. ¿Se puede uno acostumbrar al éxito?
—Lo comentamos con las jugadoras. Parece casi normal jugar final tras final, pero no lo es y hay que darle el valor que tiene. Siempre cuesta llegar ahí. Cuando no se llegue puede parecer un fracaso, pero no es así y hay que tenerlo muy claro.
—¿Se considera talismán para tantas medallas?
—Yo llegué en 2011, ya se ganaba antes. Pero he tenido la oportunidad de estar en cuatro europeos o mundiales sub18 y dos sub20. Tengo un oro sub18, dos bronces y dos oros con la sub20. Pero más que las medallas, valoras la convivencia, la complicidad y la confianza que se genera en todo el equipo, porque esta generación de ahora la he tenido dos años como sub18 y dos como sub20.
—¿La absoluta es la asignatura pendiente?
—No es un objetivo, pero el reconocimiento que tiene una medalla absoluta no es el mismo que una de formación. He trabajado con los fisioterapeutas del sénior femenino [Pilar Delgado y José Antonio Fernández] y son los mejores profesionales que he conocido. Más que pensar en la absoluta pienso en el presente. Siempre digo que la selección es un carpe diem, porque nunca sabes si habrá otro torneo o no y debes exprimir lo que te venga.
—¿Cómo empezó su vinculación a la selección española?
—Me llamaron en 2009 para trabajar unos 15 días en el preeuropeo de la absoluta, sin acudir al torneo, porque les faltaba un fisioterapeuta. Al cabo de dos años, me llamaron otra vez, entonces para el Europeo sub18. A partir de ahí, todos los veranos he tenido Europeos y Mundiales de alguna categoría.
—¿Y cuándo descansa?
—En Navidades me tomo unas vacaciones largas que aprovecho para ir a Lugo y estar con mi familia. Pero el es verdad que el resto del año casi no paro, pero ya me gusta.