El productor y director de cine, documentales y programas de televisión Miguel Ángel Tobías lo ha vuelto a hacer. Después de que se comprometiera hace seis años a rodar un documental social, solidario y benéfico cada 365 días, cuando en abril de 2015 un brutal terremoto asoló Nepal volvió a reunir a su equipo y tres meses después de la catástrofe se presentó en el país para contar lo que allí se encontró en un proyecto que ha sido bautizado como Rising Nepal (Amanece en Nepal).
En esta ocasión Miguel Ángel Tobías ha dado un giro más a su trayectoria y ha contado la gran historia de superación de cuatro supervivientes del seísmo: dos hermanos ciegos Sushil y Basudev Adhikari; el propietario de una escuela de cocina en Kathmandú, Debendra Pokharel, y su madre; una estudiante del desaparecido valle de Langtang, Dechen Tamang, y su padre Sherpa; y un monje budista tibetano, el Maestro Gelek Tsanduk. Gracias a todos ellos ha conseguido una película que cuenta una historia que, según sus palabras, «habla fundamentalmente del sentido de la vida, de la fragilidad del ser humano y de la trascendencia de la muerte en las dos principales religiones del país, el hinduismo y el budismo». Rising Nepal se podrá ver el próximo jueves 8 de septiembre en el Agroturismo Atzaró a partir de las 20.00 horas en un estreno cuyos beneficios irán destinados íntegramente a Cruz Roja Española.
—Hace seis años se comprometió a rodar una película documental social, solidaria y benéfica al año y así han llegado Sueños de Haití, sobre el terremoto en este país o Gurba, la Condena, que analiza el conflicto político en el Sáhara Occidental y profundiza en el exilio del Pueblo Saharaui. ¿Por qué ahora Nepal?
—Por una parte debido al compromiso que adquirí hace seis años y por otra debido a la insistencia de la gente que me conoce y me sigue a través de las redes sociales. Cuando se produjo el terremoto yo estaba viviendo una situación familiar complicada debido a la enfermedad de un tío mío y no estaba muy conectado, pero cuando volví a la realidad me encontré con que a través del correo electrónico, el Facebook o el Twitter muchos me pedían que hiciera algo. Lo medité mucho porque quería hacer algo diferente pero al final, cuando me encontré con más de 6.500 personas pidiéndomelo, entendí que no había vuelta atrás.
—Ya viajó a Haití tras un terremoto, ¿cómo se las apañó para sacar algo distinto de Nepal?
—Pues fue complicado. Desde el primer momento nos pusimos a darle vueltas al proyecto para, sobre todo, tomar distancia. Así decidimos que el terremoto no fuera el protagonista sino el hilo conductor que uniera la historia de personas que lo han perdido todo y que están digiriendo este proceso de duelo.
—Rising Nepal está ambientado tres meses después de la catástrofe. ¿Por qué?
—Por la necesidad de hacer algo distinto y de contar como nuestros cuatro protagonistas son capaces de superar todo el dolor que han sufrido. Ten en cuenta que uno de ellos ha perdido a toda su familia, otros dos son dos hermanos ciegos, otra chica vivía en el valle de Langtang que ha quedado completamente destruido y el otro es un monje budista que ha cedido su monasterio para albergar a afectados por el terremoto.
—Con toda la desolación que se encontró, ¿cómo escogió a sus personajes?
—Pues también fue complicado porque buscábamos alguien especial que además no se conociera entre sí. Y así encontramos a estos personajes que no son actores pero que casi han actuado como tales contando a la cámara su propia experiencia en primera persona. Lo mejor de todo es que al final todos acaban entrelazados de alguna manera porque, como dice una máxima budista, todos estamos interrelacionados. Y es que uno de los mensajes que se pueden desprender del documental es que todos los seres humanos estamos conectados y nosotros somos ellos y ellos son nosotros.
—Conseguir esa idea rodando en un documental no habrá sido nada sencillo...
—La verdad que no. En una película todo eso es muy fácil porque se escribe un guión y ya está pero en un documental es una auténtica locura y así fue. Ten en cuenta que en ningún momento los personajes se llegan a saludar aunque tengan en común la tragedia que han vivido y como han decidido superarla.
—¿Y cómo fue el rodaje?
—Pues otra locura. No se nos ocurrió mejor idea que ir en pleno monzón con lo que eso supone de condiciones meteorológicas adversas. Pasamos días empapados y además, para llegar desde Kathmandú a algunas localizaciones como el pueblo que quedó completamente destruido a ocho kilómetros del epicentro del terremoto tuvimos que caminar y escalar durante todo un día con todo el equipo bajo la lluvia y luego dormir en el suelo y habituarnos a su estilo de vida.
—¿Y cuando llegaron al pueblo que había quedado completamente destruido, cómo hicieron para rodar todos los planos?
—Con mucho esfuerzo pero también fue algo precioso. El ver sus limitaciones y el ver cómo a pesar de lo mal que están pasando siempre tienen una sonrisa para todo ayuda a que te comprometas más con el proyecto y con la gente que tienes delante de la cámara. Además, ellos son personas que te dan todo lo que tienen de corazón. Y así, entre unas cosas y otras, conseguimos tener un pueblo entero de extras para grabar, algo que no se compra con dinero.
—¿Cómo hicieron para compenetrarlos a todos?
—Bueno fue muy divertido porque hay que tener en cuenta que en este pueblo casi todos sus habitantes jamás habían visto una película en su vida y no entendían porque les estábamos haciendo fotografías en movimiento. Y además, para dirigirlos también fue divertido porque me tenía que subir a una piedra y coordinarlo todo a la antigua usanza (risas).
—¿Y el tema de la traducción cómo lo llevaron?
—(risas) Ese fue otro hándicap muy importante. Teníamos que usar un intérprete nepalí español, otro nepalí inglés, otro tibetano español, y otro, incluso de tamang, un dialecto que solo se habla en las montañas. No veas que lío. Y es que en ocasiones yo veía que no me entendían y no preguntaban lo que les pedíamos. Afortunadamente y como este producto tiene magia al final todo salió muy bien y nos dimos cuenta que todos ellos contaban lo que justamente queríamos. En fin, que si a eso le unes, que nunca había rodado con ciegos, te puedo decir que este rodaje ha sido el más complicado de mi vida.
—Finalmente el resultado mereció la pena. Han conseguido contar la historia del terremoto de Nepal desde otro punto de vista.
—Sí. Son noventa minutos de película repletos de mensajes de vida que creo que van a conseguir que todos los espectadores acaben relativizando lo que hacemos y tomen conciencia sobre lo que hacemos en este mundo. Son mensajes que nos invitan a que aprovechemos cada minuto de esta vida.