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Tradiciones

Sant Antoni se transforma durante unas horas en la ciudad de Valencia

Judith Bonilla, fallera mayor, camina por el Carrer Ample de Sant Antoni rumbo a la iglesia de Sant Antoni. | Daniel Espinosa

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Ya lo anunció el sábado por la mañana la fallera mayor de la Asociación Cultural Valenciana de Sant Antoni, Judith Bonilla: «El domingo será el día más importante de mi vida». Y tal vez por eso mientras marchaba en el centro de la comitiva que la condujo por el carrer Ample hasta la iglesia de Sant Antoni para hacer la ofrenda a la Virgen de los Desamparados su cara mostraba responsabilidad y seriedad. Eso sí, enfundada en un precioso y elegante vestido de color azul y unos 15 kilos de peso, la manteleta confeccionada por la madrina de su madre, su elaborado peinado y sus joyas compradas para la ocasión, logró durante unas horas lo que siempre soñó: «Sentirse como la reina de los valencianos de Ibiza».

Esta joven ibicenca, que trabaja de upper y en un comedor infantil mientras estudia Comunicación a distancia en la ciudad inglesa de Londres, fue el centro de atención de la numerosa procesión de valencianos que discurrió con más de tres cuartos de hora de retraso sobre el horario previsto por las céntricas calles de Sant Antoni hasta la iglesia. Sin embargo no fue la única. También brillaron con luz propia la fallera mayor infantil, Marta Rubio, superados ya los problemas del día anterior con sus rodetes que le dañaban el pelo, y por supuesto algunos de los más pequeños, como Iker, Abril, Carlota y Elisa, esta por cierto fallera mayor infantil para el año que viene, gracias a sus preciosos trajes tradicionales en los que no faltaba ni un detalle.

Algo que despertó los elogios de algunos turistas sorprendidos ante el paso de la comitiva. «Es precioso, no sabía yo que en Sant Antoni hubiera una colonia tan importante de valencianos y que se tomaran tan en serio esto de las fallas», comentaba Maria Dolores, una mujer venida en viaje del Imserso desde Huelva junto a su marido Juan Carlos y un matrimonio amigo, Nieves y Miguel. Precisamente, este último, aprovechando que su hijo le había regalado un teléfono móvil nuevo «que hace fotografías hasta debajo del agua, aunque no entienda mucho la mayoría de las cosas que tiene» hizo todo lo posible por llevarse una fotografía de recuerdo «distinta» de la isla de Ibiza.

A este matrimonio de Huelva también le llamó la atención lo «bonito y elaborado» de los trajes de las mujeres que formaban parte de la procesión, compuesta por unos cincuenta miembros, muchos de ellos con carritos de bebés y en traje de paisano y sin traje típico. «Es precioso y muy colorido y merece mucho la pena, pero madre míaa con el calor que hace hoy las pobres mujeres lo tienen que estar pasando realmente mal», comentaba agobiada la propia Maria Dolores.

Sin embargo, la receta para «tanto sufrimiento» parecía tenerla su marido. «No te preocupes Loli, que me han dicho que los valencianos son muy marchosos y en cuanto terminen con la ofrenda y la mascletá esa que hacen al mediodía, seguro que luego se lo pasan en grande con un buen refrigerio y una buena comida, y si no, sólo tienes que ver la marcha que llevan los músicos que van detrás», comentaba mientras señalaba a la divertida charanga de nombre significativo: Jaleo.

Y lo cierto es que no le faltó razón al bueno de Juan Carlos ya que tras llenar de flores de colores rojos y blancos la imagen de la Virgen de los Desamparados de la iglesia de Sant Antoni, la amplia comitiva se dirigió para celebrar una nueva mascletá tras la del sábado. Fue el pistoletazo de salida a una jornada donde también hubo actividades para niños en la carpa municipal del Passeig de ses Fonts por la tarde y finalmente, una cremá de las fallas a partir de las 21.00 horas.

En ella, aunque nos parezca cruel a los no entendidos en la materia, se honró «como se merece» a las figuras que formaban La isla mágica, una composición con referencias a nuestra isla, a los modistos y a los seres mágicos, compuesta por una falla mayor de unos 45 metros cuadrados y más de 6 metros de alto y otra menor de unos 6 metros cuadrados, creada para la ocasión el artista fallero valenciano Pedro Simarro.

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