Como cada año, los primeros días de septiembre decenas de pescadores se lanzan al mar a la búsqueda de raors ya que la veda siempre se abre el día 1 de este mes.
Este exquisito manjar es un pescado que vive en aguas cálidas, a escasa profundidad yen zonas de arena. Mide aproximadamente unos 30 centímetros y su precio oscila entre los 50 euros y los 70 euros por kilo en las pescaderías.
Desde 1996 el Govern viene realizando controles exhaustivos de la población de raor, ya que desde la década de los 50, se empezó a constatar un fuerte descenso de las tallas medias de esta especie. Por esta razón, a partir del año 2000 se regularizó la pesca recreativa del raor y sólo se puede pescar entre el 1 de septiembre y primeros de año.
Además, también se estableció un cupo diario de 50 piezas por persona. Un bocado exquisito que bien vale unas jornadas de pesca aunque el mar esté revuelto, como ha ocurrido en este primer fin de semana de veda abierta. Durante la jornada de ayer, más de 25 embarcaciones se echaron al agua desde el embarcadero de sa Punta, en Talamanca. Con rachas de viento de 25 kilómetros por hora y olas de más de un metro y medio este fin de semana no fue uno de los más apacibles para los amantes del raor.
Inspección
Los servicios de inspección de Ibiza y Formentera también estuvieron bastante activos en el control de embarcaciones.
El grueso de pescadores se encontraban en la Reserva Marina de es Freus cerca de las 18.00 horas, poco a poco, fueron regresando al embarcadero. Pep y Llorenç fueron los primeros en llegar al grito de: «Venimos con la espalda que no es nuestra». Ambos habían cumplido pronto con el cupo y regresaban a casa. Mientras Llorenç aculaba el remolque, Pep, de Sant Jordi, explicaba la dureza del día en es Freus: «Entre las corrientes y el oleaje ha sido un día muy duro», a lo que añadió: «Pero ha tenido surecompensa; esta noche lo comeremos frito con la familia». Sin duda, una de las mejores maneras para disfrutar de este tesoro del mar es frito y en compañía de familiares y amigos. Ambos aseguraban que ellos no pescan para vender sus piezas. En su caso, lo hacen por tradición ya que prefirieron compartirlos con familia y vecinos acompañado de un buen vino payés.