Las incógnitas acerca del paradero del príncipe saudí Abdul Aziz Bin Fahd Al Saud y su eventual ausencia en Ibiza el próximo año centraron las conversaciones en corrillos de algunos hoteleros pitiusos en la reciente edición de la feria de turismo World Travel Market de Londres. Aunque no existen cifras oficiales, algunos hoteleros calculan que el hijo del fallecido rey Fahd de Arabia Saudí gastaba entre 40 y 50 millones cada verano en las Pitiusas. Un impacto económico descomunal que podría ser incluso mayor y cuya probable desaparición provocará un agujero en las islas que habrá que llenar con otros turistas de elevado poder adquisitivo.
Las alarmas sobre la ausencia del turista que más gasta en las Pitiusas saltaron este verano, cuando Abdul Aziz decidió abandonar la isla de manera repentina a mitad del mes de septiembre. El príncipe, veraneante en la isla desde hace una década, solía pasar largas temporadas en su yate amarrado en el puerto de Vila y, de hecho, el año pasado alargó sus vacaciones hasta noviembre.
El Prince Abdulaziz, la impresionante embarcación de 147 metros de eslora y con capacidad para albergar más de 60 personas de tripulación y otro tanto número de invitados, era el cuartel general del príncipe y su séquito más cercano, mientras que en Al Diriyah, el otro megayate que se amarraba en el puerto de Ibiza, se alojaba el personal a su servicio. El principe llegaba a la isla en jet privado, donde además le acompañaba una flota de vehículos formada por un centenar de coches de gama alta y que acudían a repostar a una gasolinera cercana al puerto donde, al parecer, gastaban miles de euros en combustible hasta el punto de que tenían un surtidor exclusivamente a su disposición.
Durante el verano, los yates del príncipe solían zarpar cada mañana rumbo a Formentera para permanecer toda la jornada fondeados cerca de la playa de ses Illetes, donde era habitual que reservaran decenas de hamacas para el uso del séquito real.
No obstante, los locales de primera línea del puerto de Ibiza eran los más beneficiados de la lluvia de euros que el príncipe y sus acompañantes dejaban en la isla. Cantidades de dinero en metálico ingentes que, según algunos testigos, eran transportadas hasta el yate por un camión de seguridad cada ciertos días.
El príncipe y el personal que le acompañaba también solían reservar durante meses plantas enteras de hoteles de lujo de la isla que, si se confirma su ausencia, ahora tendrán que cubrir con otros clientes de alto poder adquisitivo.
Las últimas informaciones acerca del estado del príncipe, de 44 años de edad, apuntan a que Abdul Aziz «está vivo y bien», según confirmó la pasada semana un portavoz del Ministerio de Información de Arabia Saudita días después conocerse los rumores acerca de su posible muerte.
La noticia sobre su fallecimiento se produjo después de la detención de diez príncipes y de decenas de exministros saudíes en una operación anticorrupción, entre los cuales podría estar el príncipe Abdul Aziz, quien mantenía fuertes discrepancias con su tío Salman, actual rey de Arabia Saudita, pese a que, de momento, ninguna fuente oficial lo ha confirmado.
Su presencia en Ibiza en 2018 está, de momento, en el aire aunque los hoteleros y comerciantes consultados no parecen demasiado preocupados por las consecuencias que puede tener en la isla. «Si el próximo año no viene a Ibiza se va a notar pero confiamos en que vendrán otros», opinan.
EL DETALLE
Veranos de limosnas millonarias y compras astronómicas
Durante los primeros veranos en Ibiza, el príncipe Adbul Aziz solía tomar asiento en un conocido local de primera línea del puerto para atender a la larga cola de residentes musulmanes en Ibiza que acudían hasta allí para pedirle una ayuda económica.
Con los años, la figura del príncipe saudí se hizo cada vez más misteriosa y su presencia fue invisible durante la estancia en Ibiza. Sin embargo, era habitual ver a miembros de su tripulación cargados con decenas de bolsas de ropa y a camiones de cadenas de supermercados que entraban al puerto para descargar cajas de comida y de fruta para alimentar al nutrido séquito real.
También eran famosas las suculentas propinas, de unos 500 euros como mínimo, que solían dejar en los restaurantes y clubes de lujo que frecuentaban y las constantes visitas al Casino de Ibiza, donde la caja se multiplicaba cada vez que lo visitaban los saudíes.