El Ayuntamiento de Ibiza llevará a cabo este domingo una nueva jornada de adopción responsable en el Mercat Vell, entre las 11.00 y las 13.30 horas, para animar a que interesados en comprar un animal estas navidades opten por dar una oportunidad a aquellos que necesitan un hogar y adopten a alguno de los 92 perros que lo esperan en el Centro de Protección Animal de sa Coma.
Los datos de sa Coma plasman la disminución progresiva en la entrada de animales en 2018, 330 de los 459 de 2015. Un dato que desplazaría el otro volumen de abandonos a las diferentes asociaciones protectoras de la isla surgidas estos últimos años. Los datos oficiales no reflejan los motivos del abandono. Motivos que sí se están encontrando varias protectoras.
Vivienda o mascota
Rocío Muñoz, presidenta de la asociación protectora RqueR, recibe continuamente llamadas con casos muy variados. Además del problema de la no esterilización, «llevamos aproximadamente una media de tres años recibiendo llamadas de personas que renuncian a su mascota por el problema de la vivienda», asegura Rocío. «La gran mayoría de personas nos llaman desesperadas, pues porque han finalizado el contrato de alquiler o no pueden costearlo, o porque les ha finalizado el contrato y a la hora de intentar encontrar una vivienda el primer requisito que se encuentran es que no admiten animales de compañía.
Conocemos hasta casos de gente que ha tenido que abandonar su vida en la isla porque no encuentran vivienda con el animal y antes de dejarlo en una perrera intentan irse de la isla adonde sea más fácil el alquiler. O incluso gente que lleva veinte años viviendo en la isla y de la noche a la mañana se ven en esta situación. Es grave», asevera Rocío.
Hablamos con la protectora Can Dog de Santa Eulària y nos explican que los casos de renuncia son más pronunciados a comienzos de temporada, «cuando viene la persona a compartir piso y no puede hacerlo con su mascota así como así. La persona que tiene el perro no es el damnificado sino el culpable de esa situación también. No se informan. Un perro es como un hijo y necesita una casa y una economía adecuada», explica José Aranda, responsable de la protectora, que también manifiesta existir casos de abandono por la vía de la «picaresca». «Algunos que no saben qué hacer con su perro lo dejan a un amigo y este llama a la policía diciendo que está abandonado. El animal se queda dando vueltas perdido. Luego, desgraciadamente lo atropellan, porque llevamos un porcentaje alto de atropellos ya, el año pasado sobre todo», relata José. El veterinario de sa Coma, Miguel Quiñones, afirma que ha cambiado la manera en la que llegan los animales al centro, «ahora hay más proporción de dueños que traen a sus animales y el tema de la vivienda lo comentan bastante, pero», matiza, «uno nunca sabe en qué casos es real o no». En cualquier caso, se estima que ahora hay una «treintena» de perros renunciados en cada una de la protectoras (unos 80) debido al problema de la vivienda, tal y como explica José Aranda de Can Dog, centro que alberga a 221 perros.
La falta de información también es una de las causas de este problema. «Hay mucha gente que viene de la península, tiene desconocimiento total de cómo funciona la isla y se tienen que regresar. O pasa con turistas, porque hay hoteles que admiten animales, pero mucha gente no sabe que hay un peso máximo y eso no lo indican. Llegan al hotel y si pesan más de lo permitido no se lo admiten, aunque hayan pagado», aclara la presidenta de RqueR, que lanza varios consejos antes de pensar en renunciar a la mascota o a la hora de adoptar.
Un miembro de la familia
En primer lugar, disponen de un cuestionario para futuras familias donde recomiendan «que hablen primero con el propietario» porque «se han dado casos de gente que ha ido a Can Dog o a sa Coma a adoptar y después de un mes han llamado para devolver al animal porque su casero tiene prohibida la tenencia». En segundo lugar, con los dueños que no saben qué hacer, «intentamos buscarles soluciones. Que busquen una residencia canina hasta que se solucione su problema, por ejemplo, pero que no renuncien al animal y busquen alternativas. Hay llamadas de personas que renuncian a animales que llevan diez años en una familia. Es un milagro que lo vuelvan a adoptar y seguramente muera en una perrera. Nosotros no juzgamos a nadie, pero defendemos la no renuncia y les avisamos de las consecuencias, y es que a veces la gente piensa que es fácil adoptar y no lo es, porque un animal es un miembro más de la familia», puntualiza Rocío.
Para José de Can Dog las renuncias agravan la ya de por sí difícil gestión de la protectora. Cuando una persona siente la necesidad de abandonar a su mascota «los ayuntamientos conceden la posibilidad de resolverle el problema quedándose al animal por el pago de una tasa, unos 96€ en el caso de Santa Eulària», algo que para Aranda supone que el ayuntamiento se hace cargo «de un problema que se ha creado por culpa de esta persona». Lo que sucede es que «nosotros incluso nos estamos ocupando de a pagar la documentación de, por ejemplo, okupas a los que echan y no tienen cómo pagarla o a gente sin trabajo. Y nosotros estamos para custodiar al perro y acogerlo el tiempo que diga el ayuntamiento, ya está», remarca Aranda.
Acerca de una de la soluciones que impediría el progresivo aumento de renuncias sería «llevar lo de los pisos a escala judicial». Algo «muy difícil», según el responsable de Can Dog, pero sería una propuesta poder «comprometerse notarialmente y con peso jurídico a encargarse de los gastos en caso de que el animal deteriore algo». «A nosotros nos interesaría mucho, porque empiezan a entrar perros cedidos y después de la temporada alguno viene otra vez a por el animal, después de cuatro meses. Llegan llorando y nos dicen: ‘¿no me pueden devolver a mi perrito?'», lamenta Aranda. La faena para Rocío también se ha complicado y en RqueR se han visto obligados a filtrar llamadas. «El particular debe hacerse responsable de su animal, porque tiene una familia. Nuestra función es acoger a los animales que no tienen a nadie, heridos o maltratados, no tenemos hueco para todo». Lo habitual, sin embargo, es que las personas marchen de la isla antes de recurrir al abandono, tal y como explica Aranda, «hay gente que dice: ‘pues me vuelvo a Cuenca porque yo no abandono a mi perro'». Todo sea que una consecuencia más de la falta de vivienda deba ser tener que renunciar a un ser querido.