Jairo Zabala, conocido artísticamente como Depedro, es uno de los artistas que más veces ha tocado en Ibiza en los últimos años. Habitual de El sitio, el desaparecido local dedicado a la música en directo que había en Sant Antoni, luego pasó por el festival Sueños de Libertad y esta noche se dejará caer por Las Dalias. Lo hará para celebrar sus primeros diez años en la música como Depedro y aprovechará para presentar los temas de su último disco, Todo va a salir bien, repleto de colaboraciones de nombres que forman parte de la historia de la música española como Santiago Auserón, Coque Malla, Luz Casal o Amparanoia.
—Diez años de carrera, ¿cuándo sintió que dejaba de ser Jairo Zavala para ser Depedro? ¿Cambia mucho uno de otro?
—Nunca hubo una intencionalidad. Ha sido un paso casi inadvertido y lento porque llevo mucho tiempo en esto de la música. Las cosas han sido muy transitorias y con mucho espacio. Casi siempre he ido por carreteras secundarias para darme cuenta de las cosas y utilizarlas para llenar la maleta de colores y sabores. Las uso para darme cuenta del proceso y de las ubicaciones.
— ¿En estos años siente que ha cambiado mucho su música?
—Claro. Soy una persona muy curiosa. Me encantan las lentejas, pero todos los días lentejas… Sigo con esa curiosidad y Depedro es un proyecto que ha tenido el privilegio de viajar y tocar por todo el planeta. Sin embargo siempre he intentado mantener ese traje de aprendiz porque no entiendo esto si no es con esa visión infantil de la curiosidad.
— Y la música... ¿está mejor ahora que hace diez años o al reves?
—Ahora es un momento maravilloso por la variedad de propuestas. La gente se ha dado cuenta de las herramientas nuevas y las maneja de una manera sorprendente día a día, ya sea de forma creativa o para, por ejemplo, hacer un disco con alguien de Sudáfrica. Esto ya está completamente aceptado y naturalizado. Es maravilloso pero en un futuro será incluso más sorprendente. Eso sí, la conectividad no ha influido tanto en la calidad de la música sino en la variedad.
—¿Sigue yendo por el barrio de Aluche donde se crió? ¿Allí es Depedro o Jairo?
—Hace tiempo que no pero lo tengo en la memoria. Yo soy Jairo, tengo una vida aunque no lo parezca (risas).
—Regresa a Ibiza... ¿Qué vamos a poder ver en Las Dalias?
—Vamos a tocar los grandes éxitos que han cambiado la vida de tantas personas. Tenemos muchas ganas porque estamos en un momento muy dulce, tanto de público como de propuesta musical.
—Coincide con la presentación del regreso de Sueños de Libertad. Vivió muy de cerca ese festival ¿Qué siente ahora cuando se vuelve a anunciar?
—Conozco a Adrián hace tiempo y estoy muy contento con que Ibiza no se quede encasillada en un tópico porque tiene muchos espejos y muchos sitios donde mirarte y conseguir alegrías.
—El error de encasillarnos…
—Ibiza es un sitio especial. Es muy cosmopolita pero a la vez propuestas como Sueños de Libertad, que no son como lo obvio, son difíciles. Me alegra que haya se ponga energía en ellas y que el público responda. Es genial recuperar esa cultura de ir a conciertos fuera del circuito… no quiero decir comercial...
—Usted no para. Además de en solitario ha llegado a trabajar con cinco o seis grupos a la vez. ¿De dónde saca la energía? ¿Ha tenido que renunciar a algo en la vida para hacer tanta música?
—La inmovilidad para mí es un estado muy incómodo. No se de donde saco tanta energía pero ojalá me dure. Si quieres cambios tienes que cambiar cosas, las cosas no pasan solas. Nunca renuncié, es transformación. Tienes que olvidarte de eso tan maravilloso que es la pereza, quedarte en el sofá viendo como se mueve las motas de polvo… También me gusta porque a veces necesito aburrirme pero para componer me cuesta.
—¿Por qué el nombre de Todo va a salir bien para su último disco? Parece que no puede ser más acertado con los tiempos que corren...
—Es una frase que he utilizado siempre como para darnos ánimo y saber que podemos salir de esta. Ojalá nuestro camino fuera una autovía recta pero hay muchas curvas. No es que sea naif sino que tiene mucha retranca.
—El disco está repleto de colaboraciones de nombres míticos como Santiago Auserón, Luz Casal, Coque Malla... ¿ha conseguido que se vuelva a hablar de ellos?
—La verdad que al inicio del disco no quería hacerlo porque pensaba que nadie se iba a animar a interpretar canciones de mi repertorio. Entonces me dijeron «venga que son 10 años, llama a alguien a ver si alguno dice que sí». Y llamé a 8 y todos aceptaron a la primera. Todos fueron muy generosos, me regalaron su talento y ahora mucha gente ha conocido estas canciones como si fueran nuevas. Yo pensaba que solo había que mirar al futuro pero a veces puedes seguir adelante apoyándote en tus raíces.
—Vivimos momentos difíciles... políticamente y socialmente hablando... ¿no cree que necesitamos más rock and roll?
—La identidad cultural es muy importante y es un referente. Somos muy trabajadores. Si haces algo mal en el trabajo te despiden, los políticos lo han hecho mal y ahí siguen, y seguirán. Es muy descorazonador… No encuentro la palabra correcta. ¿Deseperanzador? La esperanza es una palabra muy bonita y por eso no quiero incluirla aquí porque incluye a la espera, la resilencia y la existencia personal. Y ninguno de ellos se merecen usar esa palabra.