Tango a cuchilladas, celos, nostalgia, milonga y melancolía, el mestizaje de unos inmigrantes que huían del hambre para bailar sueños y llorar tinta roja por una cabeza en exorcismo burlón contra las penas, dando a luz una nueva dimensión musical en la generosa Argentina. El tango es canalla y sentimental, adentro cocktail de amor.
El Palacio de Congresos de Santa Eulalia vibraba como si fuera el barrio de San Telmo y se llenó de un público entusiasmado en el Regreso al Amor de Armin Heinemann. Un bailarín butoh se colaba entre los tangos para dar una nota grotesca entre la brillantez de las parejas que armonizaban polos contrarios en su arte. Y estalló en aplausos cuando ¡cómo no! el muy querido director se lanzó a bailar al escenario con Verónica Palacios (y la atenta mirada de Omar Quiroga) tras un espectáculo de baile arrebatador.
Junto a su colaborador, Stuard Rudnick, el polifacético Armin Heinemann despliega en Ibiza su personalísima manera de acercarse a la ópera, al tango… y ya hay mucha expectación por ver que se saca de la chistera para la próxima. ¡Bravo!