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Coronavirus

«Es una vergüenza que los sanitarios se hagan batas con bolsas de basura»

Carmen Ortiz , en una foto reciente, antes del confinamiento.

| Ibiza |

Carmen Ortiz Martínez (Cieza, Murcia, 1969) es uno de los 97 pacientes activos de la Covid-19 de las Pitiusas y uno de los cinco profesionales sanitarios contagiados de Ibiza. Lleva 23 días confinada en una habitación de su domicilio, sin tener contacto con su familia. Enfermera y delegada de prevención de riesgos laborales del sindicato Satse, Carmen Ortiz relata desde su punto de vista de paciente cómo ve esta crisis sanitaria. La conversación telefónica transcurre con algunas interrupciones a causa de la tos por el coronavirus porque aún no está recuperada. Está deseando reencontrarse con su familia, abrazarla y, como dice ella, hacer un día de ‘abrazo-terapia'.

¿Cómo contrajo el coronavirus?
—Creo que en el hospital cuando estuve en una situación de alto riesgo. Había una enfermera que estaba haciendo una nebulización a un paciente, en la que se necesita una superprotección, una mascarilla FFP3, pero la enfermera sólo tenía una mascarilla quirúrgica que no protege del coronavirus. Además, tengo una especial vulnerabilidad y me contagié.

¿Cuando ocurrió?
—No soy capaz de recordarlo. He perdido la noción del tiempo. Sé que llevo 22 días (ayer) de confinamiento porque me lo dice mi médico y mi enfermera.

¿Qué síntomas ha tenido?
—Empecé con unas décimas de fiebre, no tenía tos, imagino que lo estaba incubando. Era un malestar general, pero con un paracetamol o un ibuprofeno iba bien. El 15 de marzo empecé con la tos, al día siguiente me hicieron la prueba y comencé con el aislamiento en una habitación de mi domicilio. Llevo desde entonces sin ver a mi familia. Me dejan la comida en el pasillo, me tocan mi puerta, cierran, se van y yo salgo a coger la comida. Ellos están bien y puede ser que lo hayan pasado, pero muy leve.

Además de la tos, ¿qué otros síntomas ha tenido desde su confinamiento?
—Fiebre, náuseas, dolor de cabeza, dificultad para respirar, dolores musculares, he perdido el sentido del olfato y del gusto. Parecía que me había pasado una apisonadora por encima. He estado muy malita y no recuerdo nunca haberme encontrado tan mal. Lo más duro, sin embargo, ha sido el aislamiento psicológico. He sentido mucha rabia, miedo a haber contagiado, a un mal desenlace. La falta de contacto físico es terrible, sobre todo, con mi hija, de cinco años.

¿Tardaron en hacerle la prueba de detección o fue inmediato?
—Fue casi inmediato hacerme la prueba, porque tenía muchos síntomas. El lunes 16 me levanté para ir al hospital y me mareaba, no pude ni salir de casa. Llamé a mi médico de familia y me dijo que tenía que ir al hospital. Fui por la noche. Llamé al 061 esa mañana pero hasta la noche no vino la ambulancia.

¿Por qué tardaron tanto?
—Estaban muy saturados. Si llego a estar muy malita, no llego. Sabía que tenía que haber un paciente más grave que yo. Llamé al 112 y me atendieron, aún así tardaron en llegar casi tres horas.

¿Qué sintió cuando le dijeron que era positivo?
—Buff, no me lo podía ni creer. Pensé que era un falso positivo, pero empecé a recordar que tuve varias situaciones de riesgo. Antes de que se decretase el estado de alarma empecé el confinamiento, iba de mi casa al hospital, salvo cuando tenía que dar las clases en la universidad.

Es profesora de la universidad, ¿estuvo en contacto con sus alumnos?
—Estuve en contacto muy estrecho con los alumnos de 3º y 4º de la Facultad de Enfermería. Cuando me dieron el positivo, pensé que podía haberlos contagiado porque algunos trabajan en residencias o en el hospital y me daba terror poder haberles contagiado. Avisé al servicio de prevención de riesgos laborales del Área de Salud para que hiciera un estudio de mis contactos, porque eran muchos compañeros, pero nadie me pidió ni un contacto de la lista que les hice. Lo mismo ocurrió con los alumnos de la UIB. La universidad hizo gestiones y desde Salud Pública les dijeron que no había que comunicar nada. No me pareció ético porque trabajaban en residencias y en el hospital. A casi ninguno le hicieron el test, pero todos se aislaron en sus casas a la espera de síntomas, pero fue su decisión, no de Salud Pública. La directora de Salud Pública debe revisar estas graves deficiencias porque esto no puede volver a ocurrir. Una de las reglas básicas para el control de la epidemia es el estudio de contactos. Hay que hacerles el test y, como mínimo, aislarlos. No se le hizo el test a ninguno. Me encargué yo de avisarlos.

¿Cómo está respondiendo el sistema sanitario?
—Hay que felicitar al Área de Salud porque se han adaptando estupendamente a esta crisis, han hecho un plan de contingencia faraónico, duplicando las camas de la UCI, reestructurando los centros de salud, habilitando en tiempo récord el edificio J. Les felicito por su gestión y las previsiones asistenciales, que han sido muy positivas, pero, a pesar de que se han dejado la piel y lo siguen haciendo, han cometido un error estratégico muy grave en la gestión de esta crisis y es no tratar a los profesionales sanitarios como se merecen. No los han protegido. Eso lo he visto yo como paciente: cómo enfermeras que me atendían como un posible caso de coronavirus iban sin ningún equipo de protección individual (EPI) que las proteja. Me parece muy grave que la Gerencia expusiera al personal sin protección. Sé que la Gerencia intenta conseguir este material y que es un problema que viene de la Conselleria de Salud, que tiene una falta de previsión y, sobre todo, del Gobierno español. Pero la Gerencia no ha reconocido la falta de material, sino que lo ha negado, han mentido claramente. Mientras decían que había material de protección, los sanitarios se hacían batas con bolsas de basura y pantallas protectoras con plástico portafolios o jugaban, siguen haciéndolo, a la ruleta rusa, porque cuando consiguen mascarillas, a precios muy elevados por internet, las sortean. Me parece una auténtica vergüenza que los sanitarios se hagan batas con bolsas de basura.

La semana pasada anunciaron que había llegado más material.
—Han llegado mascarillas buenas y batas que parecían falsas y no cumplían la normativa europea para protegerse del coronavirus. Esto es más grave, porque a los sanitarios les puede dar una falsa sensación de seguridad. Hay mascarillas FFP2 y FFP3 que son las homologadas, pero llegaron otras sin filtro, que no se ajustaban. Parecían falsas y no cumplían la normativa europea. Los trabajadores se enfadaron mucho porque una mascarilla FFP2 tiene que estar muy ajustada y esta no ajusta nada. No proteger a los sanitarios tiene unas consecuencias graves para los pacientes y las familias. Si mandamos a los médicos y enfermeros a la primera línea sin protegerlos nos arriesgamos a quedarnos sin profesionales. Les sometemos a unas presión añadida a la hora de irse a sus casas con el riesgo de contagiar a sis familias. El Ministerio de Sanidad decidió relajar los protocolos porque no hay suficiente material, a sabiendas que no protegen suficientemente. Es una indecencia. El Gobierno de España no ha actuado con la diligencia necesaria. Con la centralización de la compra de material y medicamentos consiguieron, entre chapuza y chapuza, que quedáramos desabastecidos. Aún seguimos esperando sus EPIs y sus test rápidos. A pesar de que sabían de lo que pasaba en China e Italia, el gobierno de España no formalizó el contrato de material hasta el 24 de marzo. Eso es de una irresponsabilidad tremenda. Hay una nefasta gestión por parte del Ministerio de Sanidad. Quiero decir a los políticos que los recortes en sanidad matan y espero que les enseñe lo importante que es la sanidad, que no lo vuelvan a plantearlo. Los cálculos oficiales dicen que hay 12.000 profesionales sanitarios contagiados y casi 200 en Balears, pero por nuestros cálculos son más. En Ibiza no se notifican todos.

En Ibiza hay cinco casos confirmados.
—Me extraña bastante porque yo conozco siete casos de sanitarios confirmados, de personas que se han puesto en contacto conmigo. Pienso que no se está notificando como toca, si no se notifica como personal sanitario, no aparece. No cuadran con los datos que tengo.

¿Qué le diría a sus compañeros que están en primera línea?
—Mi más profunda admiración por todos. Para mí son un auténticos héroes que el Ibsalut abandonó y los puso en primera línea como si fueran kamikazes, sin protecciones adecuadas, aún siendo conscientes de que están sin protección siguen apoyando a sus pacientes y salvando vidas. Es un orgullo ser enfermera y pertenecer a este colectivo aunque el Ibsalut no les protegiera adecuadamente decidieron buscar la manera de protegerse fabricando sus EPIs y siguen haciéndolo en sus horas libres en sus casas. Les mando mucho ánimo y apoyo, sé que muchos están agotados y ahí siguen intentando salvar vidas. También quiero denunciar el desastre que hay en el servicio de prevención de riesgos laborales, que no le hacen el test para saber si están contagiados ni tampoco a los que presentan síntomas. No comprueban que las EPIs cumplen los requisitos de proteger a los sanitarios ni que los usan adecuadamente. La mancha más negra en la gestión de esta crisis ha sido el maltrato a los sanitarios frente a la excelente profesionalidad que han demostrado.

Les mando un abrazo y mucha fuerza porque se están dejando la piel. También necesito dar las gracias a todos los que me han apoyado, especialmente al médico Adrián Mateos y a la enfermera Irene Costa, de la UVAC, a mi médico de familia Sonia Lacosta y a otros facultativos y enfermeros que día a día me lo han puesto cada día más fácil. He visto la generosidad infinita y una calidad humana increíble que he tenido que descubrir por esta enfermedad.

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