Joan Amorós, es una de las voces más autorizadas de la educación en Ibiza y Formentera. Nacido en Xàtiva (Valencia) en 1975, este profesor de Educación Física, tras trabajar contando camiones durante ocho horas un verano en una montaña que limpiaba una empresa para plantar naranjas, ejerció primero en Esporles (Mallorca) en el curso 1999-2000 y después llegó a Ibiza para formar parte del CEIP Cervantes y del Portal Nou antes de entrar en el CEIP Can Misses. En este centro lleva 14 años, ocho como jefe de estudios y seis como director.
Además, este hombre de hablar pausado, tranquilo, conciso, directo y sin pelos en la lengua, al que le encanta escribir y jugar al tenis, es desde hace tres años presidente de la Associació Professional de Docents d'Eivissa (APDE) de la que forman parte más de 90 profesores de la pitiusa mayor.
—Parece de Perogrullo pero ¿se habían imaginado alguna vez vivir un inicio de curso como este?
—Nunca te lo esperas, pero hemos vivido tantas circunstancias extrañas en estos años que al final te adaptas muy rápido y no te queda más remedio que tirar para adelante.
—Hay quien dice que parece de película de ciencia ficción…
—Puede ser, pero es muy real. Siempre digo que esto del coronavirus ha sido como un microscopio que nos ha hecho ver amplificados los problemas que siempre han estado ahí. Ha dejado al descubierto la precariedad brutal a nivel educativo que llevamos viviendo desde hace años, a pesar de que todos se llenen la boca con el pacto de la educación.
— ¿Por qué hemos llegado a esta situación?
—Porque la educación no importa. Como decía un amigo mío que era profesor de Economía, las verdaderas políticas se ven en los presupuestos y las palabras no sirven para nada. Y esto, desgraciadamente, lo estamos viendo desde hace muchos años.
—Pero es muy duro pensar que haya sido el coronavirus el que haya sacado a la luz tantos problemas.
—Puede que hayan salido a nivel de la sociedad pero en la comunidad educativa ya llevamos muchos años pidiendo soluciones. Por eso no me vale que los políticos digan ahora que no sabían nada. Eso es mentira. Además, en Baleares tenemos unos presupuestos que nos hacen estar a la cola de un país que está a la cola de Europa. En España la asignación por alumno en educación es del 4,5% sobre el PIB cuando en Baleares es del 3%. Digno de un país subdesarrollado.
—¿Por qué dice que la educación no importa?
—Porque es la verdad. A nivel militar gastamos 20.000 millones de euros, una cantidad que supone veinte años del presupuesto educativo de Baleares. Además, tenemos el problema de que lo poco que hay se destina mal porque nunca se ha escuchado a investigadores, docentes o familias.
—¿Echa en falta un mayor perfil técnico entre los que mandan?
—Sin duda. Por lo general los responsables de la Administración no vienen de la educación porque en este país mandan más los perfiles políticos. Eso sería totalmente inconcebible en países del Norte de Europa.
—Está la ministra Celaá.
—Es cierto que viene del sector pero parece que se le ha olvidado pronto oyendo sus declaraciones. Es muy preocupante que quien tiene que liderar la Educación en tiempos tan duros diga según que cosas.
— Hay quien critica que cada Comunidad tenga sus competencias. ¿Qué opina sobre esto?
—Para nosotros es fundamental porque permite una autonomía y una cercanía básica para trabajar, reivindicar y mejorar nuestro sistema educativo. La lejanía siempre genera problemas. Si ya estamos lejos de Mallorca para poder coger un coche e ir a la sede de la Conselleria de Educación para decirles lo que pensamos imagínate de Madrid. Lo que sí es cierto es que echamos en falta más coordinación y liderazgo desde el Ministerio para tomar medidas conjuntas y saber qué se va a hacer con el dinero. Es necesario una política común para saber qué parte se destinará a la contratación de profesores para bajar las ratios, para comprar material sanitario o para habilitar espacios. Esos acuerdos tienen que ser fundamentales y han de estar listos antes de las reuniones sectoriales de la ministra de Educación con los consellers.
—¿Cómo ven ratios de 20 alumnos y mesas de diez personas en las terrazas?
—Más de lo mismo. Una doble vara de medir que demuestra que la educación siempre está en un segundo plano. Lo veo como una manera de salvar la papeleta sin destinar más dinero a educación. Tienen que hacer lo posible para tranquilizar a las familias pero solo hacen trampas al solitario. Las declaraciones de Pedro Sánchez o Martí March son mentira. Tenemos que ser sinceros con la sociedad y decir que los colegios no serán lugares seguros.
—¿Es consciente de que va a generar mucho miedo con esta afirmación?
—Sí, pero es la verdad. Los niños son muy imprevisibles y con ellos lo de la mascarilla, la distancia de seguridad o los abrazos será muy complicado. Buscan colgarse medallas políticas, pero no han trabajado bien y hoy por hoy no son entornos seguros, a pesar de que los profesionales se van a dejar la piel para que todo funcione de la mejor manera posible. Además, con el tema de los asintomáticos habrá unos rebrotes muy importantes.
—¿Y con la limpieza?
—Ese es otro problema y otra realidad falsa que nos quieren vender. Nosotros, por ejemplo, llevamos años trabajando con dos limpiadoras y media que ya de por sí no daban a basto viniendo por la tarde. Ahora no sé cómo van a hacer para acudir por la mañana y limpiar espacios de manera mucho más frecuente si, por ejemplo, los ayuntamientos tienen los presupuestos colgados desde hace años por la Ley Montoro y no pueden contratar a nadie. Es todo mentira.
—También están los problemas de infraestructuras que usted lleva denunciando desde hace años.
—Es cierto. En nuestro caso, en el CEIP Can Misses, tenemos la suerte de tener un colegio antiguo con aulas muy grandes de las que ya no se construyen y que han permitido habilitar espacios. Pero otros centros, en cambio, ya llevan tiempo viendo como han ido desapareciendo aulas, comedores, despachos… y ahora pretenden que se inventen de donde no hay. Es todo un sin sentido.
— Y los planes de contingencia. ¿Han servido para algo?
—Realmente no. Hicieron que los centros trabajáramos duro desde julio con tres escenarios diferentes pero el 25 de agosto el conseller se despacha diciendo que no hay nada preparado porque todo lo que se tenía previsto se había hecho pensando en un escenario que no es el que tenemos actualmente. No han hecho su trabajo y ahora lo pagaremos todos. El exceso de confianza que han tenido con este tema es imperdonable.
—Entonces, según usted, ¿por dónde pasa la solución de este curso escolar?
—Fundamentalmente por aumentar los profesores. No estamos pidiendo una locura sino un profesor más por 150 alumnos, en nuestro caso tres para el CEIP Can Misses que tiene 440 alumnos. Con ello bajaríamos las ratios y algo muy importante, evitaríamos que los profesores de Música, Educación Física o Inglés o especialistas en Diversidad Funcional o Educación Especial hagan tutorías con el consiguiente descenso en la calidad educativa. Esto último es una vulneración de derechos y por eso desde la asociación estaremos muy pendientes.
—¿Cuántos profesores adicionales calculan que hacen falta en Ibiza?
—Unos 150.
—¿Con ello también se solucionarían las horas que tienen que dedicar los profesores y que también es un grave problema?
—Por supuesto. En Secundaria se ha ampliado las horas lectivas de los profesores porque al tener más alumnos tienen que dedicar muchas más horas a corregir y preparar las clases. Y al final, ellos son humanos, con lo que también se está viendo perjudicada la calidad educativa.
—Las ratios parece que no tendrán fácil solución…
—Es verdad. Superan la establecida para Primaria y para Secundaria y eso es porque se ha empleado el fondo especial del Covid del Ministerio de Educación para arreglar un problema que estaba muy presente desde hace años. No se ha empleado para todo lo que deja el coronavirus sino para un mal endémico de hace años. Una muestra más de que nos están engañando.
—¿Y de la presencialidad qué opina? Es algo que las administraciones repiten como un mantra.
—Creo que habrá un agravio comparativo entre aquellos que irán a clase solo unos días y los que lo harán todo los días. Los primeros saldrán perdiendo claramente pero ahora mismo parece un escenario muy difícil de asumir si no se solucionan problemas como el aumento de profesores o la mejora de infraestructuras.
—Ante todo esto, ¿son optimistas?
—Nuestro día es una montaña rusa. Hay días que estamos muy animados, ilusionados y con muchas ganas de solucionar este problema que nos ha tocada vivir y otros que, al escuchar lo que dicen los políticos y al ver las decisiones que toman o que no toman nos venimos abajo. Pero al final trabajamos pensando que es una moneda con dos caras, que los niños son lo más importante y que tenemos un trabajo maravilloso.