Hay quien dice que fue un rayo y otros que fue una bombona de butano que explotó sin saber por qué. Las causas del tremendo incendio que el viernes por la noche devoró parte del edificio de viviendas Albor en la calle Es Cubells del barrio de Can Misses, obligando a desalojar a unas cincuenta personas, aún se están investigando y llevará su tiempo. Sin embargo, lo que ayer quedó claro, menos de 24 horas después del tremendo susto, es que hay una familia que ha perdido buena parte de su vida.
Y es que mientras muchos curiosos se acercaban al lugar para cotillear y otros inmortalizaban con sus teléfonos móviles, sin rubor y ajenos a la desgracia que les rodeaba, los restos del desastre, dos mujeres y un joven recogían lo poco que se había salvado. Poco, muy poco, porque con la voz entrecortada el chico le decía a su madre que había encontrado un trozo de su álbum de boda entre un mar de cenizas en el que difícilmente resisten esqueletos de lo que hasta hace unas horas fueron sillas, macetas, la estructura del porche e, incluso un banco de pesas.
Son momentos muy duros que luego se multiplican cuando dentro del bloque de viviendas 33 -35, en una de las puertas nos encontramos con Marifé, una de las dueñas, que nos comenta con la voz entrecortada, las manos negras de recoger cosas y muy nerviosa, que aún no se explica como sucedió todo. «Estaba tranquilamente con mi nieto; nos saltó la luz y en un visto y no visto vimos el fuego llenar toda la vivienda sin saber qué estaba pasando y sin entender que todo fuera tan rápido y hubiera tantas llamas viendo la gran cantidad de lluvia que estaba cayendo».
Afortunadamente, rápidamente, para que se calme, sus familiares se la llevan del lugar para que desayune y desconecte por unos minutos. Mientras, ellos nos piden comprensión, paciencia y que les dejemos un poco tranquilas porque «lo hemos perdido casi todo lo que teníamos y ahora no tenemos fuerzas para casi nada».
«Todo fue muy rápido»
Llevan toda la razón. Les dejamos tranquilos y seguimos camino. Enseguida nos cruzamos con un perito que no para de entrar en las distintas viviendas que se han visto afectadas para ir valorando los daños que ha dejado el fuego. Son muchos ya que, según se puede ver desde el exterior de la calle, el incendio afectó a tres terrazas, además del bajo, dejando un rastro de cristales rotos, algunas ventanas destrozadas y parte de la pared marcada con ese color negro que deja el humo.
Pero ningún destrozo es comparable con el miedo y la experiencia que vivieron algunos de los vecinos y que posiblemente nunca olvidarán en su vida. «Ha sido un susto tremendo porque todo fue muy rápido, yo vi cómo avanzaban las llamas rápidamente desde mi lavadero y apenas tuve tiempo para sacar a mi familia de nuestra casa y ayudar a un vecino que vive en el primer piso y que tiene algunos problemas de movilidad al tener una pierna ortopédica», nos explica uno de los vecinos mientras espera la llegada del representante del seguro para que suba a su vivienda.
Afortunadamente, siempre hay algún ‘ángel de la guarda' al que dar las gracias. En este caso, para los residentes del Albor fueron dos bomberos, José Antonio, cabo y residente en el mismo edificio y cuyo piso también se ha visto afectado por el humo, y otro en un bloque colindante que, según pudo saber ayer Periódico de Ibiza y Formentera estuvieron ayudando desde el primer momento, antes de que llegaran al lugar una dotación con nueve compañeros desde el parque de Sant Rafel y los agentes de la Policía Local de Ibiza y la Policía Nacional. «Fueron unos momentos de locos porque todo fue muy rápido pero afortunadamente no ha habido daños personales ya que los habitantes del bajo han salido indemnes del incendio, incluyendo los perros que también tenían», explicó José Antonio mientras aseguraba que, al final, lo más importante es que todo el mundo esté bien, sano y salvo.