Desde hace más de un mes, tras la puesta en marcha de las medidas que obligan a presentar una PCR negativa para los viajeros extranjeros, ahora ampliada también a los nacionales, la llegada de vuelos internacionales con destino directo a Ibiza se paró en seco. Ayer a las 19:30 aterrizaba, con 20 minutos de retraso el Boeing 737 de Transavia Holland B.V., procedente de Amsterdan-Schiphol, y lleno hasta la bandera.
En una terminal semidesierta, cerca de una decena de taxis y tres personas que esperan en la salida exterior de las llegadas del aeropuerto. No está permitida la entrada, las puertas se abren solo desde el interior. Por fin se abren, y una primera oleada de viajeros aparece, todos con mucha prisa desaparecen en un instante, como la mitad de los taxis.
Esas prisas que empujan a estos recién llegados llega a recordar una huída. No es de extrañar, teniendo en cuenta que el primer ministro de los Países Bajos, Mark Rutte, anunció el pasado lunes un confinamiento «duro» y «drástico» pero «vital» de al menos cinco semanas, en el que se cerrará toda actividad no esencial. El número de invitados a una casa será de dos personas como máximo y hasta tres en Navidad. Así no es difícil entender esta especie de huída.
La segunda ola de pasajeros se hace esperar, el equipaje tiene sus tiempos, mientras se une hasta media docena de personas a esperar a sus allegados. Entre ellos está Juan Antonio, que espera a su hija Marta, que estudia una ingeniería y está de Erasmus en la universidad de Twente. Marta se hizo la PCR el pasado martes, el miércoles le dieron el resultado positivo y ayer aterrizó en su casa. Estará pendiente de cómo se desarrollan los acontecimientos para ver cuándo vuelve, pero espera estar de vuelta en Enschede el día 20 de enero para los exámenes.
Jaeli está esperando fuera a su abuela de 90 años, mientras su madre ha podido entrar a recibirla. Joana Joupi, a sus 90 años vive sola en un pueblo holandés, tiene vitalidad suficiente para viajar sola, cómo no iba a tenerla para hacerse la pcr a quilómetros de su pueblo hace un par de días. Esta Navidad en la que las medidas de su país son tan drásticas su familia ha decidido «pescarla» hasta, por lo menos el próximo día 7 de enero junto a su inseparable perrito. Si las medidas en Países Bajos no se relajan no descartan alargar su estancia lo que haga falta.
El número de taxis no pudo soportar la segunda oleada de viajeros y, por un momento, la cola en la parada nos recuerda la estampa habitual del aeropuerto en «los buenos tiempos». Con media hora de retraso en el vuelo, y sin taxis a la vista las caras se alargan. Bart y Hellen, apoyados en el carro que carga sus maletas, preguntan mientras hacen cola si no hay taxis. Llega uno. Esta pareja belga viene en principio para una semana, pero reconocen que probablemente alargarán su estancia en función de la evolución de la pandemia en su país. Tienen su propia casa en Ibiza, no tienen problema de estancia. Un grito de alegría llama la atención de quienes esperan en la cola, es Jaeli que ya ve a su abuela salir por la puerta.