Más de 30 caravanas se reparten en el solar que hay entre la carretera de Sant Antoni y las instalaciones de Gesa en Puig d'en Valls. Vehículos habitables de todos los tamaños y colores, con matrículas de distintos países, permanecen camperizados en esta finca privada.
Es un pequeño barrio de viviendas móviles en el que residen alrededor de medio centenar de personas con un espíritu de convivencia envidiable en otros barrios urbanos.
No se divisa un ápice de basura en los cerca de 7.000 m2 de la finca privada en la que se han instalado. Sí que es habitual ver a algún vecino que comparte un plato de cocido con otro, como el que un vecino le acerca a Iván. Otros charlan o pasean a sus perros, pero tampoco se ve ningún excremento en los alrededores.
Antonio es uno de los vecinos de este improvisado barrio. Trabaja como auxiliar en Can Misses y lleva un año viviendo en su caravana. Lanza toda una diatriba sobre el precio de la vivienda, del alquiler o la especulación inmobiliaria, que le llevaron a optar por este modo de vida y por lo que considera que «cada vez habrá más gente elija esta opción». Sin embargo, reconoce que se ha acostumbrado a vivir de este modo y que no tiene intención de cambiarlo. «Ya he probado esto y me ha gustado», asegura entre risas. Y es que el hecho de vivir en una caravana no supone, como en muchos casos se piensa, una vida marginal. De hecho, las personas con las que Periódico de Ibiza y Formentera ha hablado declaran vivir en caravanas como una opción de vida. No obstante, reconocen que no todos los que viven en esta especie de cámping comparten esta visión. El problema del precio de la vivienda en Ibiza es una de las razones que ha llevado a familias, algunas incluso con bebés, a vivir de este modo tan digno como incómodo, tal y como reconocen algunos de los vecinos.
El perfil de quienes viven en estas condiciones es variado, pero la gran mayoría son trabajadores: personal sanitario, auxiliares, enfermeros, un celador, una dentista, cocineros y cocineras y empleados de distintas empresas. Solo una de estas personas se encuentra en paro.
Antonio reúne a un grupo de vecinas y vecinos: Isa, Daniel, Marta, Aida, Rocío, Marc e Iván, que relatan su visión sobre lo que significa vivir en una caravana en Ibiza. De primeras, Iván se muestra reacio ante la presencia de los medios: «Es que siémpre que salimos en los periódicos hablan mal y acaba viniendo la policía», argumenta. «Aunque podría pagar 200 € por una vivienda, seguiría viviendo así», asegura Isa, que lleva tres años residiendo en su caravana con su pareja. Marta pone en valor el hecho de vivir «en contacto directo con la naturaleza», y opina que «Ibiza es un lugar idóneo para este estilo de vida, pero no está preparada».
Echan en falta infraestructuras públicas con lugares acondicionados para verter las aguas residuales o recoger agua, «tal y como se puede encontrar por toda Europa, donde el uso de caravanas está totalmente normalizado», apunta Daniel. Estarían de acuerdo en pagar unas tasas justas por poder disponer de un espacio público habilitado. Marta incluso propone arreglar ellos mismos ese solar con permiso de la propiedad. Aseguran estar estudiando formar una asociación desde la que poder reunirse de manera oficial con las instituciones correspondientes y plantear sus propuestas y reclamaciones.
Prohibido acampar
Según la normativa municipal, está prohibido acampar con caravanas en todo el municipio, No obstante, al encontrarse en un terreno privado, la Policía sólo podría intervenir si estuvieran acampados, es decir, si desplegaran toldos o sacaran algún elemento al exterior del vehículo, y no es el caso. Tanto furgonetas como caravanas tampoco pueden hacer uso de los párkings disuasorios, reservados solo para turismos. Aida no es la única que ha sufrido alguna multa en este sentido, y achaca a esta norma el que poco a poco se hayan acabado concentrando en este lugar. De hecho, Daniel explica que la Policía les recomienda que se ‘muden' a este solar cuando se encuentran estacionados en otros lugares de la isla.
Ahora temen que vayan a vallar el terreno, ya que, según cuentan, «alguien del Ayuntamiento» se lo comunicó hace unos meses. «Parece que es feo para la ciudad que nosotros vivamos aquí», asegura Rocío, que no encuentra otra explicación a que el Ayuntamiento pueda querer echarlos de aquí.
Por parte del propietario no han recibido ningún tipo de queja directa, y aún así han intentado localizarlo sin éxito. Sin embargo, desde el Ayuntamiento reconocen que no se puede vallar un terreno privado. Es el propietario quien debe hacerlo, pidiendo un permiso para ello. En este sentido, el Consistorio admite que su departamento de Urbanismo recibió el pasado noviembre dicha solicitud por parte de la propiedad. Ahora mismo el trámite está a la espera de un informe favorable de carreteras que se solicitó al Consell d'Eivissa, responsable de este ámbito, y que de momento no se ha resuelto.
Cada uno tiene sus anécdotas durante la época de confinamiento. A Rocío le pilló en Talamanca y, si bien asegura que la misma Policía Local le acotó un espacio alrededor de la caravana, poco después la invitaron a dejar ese mismo lugar. De ahí marchó al terreno de un amigo, que también tuvo que dejar para no crearle problemas. A Marta le advirtieron dos veces que sería sancionada por estar comiendo fuera de su caravana en Cala d'Hort y en Sa Punta.
Y es que llevar la vida sobre ruedas no es fácil del todo. Se se las tienen que apañar, por ejemplo, para deshacerse de las aguas residuales. A Daniel un amigo le permite verterlas en su baño, Marc usa un ‘water seco' y lo vierte en el contenedor y hay quien aprovecha el baño de las gasolineras.
Las lavanderías se convierten en un servicio indispensable a la hora de hacer la colada. Cada uno a su manera: consumiendo lo justo y necesario, usando placas solares y midiendo hasta la última gota del agua que recargan, por ejemplo, en Sant Rafel.
Viven, según dicen, de una manera mucho más ecológica que la mayoría de las personas. «Allí donde vamos, limpiamos el sitio en el que nos quedamos, y de alguna manera estamos limpiando la isla» asegura Isa. En este sentido, el ecológico, también reivindican el ‘turismo de caravana', que consideran menos agresivo y respetuoso con la naturaleza que las construcciones de hoteles que destruyen la costa ibicenca.