Francisco Ferrer (Ibiza, 1964) es una de las personas que más años lleva trabajando en el Grupo Pacha. Concretamente, 36. Entró en 1985, cuando estudiaba Turismo y ya despuntaba como organizador de fiestas. Su historia refleja también la evolución de las tendencias y de la marca más emblemática de Ibiza, esas cerezas con las que se siente plenamente identificado: «Estoy muy orgulloso de ser unas cerezas con patas». Conoce la noche, el baile, las relaciones VIP y la fiesta como pocos. Embajador de la marca Pacha, ejerce de codirector de Lío, pero muy pronto dará un nuevo salto internacional para llevar fuera de Ibiza la experiencia del cabaret más famoso del Mediterráneo.
—¿Cómo era Ibiza antes de su llegada a Pacha?
—Nací cuando Ibiza estaba todavía virgen y cuando empezaba todo, una época muy bonita porque era una Ibiza muy auténtica. He de decir que tras el confinamiento, y ahora que puedo moverme por la isla, me he dado cuenta de que hay sitios muy auténticos todavía, que conservan su originalidad, como el norte, la zona de Sant Carles, todas sus playas y calas… Veo que sigue siendo muy auténtica esa zona, tiene carisma; también Sant Joan, donde se respira y se vive la autenticidad, que también es la magia de Ibiza.
—¿Cómo empezó en Pacha?
—Yo caí en Pacha en 1985; en concreto, el 1 de mayo de 1985. Estudiaba Turismo y organicé, como delegado de clase, una fiesta en Pacha para recaudar dinero para el viaje de fin de curso. La fiesta fue un desastre, pero allí conocí a Ricardo [Ricardo Urgell, fundador de Pacha], a Piti [su hermano] y a Betina, que era la novia de Piti. Y bueno, a partir de ahí empiezo a hablar con ellos y me ofrecen entrar en Pacha para llevar todo el tema de la preventa. Y así empecé, yendo a las agencias de viajes, tocando puertas. Como anécdota, el precio de las entradas era de 500 pesetas e incluían una copa. ¡Imagínate, 3€ de los de ahora! Abríamos a las 11 y tenían que entrar antes de la 1, pero funcionó de maravilla y fomentó que viniera gente desde bien pronto. Luego también empecé a ayudar al equipo artístico y en la promoción publicitaria con los artistas. La verdad es que era otra época: era cuando los pasacalles eran pasacalles de verdad, algo muy bonito y algo que, así como ha evolucionado la isla, se ha ido perdiendo en Ibiza. Y, de repente, empecé a ir por la noche, e incluso cuando las bailarinas no llegaban a tiempo yo mismo subía al pódium y bailaba. Era la época de las galas juveniles que eran un bombazo.
—¿Y cuál fue su papel a partir de entonces?
—A partir de ahí, asumí la dirección artística, y la verdad es que fui asumiendo roles a medida que se iban yendo otros compañeros. Y llega un momento en el que empiezo a viajar a Londres con Piti para ir a negociar todas las fiestas, cuando empezó Renaissance o Ministry of Sound. De hecho, la primera fue la de Moon Dance con José Padilla, que desafortunadamente falleció el año pasado. Y a partir de allí ya se asentó David Guetta; de hecho, fui el primero que le di la oportunidad de pinchar en Pacha, porque unos amigos me lo presentaron. Me convertí en la persona en Pacha que negociaba con los promotores; negociaba casi todo yo, por lo menos el 80%, por no decirte el cien por cien. De hecho, cuando empezaron todas las fiestas, en los 90, yo viajaba mucho a Madrid, porque teníamos Pacha Madrid y fue clave para dar a conocer la marca y cuando empezó el boom de franquicias de Pacha alrededor de España y luego del mundo.
—Y en el nuevo siglo nace Lío…
—En el año 2000, Ricardo vino y me dijo que iba a coger Lío, pero que lo cogía solo con la condición de que yo me involucrara y, bueno, yo encantado porque como espacio era muy bonito y, además, ya le dije «si yo soy un Pacha con patas». Así que creamos lo de Lío y estuve de director junto con otro compañero. Luego, después de la venta, pasé a ser el brand ambassador y ahora soy tanto el embajador de la marca como el director de Lío junto con Joan Gràcia. ¡Nada muy divertido!
—O sea, que al final está en todas….
—Bueno, al final hago un poco de todo porque estoy en Pacha y estoy en Lío; en Pacha estoy con todo lo que es imagen y creatividad, y aparte con todos los clientes y VIP's del Grupo y en todo lo que es crecimiento con Lío. Vamos, muy aburrido todo.
—¿Cómo es su día a día en el trabajo?
—Abarco tantas cosas... Pero el día a día es trabajar en equipo, tener un equipo como el que tenemos en la compañía es un placer, con compañeros que llevan muchísimos años. En invierno creamos lo que queremos hacer en verano, y no solo crear, también supervisar y viajar por el mundo para ver qué ocurre fuera y estar al día para continuar trabajando con nuestra expansión. Y luego, en verano, el día a día es gestionar todo lo que es abrir un local como Lío, Pacha o Destino, que lleva muchas connotaciones. Primero has de ejecutar todo lo que quieres hacer y, luego, resolver todos los problemas que van surgiendo sobre la marcha y a diario, pero sí que es verdad que todo lo que en invierno se puede prever y avanzar ayuda mucho en verano. No somos una fábrica de tornillos, sino de ilusiones: esa es la magia de nuestro trabajo.
—¿Por qué Lío triunfa cada verano?
—Siempre lo digo: Lío es, si lo explicas llanamente, un restaurante con cabaret y espectáculo, y en el que luego puedes seguir la noche tomándote unas copas en un miniclub sin tener que moverte, sin necesidad de coger el coche y puedes estar hasta las 4, 5 ó 6 de la mañana. Eso es puramente Lío, pero, claro, si digo esto no sorprendo a nadie, ¿verdad? Y es porque Lío es mucho más, una experiencia que tienes que vivirla, tienes que llegar, ver dónde está ubicado, entrar por esa puerta, sentarte, que vengan los artistas, que te susurren... Tienes esa maravilla de fondo, que es Ibiza, que eso en sí ya es un espectáculo. Y, entonces, empieza el show; empiezas a cenar y llega un momento en el que no sabes ni dónde estás, te sumerges en la experiencia y de repente casi estás bailando encima de la mesa. Para mí, lo bonito que ofrecemos es que la gente tiene la posibilidad de vestirse, de ponerse guapa y venir, y llega un momento en que te hacemos olvidar tu día a día y bailar… Y te ríes con tus amigos, que encima, cuando se marchan te dicen que ha sido el mejor día de sus vidas, pues esa es nuestra droga: nos crea satisfacción y nos da fuerza para volver al día siguiente y aguantar todo lo que aguantamos.
—Se ha convertido en cita ineludible para los famosos.
—Es muy gratificante que cualquier famoso que viene a Ibiza, o una persona de renombre, quieran venir a Lío. ¿Por qué? Pues porque Lío es un sitio al que hay que ir. Y lo bonito no es que vengan, porque no les invitamos, vienen porque quieren, hacen su reserva y pagan su cuenta; lo bonito es que, a pesar de que son personalidades, disfrutan igual que cualquier otra persona, y de verdad creo que quieren volver porque es una noche en la que se convierten en uno más de la experiencia y pasan más desapercibidos, porque la gente está inmersa en todo lo que ocurre y no en ellos.
—Cuente alguna anécdota divertida que ha vivido en Lío.
—¡Hay muchas, mil! Más que divertida, tengo dos que me llaman más, que son más bien parte de todo lo que significa para mí como ibicenco formar parte de todo esto, porque de repente que te llamen en agosto para pedirte mesa y que la persona que te llama te diga que es Will Smith... Y realmente era Will Smith. Llegó y bajó del coche llamándome «Francisco, Francisco»… O cuando vino Valentino con Anne Hathaway. Yo conozco mucho a Valentino y teníamos un número en Lío con la canción de My Song de Elton John y subíamos siempre a una chica al escenario. Entonces fui a donde estaba Valentino y le dije: “Quiero subir a Anne”, pero me dijo que no, que no, que no podía ser, pero al cabo de cinco minutos me llamó y me dijo: «Hazlo, puedes». Y entonces, empieza el número y las 500 y pico personas que estaban allí vieron que subía Anne y fue maravilloso y espectacular, cómo se desenvolvió ella, lo natural, humana y cercana que fue.
—El verano pasado, Lío pudo abrir unas semanas y se llenó cada noche.
—Este año pasado ha sido un estrés. Tuvimos la suerte de que, como somos un restaurante, pudimos abrir y hacer el espectáculo; por supuesto, cumpliendo con todas las normas y, además, adaptándonos, pero, claro, imagínate con todo lo que es Lío y todo lo que te he contado, pues imagínate un Lío en el que no puedes levantarte de la silla para bailar. Desde el momento en que llegaban les tomábamos la temperatura, les dábamos una mascarilla y ya les avisabas de que no se podían levantar. Yo tenía un eslogan: «Si levantas el culo de la silla, ponte la mascarilla», pero, claro, no podían bailar; los bailarines tampoco podían ir entre el público, etcétera... Pero la verdad es que aún así la gente se lo pasó estupendamente, la verdad es que la gente lo entendía, y muy contentos con la experiencia.
—¿Cree que este próximo verano se podrá volver a bailar?
—¿Esta próxima temporada? ¡Perfecta y divina! No, hay que ser realistas, veo que será un poco, desgraciadamente, como el año pasado. Tendrían que llegar muchas vacunas y que se relajara esa tensión hospitalaria; hasta que no baje eso, da igual lo que digamos tú o yo porque eso va a estar complicado y, desgraciadamente, la noche somos los más malos, porque la gente se supone que se contagia más, aunque es verdad que con dos copas uno se olvida un poco más de las leyes y de cualquier cosa. Esperemos que por lo menos dejen abrir, aunque sea con limitaciones, y que permitan que haya una actividad económica, con esas limitaciones, claro y, por supuesto, cumpliendo la ley.
—¿Vamos a ver un Lío en algún otro lugar del mundo?
—¡Claro que sí! Ya lo hemos exportado. Hemos estado en Londres durante un mes y medio. Estuvimos en La Rambla de Barcelona, que fue nuestra primera experiencia fuera de la isla y el primer aprendizaje. Y en Londres triunfó, y además conseguimos crear el vibe de Lío. Además, estamos acostumbrados a trasladar el espectáculo para eventos privados. También estuvimos en Cerdeña en 2019 y este próximo verano daremos otro salto fuera de España con un Lío y un Destino que pronto anunciaremos. Tenemos muchos más proyectos, pero hasta que sean realidades no queremos hablar de ello, pero sí, hay Lío para rato.