Los Apartamentos Don Pepe albergan una comunidad de vecinos bien avenidos, «una comunidad a la antigua». Un conjunto de gente trabajadora que se ha unido más que nunca estos días ante la amenza de desalojo que pesa sobre el edificio A, un año después del desalojo de sus dos primeras escaleras.
Periódico de Ibiza y Formentera ha visitado puerta a puerta a la mayoría de los residentes de las escaleras que quedan por desalojar. Algunos apartamentos ya se encuentran llenos de cajas con los enseres listos para cargar en cualquier momento, otros se hallan en perfecto estado de revista, con las estanterías llenas y los cuadros colgados. Tienen claro que de allí no se mueven, por lo menos sin una orden judicial.
Han tenido una semana muy difícil. Desde la llegada del aviso de desalojo, las noches en los Don Pepe se pasan en vela, y aunque el pasado martes el Ayuntamiento de Sant Josep paralizó las acciones emprendidas en ese sentido, no acaban de sentirse del todo saliviados: «Es una pausa en el camino, pero no hay nada ganado todavía», tal como describe Javier Galicia, del 4º dcha.
La indemnización económica, unos 20.000 euros por vivienda, y los dos meses en los apartamnetos Bon Sol que les ofrece como solución el Ayuntamiento les parece poco menos que una ofensa: se verán en la calle en pleno me de agosto.
Las reivindicaciones de los vecinos coinciden en la mayoría de los puntos. Pocos han sido los que no hayan insistido en mostrar a Periódico de Ibiza y Formentera los muros y paredes de sus apartamentos, libres de toda grieta. Reconocen el mal aspecto del edificio en su fachada, pero lo achacan a la falta de mantenimiento. Mantenimiento que no pueden llevar a cabo, pese a tener el proyecto y el dinero listos para acometerlo, por falta de licencia municipal, la clave de este embrollo, que el Ayuntamiento lleva años resistiéndose a conceder.
Los vecinos se preguntan qué «intereses ocultos» puede haber detrás de esta operación para la que no encuentran otra explicación.
Otro punto común entre los recuerdos del vecindario es la visita que recibieron del actual alcalde, Ángel Luis Guerrero, durante su etapa como concejal de Urbanismo, una visita desagradable en la que «en tono chulesco nos aseguró que, sí o sí, nos acabarían echando». Además, aseguran que la solución que les ofreció para sus mascotas, que no estarían permitidas en los Bon Sol, no fue otra que «la perrera». No es de extrañar pues el poco o nulo afecto que esta comunidad siente hacia el alcalde de su municipio.