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Música

«Nunca se puede tomar al público por idiota ni presuponer que es lo que quiere o necesita»

El músico catalán Santi Balmes, cantante de Love of Lesbian, repasa la actuación del grupo en el festival Sueños de Libertad que se celebrará el sábado 24 de julio en el muelle comercial del Puerto de Ibiza

Balmes, primero por la derecha, junto a sus compañeros en Love of Lesbian, Jordi Roig, Julián Saldarriaga y Oriol Bonet.

| Ibiza |

El próximo sábado 24 de julio el muelle comercial del Puerto de Ibiza acogerá la primera actuación en casi 25 años de trayectoria del grupo catalán Love of Lesbian. Será en el marco del festival Sueños de Libertad en el que también están confirmados Yotuel de Orishas, Ana Tijoux, Muchachito Bombo Infierno y como representación ibicenca Billy Flamingos. Con un formato aún por confirmar por parte de la organización, el líder de la banda, el cantante, compositor y novelista Santi Balmes (San Vicente dels Horts, Barcelona, 1970), analiza para Periódico de Ibiza y Formentera su debut en la isla, la situación de la cultura en nuestro país, la trayectoria del grupo desde sus inicios, el concierto que ofrecieron en el Palau Sant Jordi de Barcelona el pasado mes de marzo como prueba piloto tras el coronavirus, o todo lo que rodea a su último trabajo discográfico, V.E.H.N. (Viaje épico hacia la nada), que tras publicarse a principios de este año 2021 se fue directo hasta el número 1 en las listas de ventas en España.

—En 2021 están cumpliendo 24 años de trayectoria. Comenzaron en 1997 y se han convertido en uno de los grupos más importantes de España. Sin embargo, hasta ahora nunca habían actuado en Ibiza. ¿Cómo ha podido ser posible?
—Eso mismo nos preguntamos nosotros. Creo que es algo inaudito con todos los amigos que tenemos allí. Tal vez haya sido por falta de interés de los organizadores de festivales o de los ayuntamientos que organizan los conciertos. Y fíjate, lo que son las cosas, después de casi un cuarto de siglo, actuamos ahora con la que está cayendo.

—Lo hacen en Sueños de Libertad. Aún no se sabe como será el formato. ¿Eso les inquieta?
—En parte sí porque hay un gran lío en vuestra zona, con un altísimo índice de contagios por coronavirus. Está claro que hay incertidumbre de como será el concierto y como afectará a la venta de entradas. Lo malo es que casi hasta el último día estaremos pendientes de posibles cambios como nos ha pasado en otras ocasiones. Pero bueno, ahora lo que toca es cuidarnos lo mejor posible y hacer lo que queramos siempre actuando en consecuencia.

—Love of Lesbian fue un ejemplo con el concierto que ofrecieron en el Palau Sant Jordi de Barcelona en marzo con más de 5.000 personas. ¿Sentaron un precedente?
—Al menos abrimos un camino para demostrar que la cultura es segura. Estamos muy orgullosos de lo que sucedió porque se sentaron unas bases y unos protocolos de seguridad que otros muchos que quieran organizar conciertos después pueden cumplir. La clave está en hacer las cosas con cabeza, siendo valientes pero no inconscientes.

—El problema es la falta de un mando común sobre esto...
—Sin duda. Cada comunidad tiene sus propias leyes y estamos en manos de las paranoias de cada político de turno.

—¿Cree que en este tiempo de pandemia la cultura ha sido ninguneada?
—Era algo de esperar en un país como el nuestro donde nunca se ha defendido la cultura como se merece. Durante mucho tiempo casi ha parecido más una amenaza que una actividad que contribuye al pensamiento humano.

—Lo cierto es que casi siempre ha quedado en un segundo plano en las políticas de todos los partidos.
—Sí y por eso lo que hemos visto ahora es la confirmación de algo que se llevaba arrastrando desde hace años. Pero también te digo que los músicos estábamos preparados porque con el paso del tiempo hemos aprendido a hacernos fuertes y ya casi nada nos coge de nuevas. Somos conscientes que cuando hay un pastel para repartir nunca recibimos nada porque nos dejan en para veamos desde la vitrina como otros se lo comen.

—Este año han sacado nuevo disco, V.E.H.N (Viaje épico hacia la nada). Los 12 temas los compuso usted. ¿Encontró la inspiración en la pandemia del coronavirus?
—Realmente no porque comenzamos a pensar en él prácticamente al día siguiente de sacar el disco anterior. Esto es un no parar. Apenas descansas pensando en el nuevo disco porque, entre otras cosas, no conozco a ningún creador medianamente interesante que quiera vivir de lo que ha hecho en el pasado.

—¿Y por qué componer todos los temas?
—Porque me sentía en la necesidad de probarme a mí mismo. En Love of Lesbian nunca trabajamos pensando en el mercado ni en lo que demanda la sociedad en cada momento. Además, en ocasiones, una canción que nos ha parecido buena, con todo el ajetreo de giras y demás, puede acabar por grabarse cuatro años después.

—Ahora que muchos grupos o cantantes apuestan por un mensaje optimista, ustedes tienen legras en V.E.H.N que no lo son. ¿Eso es ir a contracorriente?
—Es que nunca hemos tenido en cuenta las necesidades del mercado. Siempre hemos sido así de idiotas, para bien o para mal. Siempre hemos querido componer y cantar lo que nos sale de dentro, los que nos pide nuestro estado de ánimo, independientemente de lo que esté de moda en el mercado de la música.

—¿Con sus letras elaboradas y su forma de hacer música han demostrado que hay otra forma de hacer pop?
—Tal vez sí. No se puede tomar al público por idiota y presuponer que es lo que quiere o necesita. Como si no fueran capaces de escuchar otra cosa que no fuera una frase sencilla y un estribillo repetitivo que se queda grabado en la mente rápidamente. En este sentido nosotros, como decía aquel eslogan de La2 de TVE, siempre nos hemos dirigido a una inmensa minoría.

—Ismael Serrano me dijo una vez que para él era muy satisfactorio que un disco suyo se escuchara varias veces para encontrar el sentido a todas sus letras.
—Completamente de acuerdo. Es como disfrutar de una buena película a la que por mucho que la veas siempre le sacas algo nuevo. La letra de nuestras canciones cuenta con varias capas para que al final sea una experiencia que se prolongue en el tiempo. Desgraciadamente, eso pasa con muchos temas del pop actual. Se te queda rápidamente grabado un estribillo pero al cabo de un año nadie se acuerda de ella.

—Entre las canciones de su último disco esta Eterna revolución donde se habla de liberación pero también de extremismos. ¿Es más necesario que nunca hacer un llamamiento a la calma?
—Creo que hay que dar un toque de atención ante el radicalismo que vive nuestra sociedad. Vivimos a golpe de efecto y con una sociedad muy polarizada que realmente da miedo.

—El peligro de que todo sea blanco o negro, sin grises.
—Correcto. Yo intento luchar en mi día a día contra esto y enfatizar con todo el mundo porque creo que nadie tiene la razón absoluta. Tenemos que tener libertad para opinar. Lo malo es que ya partimos de un posicionamiento previo que no nos permite escuchar la opinión del contrario. Es algo que está instalado en las entrañas de España, provocando que todo esté a flor de piel, haciendo que saltemos enseguida como si tuviéramos un resorte. Por eso creo que ahora más que nunca es necesario contar hasta diez y ser más receptivo.

—A veces es complicado hacerlo con todo lo que rodea a las redes sociales.
—Sí y por eso, muchas veces cuando leo Twitter o veo Facebook, siento la necesidad de alejarme de todo. Es el momento de disfrutar del silencio y poner las cosas en perspectiva.

—Volviendo a su nuevo disco. En él hay muchos estilos musicales. ¿Por qué?
—Por la necesidad de probarnos a nosotros mismos y saber hasta donde podíamos llegar. Sentirnos capaces de hacer temas más sofisticados junto a temas más primarios con otros de estilos muy diversos.

—Además cuentan con colaboraciones como las de Enrique Bunbury en Sur o la de Cristina Martínez de El Columpio Asesino en Catalonia Bondage.
—Ha sido un lujo para los sentidos contar con ellos en este disco porque nunca hemos pensado las colaboraciones en función del mercado o de lo que nos pueda suponer a nivel de ventas o repercusión. Siempre hemos hecho lo que hemos querido y en el caso de Enrique Bunbury es un reflejo de admiración mutua porque es uno de los grandes de nuestra música. Mientras, Cristina es una gran colega, una cantante estupenda con la que siempre nos ha encantado tocar en directo en festivales.

—¿Y ya la última. ¿Cuándo comenzaron en 1997 se imaginaron alguna vez con llegar a ser lo que son ahora?
—Ni en broma. Nunca pensamos en alcanzar tanto éxito. Pero tampoco en sobrevivir y durar tanto tiempo porque en estos casi 25 años de carrera hemos visto muchas bandas y cantantes surgir después de nosotros, adelantarnos a toda velocidad, llegar, y luego pegarse el golpe hasta quedar en absolutamente nada.

—Aguantar con todo lo que ha cambiado la música siendo fieles no suena fácil.
—No lo es porque en todo este tiempo han pasado varias generaciones que demandan otro tipo de música. Pero luego lo interesante es que muchos de ellos acaban viniendo a nuestros conciertos.

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