Más de una docena de comerciantes y vecinos del barrio de la Marina se coordinaron ayer a partir de las 11.00 horas para hacer la limpieza ellos mismos de sus calles. Dos de las calles del barrio que sufren «problemas endémicos» en cuanto a la limpieza, tal como explica el presidente de la Asociación de Vecinos de La Marina, José Vaquer, son las calles de la Mar y la calle de sa Xeringa, donde precisamente se organizó esta protesta vecinal cívica. Vaquer insiste en que el problema de la limpieza en el barrio «viene desde que hace décadas, desde que llegó el turismo masivo». El presidente de la asociación pone el foco en que durante la temporada de verano «este barrio sufre mucha presión y el Ayuntamiento de Eivissa debería poner más medios para mantenerlo más limpio». Asegura que esta calle se baldea solo una vez a la semana, «lo que nos gustaría es que se hiciera más a menudo y que se facilitara el acceso a la hidrolimpiadora quitando los pilotes que hay en cada extremo de la calle», demanda el vecino. No deja de lado la responsabilidad cívica de quienes «pasean y disfrutan, y a veces beben más de la cuenta y dejan tiradas colillas, latas de cerveza, vasos e, incluso, hacen sus necesidades. Por la mañana te puedes encontrar todo un reguero de cosas». Sin embargo Vaquer insistía ayer en que «esto también ocurre en otros lugares, como en el puerto. El problema en la Marina es que aquí no se limpia con hidrolimpiadora».
El representante de los vecinos explicaba que ya ha podido trasladar sus quejas al concejal del barrio, Pep Tur. “Él ha pedido a los responsables del servicio de limpieza, la empresa concesionaria Valoriza, que se preocuparan especialmente de esta zona», precisó. Vaquer agradeció que, desde entonces, «en esta semana ya han baldeado dos veces y han intentado meter la hidrolimpiadora. Hacen lo que pueden. Pero la realidad es que al centro de la calle no pueden acceder y los únicos que dejamos esto en condiciones somos los vecinos y los comerciantes de la misma calle».
Vaquer explicó ayer que en su barrio «amamos Ibiza y estamos enamorados de esta ciudad, tenemos un entorno precioso y con una armonía y belleza enormes. Lo que pasa es que cuando hay un problema de este tipo, que en realidad es una cosa pequeña, nos afea mucho». Vaquer hizo un símil para explicar que «es como una peca que acabas percibiendo como una gran verruga. Es un entorno precioso que da acceso a la muralla y Dalt Vila, que son patrimonio de la humanidad».
«Estoy harta de que se orinen»
Nadia Comedecci regenta uno de los negocios de la Calle de La Mar. Aplaude la iniciativa de la Asociación de Vecinos, que ella misma estuvo organizando junto a Vaquer. «Estoy harta de ver que hay gente que se mea aquí, incluso a plena luz del día. Soy la única que echa cubos de agua y lejía para limpiarlo». Admitía que «llevamos dos días que la calle está más limpia que nunca, hay que tener fe», y apuntó a la importancia de la limpieza de este barrio ya que «si queremos tener turismo de calidad, hay que ofrecer calidad. Una vez que han quitado todos los barcos de aquí», señalaba el puerto con el dedo, «para no hacer ruido y no ensuciar, es una contradicción que no tengan esto en condiciones». Comparaba, además, las condiciones de su barrio con las de otros barrios de España: «Te vas a los barrios antiguos de Andalucía, por ejemplo, y están muy bien cuidados. En cambio aquí se ve una dejadez total», precisó.
«Debería estar más cuidado»
Ana Álvarez es vecina de Nadia. Es la responsable desde hace tres años de la tienda de ropa Alma y también se apuntó ayer a la limpieza colectiva de su calle. Cada mañana le dedica un mínimo de 15 minutos a la limpieza de su zona. Álvarez explicó ayer que cada mañana, al abrir su negocio, se encuentra “meados, colillas, basura y de todo. Incluso me he llegado a encontrar una bolsita aquí con el excremento dentro. Aquí no suelen venir a limpiar nunca y cada comerciante nos ocupamos cada mañana de limpiar nuestra parte». La iniciativa de ayer le parece una buena idea «a ver si limpian un poco más, que nosotros pagamos nuestros impuestos como todos los demás». También destacó la condición de Patrimonio de la Humanidad, de las murallas y de Dalt Vila,y de que este barrio que le da acceso directo «debería estar más cuidado; el turismo es el que nos da de comer y todo está hecho un desastre». Aseguraba también que algunos de los turistas que transitan la calle le hacen llegar su desagrado, tanto por los olores como por «las baldosas que están estropeadas y algunos se tropiezan».
«Preciosa pero sucia»
Lugardita Ramírez trabaja desde el año pasado en la tienda de ropa Vintage. Coincidió ayer con sus compañeros a la hora de enumerar los desperdicios que se encuentra cada mañana con sus vecinas y no se explica «cómo no vienen a limpiar más. Aquí no viene nadie y a saber lo que pasaría si no limpiáramos nosotras». Se declara enamorada de esta calle de La Mar: «Es una pena que se hayan olvidado de esta calle con lo bonita que es, es una de las más bonitas de la isla pero nos han olvidado». Señala un rincón y explica que «allí cada día se mea un perro y entra toda la peste en la tienda con todo el calor que ha hecho este verano. Al final lo limpio yo misma, pero no entiendo que no vengan a limpiar los del Ayuntamiento, que es su trabajo, ¿no?». «Es una calle preciosa pero siempre está sucia, y es una pena», zanjó Lugardita.
«Cada día una sorpresa»
Paula Bonet, empleada de Ibiza Bagús desde hace tres años, explicaba ayer que cada mañana «lo primero que tengo que hacer es coger la fregona y limpiar todo lo que te encuentras». La descripción explícita de lo que se encuentra cada mañana es, inevitablemente, escatológica: «Te encuentras orines y excrementos, tanto de perros como de humanos que por la noche vienen a esta calle a hacer sus necesidades. También hay que quitar cucarachas, botellas de vino, tarrinas de helado… de todo». Sin embargo, Bonet se lo toma con buen humor: «Es como un huevo kinder, cada día te encuentras una sorpresa». Observa también que, «es verdad que en esta calle apenas hay papeleras en todo su trayecto». Efectivamente, hay dos, una en cada esquina. Lo que peor lleva son los olores, «que en una calle tan transitada como ésta es vergonzoso llegar y huela a meado como huele».