El nuevo obispo de Ibiza y Formentera, Vicent Ribas (Ibiza, 1968), ha sido capaz de mantener en secreto su nombramiento desde el 7 de septiembre. Tras hacerse público ayer por la Santa Sede, Ribas se convierte en el decimocuarto obispo de las Pitiusas y en el quinto nacido en Ibiza.
Siempre ha sido una persona cercana, ¿desde ahora le tenemos que tratar de monseñor?
—No, la gente me tiene que tratar igual que siempre. Soy el mismo.
En realidad, muchos en las Pitiusas ya esperaban que usted fuera el elegido. ¿Esperaba ser nombrado obispo?
La verdad es que no. La gente decía que yo iba a ser el próximo obispo, pero no me lo esperaba. Esa es la verdad.
Conoció el nombramiento en septiembre, ¿qué es lo primero que pensó?
—-Pensé en la Diócesis de Ibiza; en los grandes obispos que he tenido y en la gran responsabilidad que es. Da miedo, realmente da miedo por todo lo que está pasando hoy en día en relación a otras noticias y por cosas que están pasando en la Iglesia. Siempre me he sentido muy limitado, pero creo que Dios no elige a los capacitados, sino que capacita a quienes escoge. Con mucha humildad y confianza aprobé esta propuesta del Santo Padre.
El nombramiento habrá sido todo un orgullo para su familia y para el pueblo de Santa Eulària.
—Ahora viene lo difícil porque quiero mucho al pueblo de Santa Eulària, que ha sido mi parroquia durante trece años. La gente sé que estará contenta, aunque intentaré ir mucho por allí.
Hablaba de la falta de vocaciones o de feligreses en las parroquias pitiusas. ¿Cómo se podría cambiar esta situación?
—Se podría seguir con el mismo mensaje, aunque con una nueva manera de anunciarlo. Es un reto y no hay que desanimarse porque el mensaje de vida y salvación es algo bueno, muy bueno y necesario para todos.
Su nombramiento coincide con el Sínodo.
—Sí, ahora habrá muchas reuniones o convocatorias en Madrid. Primero será a nivel diocesano, después nacional y ya en el 2023 a nivel de la Iglesia universal.