Llega el día de Reyes por la mañana y con él la pasión en Ibiza por disfrutar de un buen roscón. Un dulce que, sin embargo, no es tradicional de la isla ya que son muchos los que piensan que el verdadero artífice de que se haya hecho tan popular es Gonzalo González, pastelero creador de La Canela.
No les falta razón. En el mes de diciembre de 1986 González elaboró una treintena de roscones sin saber como iba a funcionar la cosa y hoy, 35 años después, pueden salir de los cuatro hornos que tiene esta pastelería del número 54 de la calle Aragón unos 3.000 en apenas dos días.
Según aseguró ayer a Periódico de Ibiza y Formentera, el actual encargado de La Canela, Jaime Loaiza, el 5 y 6 de enero son los dos días en los que más se trabaja en todo el año. «Normalmente tenemos una plantilla de 20 profesionales dedicados a distintos menesteres en la empresa, pero cuando llegan Reyes una docena están únicamente dedicados a los roscones, incluyendo dos que solo realizan las tareas de añadir las frutas y hornearlos».
Algo, esto último, que es sumamente importante. «Es, sin duda, donde hay que estar más pendiente de todo, porque como nos descuidemos unos minutos, el roscón se puede quemar, ya no vale y se echa a perder todo el trabajo previo que han realizado otros compañeros».
«Es innegociable la calidad»
Con el paso de los años, esta pastelería se ha ido especializando en distintas variedades y tamaños de roscones sin olvidar en ningún momento su elaboración de forma tradicional y cien por cien natural. «Los puede haber grandes, medianos y pequeños, rellenos con nata, trufa o crema o sin nada, pero lo que es innegociable desde que Gonzalo empezó es la calidad de la masa y de los ingredientes porque nuestros clientes ya nos conocen de hace muchos años, vienen buscando precisamente eso y no podemos fallarles», recordó Loaiza.
En este sentido, este experto pastelero recordó que la masa del roscón se elabora con harina de gran fuerza, mantequilla, huevo, azúcar y leche y que posteriormente se aromatiza con ralladura de limón y de naranja «de la casa», y con agua de azahar y un vasito de ron. Después, se pone el relleno y la decoración con frutas rojas, verdes, azúcar y almendra, para darle un buen toque y crear la corona, que puede ser de dos tipos. Y, por supuesto, las dos figuritas que van en su interior, el rey y el haba, la menos deseada por todos ya que, según dice la tradición, el que la encuentra paga el roscón. Por todo ello, «en la elaboración de cada roscón se puede tardar en torno a una hora».