«Llegó más muerta que viva». Con esta sensación tan dolorosa recordó el Jefe de Pediatría de Can Misses, Bartolomé Bonet, el día que vio a Flor S. M. recorrer, por primera vez, ese largo pasillo de la tercera planta del edificio H. No fue un lunes cualquiera. Ese día marcó el camino del resto de varias vidas.
Desde que Marga M. R., la madre de Flor, sospechó que su hija padecía un trastorno de la conducta alimentaria (TCA), todo empezó a ir muy deprisa. Si un martes le hicieron la analítica a su hija, después de que la psiquiatra infantil valorase un posible desorden alimenticio, seis días después la ingresaron en Can Misses.
«La hospitalizamos porque la paciente presentaba una desnutrición severa. Llegó al hospital pesando tan sólo 33 kilos, un peso muy bajo para una adolescente que mide 173 centímetros», destacó Bonet con semblante de preocupación.
Según el jefe de Pediatría, cuando la conoció, su delgadez extrema daba miedo y su piel era pálida, seca, con descamación… Marga todavía recuerda la enorme separación que había entre las finas nalgas de su hija y cómo necesitaba un cojín para poder sentarse, en una silla, sin sentir dolor en sus huesos. «Sus facciones se borraron por completo», relató Marga con el miedo todavía reflejado en sus ojos.
Antes de ser hospitalizada, esta joven de 16 años, llegó a perder cinco kilos a la semana, convirtiendo este caso clínico de TCA en uno de los diagnósticos más delicados de los últimos años en Ibiza.
En este sentido, según Bonet, los problemas de salud mental en adolescentes se han disparado «exponencialmente» durante la pandemia. Afirma que, en estos dos años, no sólo han aumentado los trastornos de conducta alimentaria como la anorexia y la bulimia, sino que también se han incrementado otras enfermedades mentales que están afectando especialmente a niños, adolescentes y adultos jóvenes, sobre todo a menores de entre 12 y 16 años. «Los psiquiatras infantiles tienen overbooking; no dan abasto. La falta de atención a los pacientes es alarmante. Como responsable del Servicio de Pediatría, me preocupa esta situación», subrayó Bonet. Sin ir más lejos, según la psiquiatra infantil Magdalena Valverde, especialista que trata a Flor, la cifra de pacientes con anorexia que recorrieron los pasillos del Hospital Can Misses aumentó en un 5 % durante el último curso.
En estos momentos, según Bonet, no hay pacientes ingresados en la Unidad de Hospitalización Pediátrica de Can Misses, pero sí hay dos enfermos en fase de recuperación nutricional.
Tres meses
La falta de recursos sanitarios, agudizada por la pandemia, supuso para Marga un aplazamiento de las visitas médicas, puesto que su hija estuvo casi tres meses sin poder acudir a la consulta de la psicóloga. «No pido una cita de seguimiento cada semana, pero sí cada 15 días. El cambio físico de Flor, de una revisión a otra, fue alarmante», explicó con la mirada fija en el rostro de su «pequeña».
Todavía recuerda aquella escena traumática, que intenta mantener reprimida, en la que a su hija le introdujeron una sonda nasogástrica para la ingesta de alimentos. Marga explicó, visiblemente afectada, que se rompió en pedazos y se sintió responsable al verla en esas condiciones. «Poco a poco me estoy quitando este sentimiento de culpabilidad. Creo que he fallado como madre. Me costó mucho poder serlo y no estuve a la altura», señaló afectada.
Flor tomó su mano y la oprimió suavemente con la suya. «Lo siento, mamá; no lo hago aposta», le dijo. Durante un instante, aquella imagen se congeló, como si las dos, madre e hija, fueran una vieja fotografía en blanco y negro, cuya belleza supo superar las barreras del tiempo.
«Estoy orgullosa de ella. Está poniendo mucho de su parte para poder recuperarse. Vuelve a tener ilusión por estudiar y quiere ser diseñadora de moda», señaló Marga sin soltar la mano de su hija.
Mucha culpa de este cambio de actitud recae sobre el equipo sanitario de Can Misses –enfermeros, psicólogos, celadores y pediatras– que estuvieron al lado de Flor durante los dos meses que permaneció ingresada. «El proceso es muy duro. El papel del médico en estos casos es muy desagradable. A veces, incluso nos toca coaccionar al paciente para poder salvarlo», destacó Bonet.
El jefe de Pediatría destacó que los enfermos con TCA son muy negociadores con la comida. Siempre intentarán ingerir lo mínimo. No obstante, cuando los casos son tan graves, explicó que es necesario marcar unas pautas muy estrictas.
Según Bonet, cuando la conoció, Flor parecía un auténtico cadáver blanquecino, nada más verla le espetó: «Te voy a curar. Lo haremos a las buenas o a las malas, pero te voy a salvar».
Justo en ese momento, la sala de juegos de la planta de Pediatría se llenó de miradas cómplices entre ellos. «El primer día me dio un poco de miedo», afirmó Flor refiriéndose a Bonet, «y ahora vengo aquí para verlo», le sonrió bajo la mascarilla.
«Estable»
Flor, que aseguró sentirse «estable» en estos momentos, se llevó ambas manos a la nuca para separarse el cabello en dos mitades, en un gesto inconsciente que repitió en contadas ocasiones. Sus largas pestañas, que parecían dibujadas con tinta, aumentaban la profundidad de su mirada, especialmente cada vez que miraba a su madre. «Intento estar fuerte, ser su referente, pero es difícil. Quiere vivir fuera de Ibiza y estudiar en Inglaterra, pero yo ya le he dicho que, aunque no le quiero cortar las alas, si no está recuperada del todo, no será posible», aseguró Marga.
Asimismo, señaló que aún queda mucho trabajo por hacer. Todavía tiene distorsionada su imagen, puesto que se sigue viendo gorda frente al espejo. «Por eso, he guardado la báscula y he tapado la cristalera del baño», relató Marga mientras entrelazaba sus manos.
Cabe recordar que Can Misses no tiene Unidad de Hospitalización de Psiquiatría Infanto-Juvenil, pero sí dispone de Unidad de Hospitalización Pediátrica, que es la encargada de atender a estos jóvenes que padecen problemas de salud mental.
«Nuestro objetivo es evitar que nuestros pacientes se tengan que trasladar a Palma para recuperarse. Esto supondría un trastorno emocional tanto para la persona enferma como para su familia», explicó el jefe de Pediatría a este periódico. De momento, afirmó que esta unidad tiene la capacidad suficiente para poder absorber estos casos de desnutrición severa. «Tomamos medidas especiales para que los adolescentes no hagan perrerías; adaptamos el medio a las necesidades del enfermo», puntualizó.
Según Bonet, es esencial instaurar soporte psiquiátrico y nutricional en el paciente. En este sentido, explicó que Magdalena Valverde y su equipo se encargan del seguimiento de los problemas psicológicos mientras que la Unidad de Hospitalización Pediátrica trata la parte nutricional. «Hay que cuidar la alimentación. Cuando estás muy desnutrido, el cerebro no funciona bien», señaló Bonet.
Protocolo
Subrayó que los adolescentes que padecen TCA son pacientes de Magdalena Valverde. «Si ella ve un cuadro de desnutrición muy severo, nos llama y nos pide ayuda. Tras ver el caso, se ingresa al paciente, pero de la terapia cognitivo-conductual se ocupa ella», puntualizó.
Asimismo, la psiquiatra infantil explicó que el paciente mas peligroso que hay es el que padece anorexia nerviosa, puesto que el índice de mortalidad es más alto en estos casos. Además, subrayó que estos enfermos requieren desde intervenciones tempranas a otras más prolongadas. En este sentido, destacó que se está llevando una estrategia terapéutica individual con los enfermos, haciendo hincapié en las conductas más peligrosas.
Sin ir más lejos, la especialista subrayó que la anorexia nerviosa está muy interiorizada: «Las conductas purgativas se han incrementado un 2 % durante la pandemia». Otra de las patologías que ha aumentado en los últimos meses es el trastorno por atracón en preadolescentes, especialmente en el género masculino. Según Magdalena Valverde, el 10 % de los pacientes con TCA sufre este desorden alimenticio.
Reclaman más campañas de sensibilización contra los TCA
«Los programas de educación sexual que se imparten en los centros escolares están muy bien, pero son necesarias más campañas de sensibilización, especialmente sobre la salud mental», destacó Marga M. R., con frustración. Según esta madre, sería importante que un psicólogo especializado en trastornos alimenticios fuera a explicar casos reales a los colegios. «En el centro de mi hija hay sólo un psicólogo, únicamente un profesional para 500 alumnos», destacó Marga.
Señaló que la adolescencia es una etapa muy difícil porque cuando no hay un problema hay otro y, sino, se lo inventan. Subrayó que en el centro de su hija realizan diversas charlas y tutorías a lo largo del curso. «Deberían potenciar más la prevención de los trastornos de la conducta alimentaria y acabar con el estigma que rodea a este tipo de enfermedades», puntualizó.
«El acoso puede aumentar los casos de desorden alimenticio»
«Hay veces que padecer acoso escolar hace emerger los trastornos alimentarios. Aumentan las probabilidades de sufrir esta enfermedad de salud mental», destacó Aina Amengual, directora de Convivèxit. Según Amengual, sufrir bullying puede generar en las víctimas secuelas psicológicas. «Saber detectar a tiempo los casos de acoso escolar es esencial», puntualizó.
En este sentido, explicó que para frenar esta lacra social, en los centros escolares se llevan a cabo protocolos de actuación. «Desde el equipo directivo se convocan reuniones con todo el profesorado para hablar de los posibles indicadores», subrayó la directora de Convivèxit.
Asimismo, señaló que durante el primer trimestre de cada curso, desde Educación se imparten cursos online sobre prevención, y dos sesiones dedicadas al ciberacoso. «En el 80 % de los casos, el protocolo es positivo y efectivo», apuntó. Además, según Amengual, en el último año se elaboró una gran campaña de captación del profesorado donde una comisión de convivencia impartió una formación de sensibilización para poder intervenir. «Los docentes están preparados para combatir esta realidad en los centros escolares», puntualizó.
Unas declaraciones que apoyan desde la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (FAPA) de Ibiza. Según Pepita Costa, presidenta de la entidad, la familia tiene que ser el primer referente educativo de los niños. «En los centros se trabaja la prevención y las conductas agresivas de los alumnos. Es esencia crear una red de protección entre todos», explicó.