Las huellas de la covid son imborrables. Su impacto hacia los sectores laborales permanecerá en el tiempo y en la piel. No obstante, la huella más acentuada se mantendrá en los colectivos profesionales que han tenido una mayor exposición a la pandemia.
Sin duda, la covid ha sido un desafío para la mayoría de sectores. Algunos se tuvieron que reinventar, otros tuvieron que cerrar y los sectores esenciales tuvieron que vivir una experiencia más directa que, al principio, vivieron a ciegas por la incertidumbre que asolaba al país.
Hoy, tras dos años desde que se decretó el estado de alarma, 22 relatos, 22 historias han proyectado la mirada a un pasado no tan lejano para compartir con los lectores su experiencia y sus reflexiones más personales.
Álex Ponce
A este Policía Local de Sant Antoni lo ascendieron a jefe accidental meses antes de que se decretara el estado de alarma. Con este cargo recién asumido tuvo que enfrentarse a uno de los episodios más difíciles de su vida. «Había gestionado huelgas portuarias, huelgas de los controladores aéreos, pero jamás algo de estas magnitudes. Creo que estuvimos a la altura», explica.
Este agente relata que solicitó para su equipo las condecoraciones de reconocimiento por su labor durante la pandemia. Además, señala que nunca les faltó ningún equipo de protección individual. «Lo más complicado fue ser un completo vigilante las 24 horas del día», explica. Según este Policía Local, se cometieron muchos incumplimientos, la mayoría generados por la incertidumbre del principio. «Recuerdo que un día tuvimos que multar a un hombre porque el mismo día fue al supermercado, al estanco y a la frutería». A nivel personal señala que estuvo ingresado una semana en el hospital.
«Me infecté en 2020 y estuve varios días en la UCI. Llegué a planta con un pulmón fastidiado y la pérdida del gusto», explica. «La soledad era abrumadora, sólo entraba el médico. Incluso le dije que se quedara diez minutos a mi lado», subraya. Relata que el apoyo de su pareja y sus hijos fue esencial para afrontar la situación.
David Benlloch
Este joven, de 33 años, capitán marítimo de Ibiza y Formentera lleva cuatro años capitaneando los buques de Baleària. Al echar la vista atrás recuerda que la declaración del estado de alarma por la crisis del coronavirus le «pilló» navegando a Formentera. «Justo cuando se decretó yo estaba cubriendo esta línea», explica el capitán a bordo de uno de los buques de Baleària. Este risueño piloto reconoce que las semanas previas a la declaración sintió un gran «hormigueo».
«La sobreinformación empezó a abrumarnos cada día, luego las cifras de fallecidos nos sobrecogió. Íbamos a trabajar muertos de miedo», explica Benlloch. David se considera un poco hipocondríaco y recuerda que llevaba todas las medidas a rajatabla. «Le echaba desinfectante a todo, especialmente a la ropa. Mantenía siempre la distancia social y todo lo higienizaba», explica. Cuando todo explotó, el transporte marítimo se convirtió en uno de los servicios esenciales del país, convirtiendo la línea Ibiza-Formentera en una travesía importante por el traslado de los trabajadores de una isla a otra. A partir de ahí, David Benlloch destaca que la empresa empezó a tomar más medidas como los controles de acceso de los pasajeros o la reducción de los trayectos a tres viajes diarios.
Alicia Asensio
Alicia Asensio volvió a nacer un 4 de marzo de 2021, tras estar dos meses ingresada en el hospital. Esta mujer, de 53 años, es una de las propietaria del restaurante Sa Soca en San Agustín, su lugar favorito en el mundo. Es por eso que quiso atender al Periódico de Ibiza y Formentera en este lugar tan mágico con vistas al campo. El estilo rústico de su restaurante, con enredaderas colgando del techo, ofrece un ambiente íntimo. Alicia Asensio se emociona con frecuencia tras lo sucedido.
«Tengo muchas secuelas. Nadie sabe cómo evolucionarán pero quiero creer que serán temporales», afirma esperanzada. Explica que antes de ingresar ya tenía otras patologías como bronquitis y diabetes. A raíz de la hospitalización, reconoce que ha perdido mucha memoria, así como la afección de las cuerdas vocales.
Lo que no puede olvidar es el trato que recibió en el hospital por parte de los sanitarios. «Cuando desperté y me llevaron a planta, las enfermeras fueron mis ángeles. Me tuvieron que enseñar a andar de nuevo», subraya.
Tras lo sucedido, esta mujer tiene que recibir rehabilitación y tomar pastillas para regular su diabetes. «Cuando fue San Valentín me colmaron la habitación de corazones. El sentimiento de soledad es tan profundo que ellos me devolvieron a la vida», señala Alicia Asensio visiblemente emocionada.
Gorka Martín
Gorka Martín es un joven farmacéutico que lleva nueve años en la farmacia Es Pratet. Pese a su juventud, 28 años, tiene mucha experiencia en el sector. Este ibicenco reconoce que, al principio de la pandemia, no disponían de un equipo de protección integral.
«Es cierto que, desde el Colegio de Farmacéuticos, adoptaron diferentes medidas como la reducción y el control de aforos, pero nos «faltaba mucha información». También critica el mercado desregulado de venta de mascarillas, guantes y desinfectantes que se gestó durante la crisis.
«Se hincharon muchísimo los precios», denuncia Gorka. En este sentido, explica que cada farmacia se tuvo que buscar la vida para conseguir sus propios equipos. Al preguntarle por la adhesión al programa que permitía verificar los test de antígenos en las boticas, este farmacéutico explica que el sector sanitario se quiso «quitar trabajo de encima».
«Nuestras instalaciones no podían ofrecer garantías de seguridad», puntualiza este joven.
Javier guasch
«Antes de la crisis trabajaba en el estanco como repartidor, llevando las cajetillas a los bares, pero con la pandemia me pusieron a despachar», subraya el ibicenco Javier Guasch. Este joven recuerda cómo, al principio de la crisis, el miedo se apoderaba de él. «Parecía que vivía en una auténtica distopía que me había sumido en una paranoia de ciencia ficción», explica con consternación.
En este sentido, señala que, pese a esta incertidumbre, se sintió afortunado. «Reinaba la improvisación laboral pero, afortunadamente, nadie se fue a la calle», explica. Insiste en que dentro de lo malo él ha tenido suerte. «Lo peor ha sido el desgaste psicológico y la fatiga pandémica», subraya. Además, relata que fue un «auténtico desgraciado», puesto que la única vez que se contagió fue durante sus vacaciones.
José Antonio López
«Fue muy duro, ir al supermercado era como jugarte la vida», destaca este el bombero José Antonio López antes de ponerse su uniforme. Recuerda que, pese a la situación de incertidumbre, a nivel de organización y coordinación el servicio estuvo a la altura. «Tuvimos que sufrir una adaptación como en el resto de sectores. Teníamos que tener mucha precaución con todo», señala este José Antoni.
Afirma que las mascarillas y los guantes se convirtieron en su bien más preciado. «Teníamos las mascarillas FP2 bajo llave», subraya.
Reconoce que algunos turnos fueron bastante complicados. «A veces nos reclamaba el 061 para la reapertura de viviendas con personas fallecidas dentro. Esas escenas eran muy crueles», relata este bombero. Uno de los casos que más le llamó la atención sucedió en un edificio de Portinatx. Según cuenta, los inquilinos precintaron el ascensor con cinta aislante y forraron las paredes con plástico. «Los vecinos estaban tan asustados que te miraban por la mirilla de la puerta, pero no te abrían», destaca. Considera que ha quedado una huella insalvable que ha cambiado para siempre a la sociedad.
Giovanni Lampis
Con su mono naranja de trabajo y una pícara sonrisa. Así se bajó de la grúa, casi deslizándose por la escalerilla, el operario de limpieza Giovanni Lampis.
Este italiano, afincado en Ibiza desde hace más de 21 años, estuvo durante meses en la primera línea de la lucha contra la pandemia, puesto que fue uno de los responsables de limpiar y desinfectar en profundidad las zonas más concurridas. Hace dos años, la avalancha de personas en los supermercados y farmacias ante el coronavirus, convirtió estas superficies en importantes focos de contagio. «Estuve durante meses desinfectando contenedores, boticas y tiendas. Todos aquellos servicios esenciales que se convirtieron en las zonas más vulnerables al contagio de la COVID-19», explica Lampis mientras engarzaba en el cable de la grúa los escombros más pesados del solar.
Este turinés señala que, aunque estuvo sumergido en una gran incertidumbre al principio de la crisis sanitaria, nunca tuvo miedo de las consecuencias porque, según este operario, el miedo es casi tan contagioso como la pandemia. En este sentido, destaca que, en varias ocasiones, se sintió importante y especial al recibir los aplausos de la gente. «Cuando llegaba a estas zonas con el equipo de desinfección, sentía el agradecimiento de los trabajadores. Percibir eso es muy emocionante», señala.
Beatriz Ribas
A raíz de la pandemia, muchas cosas cambiaron en los centros escolares, y sino que se lo digan a esta joven docente de Formentera. Ella es Beatriz Ribas y, aunque tiene sus ocho apellidos ibicencos, lleva más de cinco años trabajando en una escoleta de la Pitiusa menor. Si se remonta a principios de la pandemia, a Beatriz le viene a la cabeza especialmente una palabra: caos. Recuerda que el mismo desconcierto que se advertía en la sociedad hace dos años, también se materializó en su escoleta. «Tuve miedo porque fuimos el primer sector educativo que volvió a las aulas, y lo hicimos sin protocolos claramente definidos», explica Beatriz. Cabe recordar que estos docentes regresaron al trabajo el 15 de junio de 2020, después de estar varias semanas realizando sesiones online.
«Al llegar tuvimos que desarrollar nuevas pautas de actuación, muchas de ellas inviables», recuerda esta joven docente. Especialmente le costó mucho evitar por completo el contacto físico con «sus pequeños». «Teníamos que ponernos un EPI cada vez que un niño lloraba.
Con mucha precaución, pero nunca desaparecieron los abrazos y los besos», explica esta risueña educadora. Explica que poco a poco se fueron familiarizando con los nuevos protocolos gracias a las formaciones que recibieron, sobre las medidas frente a la covid, en el ámbito escolar. Entre ellas, el constante recambio de material o la individualización de las clases. En el aspecto personal reconoce que, antes de la pandemia, no descartaba volver a Ibiza. No obstante, el hecho de tener que vivir en Formentera una situación tan sobrecogedora, le ayudó a conectar más con la pequeña isla pitiusa.
Miguel Ángel Téllez
Todo enfundado de negro y con sus guantes de punto gruesos. Esta es la vestimenta habitual de Miguel Ángel Téllez, el propietario de la tienda de equipos electrónicos Macrointec, cuando trabaja. Este valenciano, que regenta el local desde hace cuatro años, es todo un manitas en todo tipo de arreglos.
«Me encanta mi trabajo. He trabajado muy duro para ganarme la fidelidad de los clientes», señala concentrado mientras arregla la pantalla táctil de un teléfono móvil. Para Michel, así le llaman sus amigos, la pandemia permitió la supervivencia de su local.
«Mientras las empresas mayoristas de tecnología tuvieron que cerrar, yo pude mantener mi negocio abierto todos los días», recuerda este joven valenciano, residente de la isla desde hace más de 10 años. «Me siento afortunado de haber podido trabajar durante todo este tiempo. Si me hubiesen obligado a confinarme, la tienda ahora mismo estaría traspasada», señala Michel con impotencia.
Explica que mantener los niveles de gasto que tenía, sin trabajar, era insostenible porque la situación hubiese dejado todos sus ahorros en los huesos. Señala que las ayudas económicas a los autónomos fueron «ayudas trampa», puesto que, según este manitas, si solicitabas los préstamos ICO o los créditos directos tenías que contratar un seguro de 20 euros al mes pagados en cinco años. Afortunadamente para él, nunca le hizo falta solicitar ninguna ayuda porque Michel, pese a la incertidumbre derivada por la pandemia, nunca dejó de dar servicio. «Intento ser siempre honesto y ayudar a todo el mundo. Por eso creo que tengo clientes tan fieles», puntualiza Michel.
Paco Navarro
Este fanático de las motos, gerente de unas de las barberías más conocidas de la isla, empezó siendo profesor de peluquería en Ibiza. Después de muchos años de trabajo, en 1987 cogió las riendas de la barbería que lleva su nombre; Paco Navarro. Es una persona bohemia, con las ideas muy claras y seguro de sí mismo. Señala que la pandemia acentuó esas cualidades y que, pese a que perdió a tres familiares durante la pandemia, nunca sintió miedo.
Reconoce que la crisis sanitaria ha favorecido bastante a la sociedad. «Nos ha ayudado a ser más críticos con todo, a reflexionar más. La familia es la esencia de todo», explica. Según Navarro, empezó muy joven a tener mucho éxito con la peluquería, pero ha sabido mantener los pies en el suelo. Este motero relata que las aficiones son «nuestra energía, nuestra ilusión, y la peluquería lo es». Por este motivo, trabajar en plena pandemia fue una «bendición».
«Las cosas hay que aceptarlas como vienen. Eso sí, la crisis me ha enseñado que hay que estar siempre alerta, no relajarse», explica mientras le recorta las puntas a un cliente.
Mayte Martínez
Siempre bajo una sonrisa natural, así se presentó Mayte Martínez en el hall principal del Hotel Royal Plaza. Esta mujer, que lleva 13 años trabajando en el hotel, es desde hace tres meses segunda jefa de cocina.
«Me encanta. En la cocina me siento como pez en el agua», destaca. Afirma que entre los fogones puede ser ella misma, especialmente cuando emplata. «Soy bastante creativa. Me gusta decorar las fuentes con mucho color, utilizar mucha espuma y hacer platos de concurso», destaca. Esta vocación por su trabajo hizo que Mayte viviera unos meses complicados el tiempo que el hotel tuvo que cerrar por la pandemia. Sin ir más lejos, reconoce que esta noticia fue un golpe muy duro. Cuando se decretó el estado de alarma, esta mujer estaba de baja por cáncer de mama, pero recuerda que el contacto con la dirección del hotel era casi diario.
Es más, días antes del cierre, todos los empleados fueron avisados de esta medida a través de un mensaje. «Me puse a llorar. En más de 40 años, el Hotel Royal Plaza jamás había cerrado sus puertas», explica. Sin ir más lejos, señala que no tenían candados especiales y que por eso tuvieron que utilizar el cierre de algunas motos para cercar la puerta principal. En total, tres meses estuvo paralizada la posada, tiempo suficiente para que Mayte siguiera su tratamiento y terminara su recuperación. La segunda jefa de cocina, ya recuperada, volvió a los fogones del hotel en abril de 2021 con «muchas ganas de seguir creando en su cocina».
Daniel Mariño
Daniel Mariño es el claro ejemplo de reconversión laboral a causa de la covid. Este joven ibicenco llevaba un año y medio siendo life coach en la isla cuando explotó la pandemia. De repente, esas sesiones de acompañamiento personales que hacía Daniel con sus clientes se tuvieron que trasladar a un entorno totalmente online. «A raíz de la crisis sanitaria, empecé a formarme en marketing digital. Era una idea que ya barajaba, pero la pandemia aceleró este nuevo proyecto», explica Daniel.
La nueva situación, gracias a las redes sociales, le permitió trabajar con más personas y enseguida observó que la herramienta era mucho más «potente». «Para mi sorpresa, fue muy positivo poder realizar las sesiones de autoconocimiento del propio potencial o las charlas de orientación vocacional a distancia», destaca este joven de manera ontológica. En este sentido, Daniel subraya que sigue formándose cada día porque su trabajo le motiva cada vez más. En el aspecto personal, la pandemia le ayudó a reflexionar sobre sus prioridades y a poner orden en su vida. «He reestructurado las relaciones personales y he aprendido a desprenderme de todo aquello que no necesito», subraya Daniel con tono satisfecho.
Chiprian Marian
Con la pandemia, muchos locales tuvieron que reconvertirse totalmente y adaptarse a las necesidades que las circunstancias pedían. Es el caso de la mítica frutería y verdulería Es Tap Nou. En este local, lleva siete años trabajando el tímido dependiente Chiprian Marian, un joven de 28 años que se define como una persona muy reservada. Según este dependiente, aunque la crisis sanitaria no les obligó a cerrar la tienda de zumos, sí que tuvieron que paralizar el trabajo en ambos bares. «Estos dos locales se cerraron y pusimos servicios a domicilio en la frutería», explica.
Señala que, durante la crisis sanitaria, tuvieron muchas demandas y mucha faena. «Los repartidores iban en coche o andando, dependiendo del destino», aclara. Además, destaca que se movieron por todos los municipios de la isla. Es Tap Nou tiene más de 40 años y, según Chiprian, pese a que las ganancias se redujeron considerablemente, los dueños hicieron todo lo posible por no cerrar.
Pedro Sáez
Desde hace un tiempo, si algo afecta a los taxistas de Vila son las medidas implantadas por el Ayuntamiento. Lejos ha quedado para ellos, las reducciones de jornada o la paralización del taxi debido a la pandemia. «Tuvimos que dejar de trabajar porque no cubríamos los gastos», afirma este taxista asalariado. Una espera que duró siete meses, desde octubre hasta junio de 2021. No obstante, para esta temporada que viene, este ibicenco se muestra positivo: «A principios de abril abren discotecas y los hoteles, seguro que esta temporada es buena», resalta. Pese a que ahora reina la positividad, Pedro Sáez todavía piensa en aquellas noches de soledad por las calles de Ibiza.
Recuerda que a las diez de la noche ya no veía a nadie por la calle. «Fue una época difícil, nos pedían autorización y teníamos que pasar controles», relata. Han pasado los meses y, ahora, destaca que para su sector el problema ya no es la pandemia sino otras situaciones endémicas como los alquileres o la falta de paradas para los taxis. «Somos 147 taxis en Ibiza y nos han quitado la parada de Bartomeu Roselló, ¿dónde nos metemos ahora? y ¿en verano? Afirma que les han quitado esa parada para transformarla en zona azul. En este sentido, denuncia que el concejal de Movilidad, Aitor Morrás, sigue sin bajarse del burro y continúa con la obligación de cumplir una serie de medidas que les perjudica, como la exigencia de librar un día entre semana u obligarles a fichar. «Ni la pandemia nos hizo tanto daño como él», señala.
Kirsty Acosta-Rubio
Esta malagueña de 37 años, afincada en Ibiza desde hace años, vivió su primer embarazo entre la incertidumbre y el desasosiego que genero la primera ola. «Todo nos cogió de sorpresa. Recuerdo que íbamos a viajar a Málaga para tener al bebe allí, pero nos cerraron todo y no teníamos ni siquiera ropa comprada para el pequeño. No podía salir a caminar, tuve que estar encerrada en casa mis últimos dos meses de embarazo», subraya.
Explica que estos bienes tardaron mucho en llegar porque el transporte estuvo colapsado con pedidos. «No había tallas, todo estaba agotado», explica. A esto se suma el nerviosismo del parto debido a la crisis sanitaria.
«Fue una locura porque estaban los médicos muy agotados, agobiados y saturados con la pandemia, en aquella época era algo tan peligroso tener la covid que nos trataban a distancia. Tuve que dar a luz con mascarilla, fue agobiante», relata. Afortunadamente, explica que todo salió bien y ahora están esperando a su segundo hijo. «Estamos mucho más tranquilos esta vez», señala entre risas.
Luz Divina Sánchez
Luz Divina Sánchez es una trabajadora incansable y comprometida, que llegó a Ibiza siendo una niña. Ahora, a sus 55 años es dependienta de la Estación de Servicio Tramuntana. «Llevo trabajando en esta gasolinera seis años y no me puedo quejar», destaca esta entrañable mujer frente al mostrador.
Luz sólo tiene buenas palabras para su empresa, especialmente después de haber vivido en primera línea esta pandemia.
«Tuve mucho miedo, pero desde la dirección siempre nos facilitaron los medios y equipos necesarios para afrontar la crisis», destaca esta mujer apasionada de la fotografía. En este sentido, explica que, aunque es cierto que redujeron los horarios, el sueldo se mantuvo en todo momento. No obstante, recuerda varias situaciones comprometidas con algunos de los clientes. «Vinieron bastantes negacionistas sin mascarilla hablando de teorías conspiratorias», subraya. Cada vez que Luz se enfrentaba a casos así siempre les decía lo mismo: «Tengo todos los chakras desalineados, estoy hasta los lagartos de V de estas teorías», destaca entre risas.
Esta dependienta reconoce que tuvo una etapa bastante complicada durante la pandemia cuando falleció su padre el verano pasado. «No fue por la covid, ya estaba enfermo», explica. No obstante, el fallecimiento de su padre, las restricciones y la presión llegaron a sobrepasar su mente.
«Lo viví todo muy intensamente. Este estado de ánimo se reflejó en mi trabajo y me costó muchos disgustos. Mis compañeros de trabajo me ayudaron mucho a salir de esta situación», puntualiza esta encantadora dependienta.
Fina Tur
Fina Tur disfrutaba con sus hermanos de unas fantásticas vacaciones en Perú cuando se decretó el confinamiento. Hasta que sus sobrinas les comunicaron que no iban a ir a la escuela, estos ibicencos no fueron conscientes de lo que estaba pasando en España.
Tur recuerda cómo, días después, a medianoche recibió la llamada del organizador del viaje comunicándoles que todo acababa ahí y que iban a hacer todo lo posible para repatriarles. El problema es que tuvieron que permanecer otras cinco semanas en el país andino hasta poder regresar. «Sentimos una sensación de abandono total y de agobio porque permanecíamos encerrados en una habitación viendo noticias continuamente», explica.
Gran apasionada de los viajes, Tur reconoce que en estos últimos meses sólo ha viajado por España y también a Londres.
Yenimar Verlezza
Yenimar Verlezza llegó a Ibiza cinco meses antes de que se decretara el estado de alarma. Para esta mujer, este viaje significaba un viaje hacia una nueva vida.
Quería dejar atrás su pasado en Venezuela y empezar una aventura diferente en Ibiza con su hermano, su sobrina y su madre. «Justo llegué y a los pocos meses explotó la pandemia. Fue muy duro todo, tanto emigrar como vivir esta crisis lejos de casa», explica esta encargada de Supercor.
Yenimar destaca que al principio tuvo muchos problemas a la hora de conseguir trabajo, puesto que no tenía papeles. A esta complicada situación se sumó la crisis sanitaria y la adaptación a un nuevo país. A través de Cruz Roja, conseguí entrar en la cadena Supercor. Primero empecé como auxiliar y, con el tiempo, me ascendieron a encargada», señala esta venezolana de 28 años.
Yenimar se incorporó al equipo a finales de 2020, tras una formación en Palma, y recuerda cómo el impacto por la pandemia le afecto psicológicamente. «El miedo, a veces, me paralizaba. Incluso me sentía como una delincuente cada vez que iba a trabajar y me exponía en la calle», explica Yenimar, al echar la vista atrás.
Vicente roig
El técnico de sonido Vicente Roig es propietario de Sonoibiza desde hace 25 años y destaca también las excelentes previsiones laborales que manejaban en 2020, con multitud de conciertos y eventos programados. De repente, y ante la ‘posible' llegada de un desconocido virus, comenzaron a cancelarse actividades en la isla de Ibiza.
Del total de trabajadores en su empresa, 14 se acogieron durante meses a un ERTE y sólo un empleado y el propio Roig estuvieron en activo, dedicados principalmente a temas administrativos. «Algunos de mis trabajadores optaron por marcharse a su tierra», insiste.
Para Roig, no fue hasta el verano pasado cuando pudieron recuperar cierta actividad, sufriendo también un parón estas pasadas Navidades. «En Can Ventosa, llegamos a medir las butacas porque nos planteábamos colocar pantallas de metacrilato y nos introdujimos en el campo de las máquinas de desinfección. Tuvimos que reinventarnos para poder sobrevivir y poder mantener actividad», concluye.
Richard Gutiérrez
Richard Gutiérrez celebraba en 2020 el éxito de su proyecto ‘Viajar con Richard' con el que organizaba viajes alrededor del mundo. Según lamenta, había logrado cerrar con Aena un acuerdo para la organización de viajes de los trabajadores del ente público y había cerrado también otras actividades como rutas senderistas por toda la isla. De la noche a la mañana, todo se fue al traste.
A finales de febrero de 2020 acababa de regresar de Islandia y, semanas después, comenzaron a producirse todas las cancelaciones. «Me dejó un agujero importante», explica Gutiérrez. Desde el pasado año, este vecino de Ibiza no tuvo más remedio que buscar otros trabajos y «he hecho casi de todo», confiando en que este año pueda ya retomar su actividad como guía y organizador de viajes.
Divi Pozo
Sin duda, uno de los sectores que ha sido especialmente golpeado por la pandemia ha sido el del fitness. Los gimnasios han vivido su infierno particular, puesto que han tenido que cerrar en dos ocasiones durante la crisis.
Así lo vivió la entrenadora personal del gimnasio Fraile Divi Pozo. Según esta mujer, de 45 años, la incertidumbre que se vivió durante los primeros meses provocó que se replanteara volver a la Península con sus padres. «No sabía si volvería a trabajar pronto. De repente tuve que subsistir con un 7% de la nómina en un lugar tan caro como Ibiza. Vivir con ese dinero aquí es imposible», explica esta instructora. Divi señala que lleva 26 años dedicándose al mundo fitness y que, además de ser monitora, también es profesora de clases de musculación, de yoga y de pilates.
«Nos cerraron el gimnasio dos veces, una en marzo de 2020 y otra a finales de ese mismo año», subraya impotente. En este sentido, explica que, tras este cierre, tuvieron que adaptarse a la nueva situación impartiendo sesiones online o realizando clases de pilates por algunos de los rincones de Ibiza para poder mantenerse económicamente. A nivel personal reconoce que ha salido psicológicamente más fuerte de esta crisis sanitaria.
Sonny Lauret
La pandemia le sorprendió en Ibiza, esperando el comienzo de la temporada.
Desde el año 2005 el argentino Sonny Lauret se desplazaba a la isla todos los veranos para dedicarse al reparto de la cartelería de las grandes discotecas y a la emisión de un programa de radio, muy popular en su país, desde bares y clubes de Ibiza. «No me quedó otra que regresar y reinventar mi vida», explica. Lauret destaca que en marzo de 2020 manejaban «muchos planes» de cara a la temporada y reconoce que, al principio, creyeron que todo sería «cuestión de semanas».
«La cosa no pintaba nada bien. No tenía ningún ingreso, así que dejé mi casa, vendí el coche y pedí ayuda al consulado argentino para regresar a Argentina en un vuelo para repatriados», recuerda.