José Bogas (Madrid, 1955) es el consejero delegado de Endesa desde 2014. Bogas participará mañana en el VI Foro El Económico, que, con el título Miradas de una guerra, reunirá en el Palau de Congressos de Palma, entre otros, a José Ignacio Goirigolzarri, presidente de CaixaBank; Reyes Maroto, ministra de Industria, Comercio y Turismo; y Francina Armengol, presidenta del Govern. La situación energética actual y su proceso de transición centran buena parte de la actualidad.
Precios altísimos de la energía, la tragedia de la guerra, mercados... Uno ya no sabe a qué atenerse.
—El momento es excepcional, no es normal. Hemos pasado de precios de 50-60 euros por megawatio/hora a 200. Esta situación afecta a toda Europa. Hay varias razones. Hay que remontarse al confinamiento de 2020, cuando cae la demanda y caen los precios. En 2021, se produce una subida de los precios del gas por el desajuste entre oferta y demanda. Ésta sube muy rápido y a la oferta le cuesta hacerlo. La recuperación de la demanda es muy fuerte en Asia, el precio del gas sube y también sube el de la electricidad.
¿No funcionan las previsiones?
—Hay una previsión de estabilización postCOVID para el primer trimestre de 2022, pero en febrero se produce la invasión de Ucrania y resulta que el gas ruso representa casi el 40 % del gas suministrado a Europa. El precio del gas se dispara y se dispara el de la electricidad. En el segundo semestre de 2021, Rusia ya sabía que iba a invadir Ucrania y sabía que podía tener sujeta a Europa gracias al gas. De hecho, dejó de almacenarlo y no fue por casualidad. Buscaba el encarecimiento del gas y mantener la dependencia de Europa.
¿Esta situación se va a mantener mientras dure la guerra?
—La situación se va a mantener durante 2022 y se va a prolongar hasta mediados de 2023. Esta escenario provoca muchísimo daño al ciudadano medio y a la competitividad empresarial. La inflación se dispara y pone a toda Europa en situaciones muy difíciles, precisamente en el momento de salida de la pandemia. España aspiraba a una recuperación rápida, pero ahora nos encontramos con una deuda y una inflación elevadas. La recuperación será más lenta.
¿Son efectivas las medidas del Gobierno, desvinculando el precio del gas del de la electricidad?
—Las medidas del Gobierno pueden mitigar los impactos, pero no solucionan el problema. Éste se resolverá con las actuaciones a largo plazo que establece la Unión Europea: el desarrollo de las renovables, la eficiencia energética, la disminución del consumo y la diversificación del suministro de gas, reduciendo la aportación del ruso. Las medidas de la excepcionalidad ibérica son paliativas, pero rompen la unidad europea. Hubiera preferido medidas a nivel europeo que no fragmentasen el mercado. La excepcionalidad ibérica distorsiona los precios y mantiene un consumo elevado de gas al rebajar los precios. Aplaudo la mitigación de los impactos, pero se producen otros problemas derivados.
¿Cómo va a ser el camino de la transición energética? ¿De qué depende que sea más fácil o más tortuoso?
—El proceso de transición energética implica que vas a desprenderte de un combustible como el gas hasta 2050. Hasta entonces, Rusia y otros países productores van a intentar rentabilizar y monetizar sus recursos energéticos. Todo eso hay que tenerlo en cuenta. En cualquier caso, la transición energética impone otra manera de hacer las cosas, con impactos medioambientales menores. Hay que apostar por una mayor eficiencia energética, por una mayor presencia de las renovables y un mayor autoconsumo. Y si hay que aplicar medidas excepcionales, que sean temporales. Las intervenciones en el mercado siempre son malas. Por una cuestión excepcional, no podemos crear una inseguridad regulatoria.
¿Puede entrar en detalle en cómo será la descarbonización?
—Las centrales de carbón se están cerrando y el gas se reducirá a cero. El parque de generación eléctrica no podrá ser emisor, pero esta circunstancia afectará a todos los ámbitos: la industria, el transporte... No va a ser un camino de rosas, pero no hay otra salida. Se trata de acelerar el proceso cuanto antes y en ello la eficiencia energética es fundamental. Por ejemplo, el vehículo eléctrico es tres veces más eficaz y consume tres veces menos que uno de combustión. La electricidad supone el 24 % del consumo energético y podemos llegar, según seamos más o menos optimistas, a una oscilación entre el 40 y el 60 %. Así pues, en el mejor de los casos, queda un 40 % de energía por descarbonizar de otra forma. El hidrógeno verde puede ser un complemento y una opción para el transporte aéreo y marítimo que no se puede electrificar, aunque hay que decir que, en el transporte, la electricidad es el doble de eficaz que el hidrógeno.
Cuestiones como energía, biodiversidad, cambio climático, sostenibilidad, economía circular... se trataban antes aisladamente. Ahora todo va en el mismo paquete. Es todo un concepto global.
—El camino lo ha marcado la emergencia climática. Existe un impacto evidente de las emisiones de dióxido de carbono y del calentamiento, con efectos como la pérdida de biodiversidad. La transformación tiene que ser absoluta y el sector eléctrico debe asistir a su reindustrialización y digitalización, lo que repercutirá en la organización de los puestos de trabajo.
¿Quiere decir que la transición ecológica y energética puede tener un coste social?
—Quiero decir lo contrario. La transición debe ser justa y no dejar a nadie atrás. Por ello, desde el punto de vista laboral, resultan fundamentales la integración y la formación.
Todavía hay quien hace planteamientos negacionistas o al menos revisionistas.
—Sin modelo sostenible no hay futuro. Y ese modelo debe sustentarse en ejes como la economía circular, la reutilización de los materiales y los residuos, y el respeto hacia el medio ambiente desde todos los puntos de vista. No obstante, como he comentado antes, todo este concepto global también incluye la vertiente social. Si no es así, se crearán tensiones.
Puede haber tensiones sociales, ¿pero no puede haber también tensiones con, por ejemplo, los países productores de petróleo, que van a perder su protagonismo en las próximas décadas?
—No va a ser fácil que los países productores de gas, petróleo y carbón pierdan ese protagonismo. Por ello no podemos caer en el error de que cada país tome decisiones por su cuenta. Las soluciones deben ser conjuntas y es muy importante la menor fragmentación posible en las políticas europeas, con un trabajo en equipo. A esas tensiones con terceros países y también a las internas hay que enfrentarse unidos, no a trompicones, sin que unos se esfuercen más que otros y sin diferencias en la competitividad.
¿Cómo debe afrontar un territorio pequeño e insular como Balears la descarbonización? ¿Tiene más ventajas o inconvenientes?
—Balears está conectada a la Península y los ciclos combinados de gas natural están siendo un combustible de transición hacia la descarbonización, sustiuyendo al gasoil y al fueloil. Teniendo en cuenta que Balears es una economía turística y que, al mismo tiempo, debe preservar al máximo sus valores naturales, tiene que adelantar su descarbonización. Es un territorio ideal para la expansión del vehículo eléctrico y puede aprovechar las ventajas del hidrógeno verde. Endesa es la empresa energética peninsular que menos emite y no debemos emitir tanto en Balears. No dude de que estamos trabajando en la aceleración de la descarbonización. Las islas como Balears, también Canarias, deben ser los primeros territorios en descarbonizar y ése es un objetivo de Endesa para 2040.
En Balears persiste el debate sobre la ocupación de suelo rústico por parte de las energías renovables.
—En Extremadura hemos puesto en marcha un parque solar perfectamente compatible con los usos agrarios, tanto de cultivo como ganaderos, e incluso se han habilitado corredores para la fauna. Además, se ha reducido al máximo el impacto visual. Un parque solar crea beneficios adicionales y puestos de trabajo, y permite la formación de la población local, pero no tiene por qué ser incompatible con los usos tradicionales. Trasladar ese modelo a Balears es todo un reto.