Paz Merino (Madrid, 1952) es la mujer que levantó, siempre bien acompañada, la Unidad de Cuidados Intensivos de Can Misses. Pocas palabras, como constancia y perseverancia, definen tan bien la esencia de esta madrileña afincada en Ibiza desde hace 28 años. Tras toda una trayectoria dedicada a la sanidad pública, le toca decir adiós a una etapa para afrontar nuevos retos lejos de la isla. Sencilla y emocionada a partes iguales, Paz les sugirió a sus compañeros que el acto de despedida con motivo de su jubilación fuera simple pero inolvidable. Sin duda, lo que sí será imborrable es toda su trayectoria al frente de la UCI y todos los reconocimientos que ha recibido este servicio en los últimos años. Días antes del homenaje, Paz se reunió con Periódico de Ibiza y Formentera para abordar temas profesionales, pero también para compartir varias anécdotas que delatan su parte más humana, divertida y aventurera.
—Primero enhorabuena por toda su trayectoria. ¿Cómo se siente ante la jubilación?
—Muchas gracias. Todavía siento mucha nostalgia pese a saber desde hace mucho tiempo que este año me jubilaba. Afortunadamente he tenido tiempo para asimilarlo y me he podido despedir de todos los profesionales de cada servicio.
—Se abre una nueva etapa para usted.
Sí. Mi idea es regresar a Madrid. Yo soy de allí y tengo muchas ganas de volver. Tengo allí a mis hijos y mis nietos. Me da mucha pena irme, mucha, pero ya son 28 años aquí y me toca hacer otras cosas. Hay que cerrar una puerta y abrir otra.
—A partir de ahora tendrá mucho más tiempo libre del que disponía, ¿qué planes tiene cuando llegue a Madrid?
—Irme es como un reto, es una ilusión nueva. Madrid me ofrece una oferta cultural que aquí en Ibiza no tengo. Por ejemplo, me apetece mucho cursar diferentes módulos en la Universidad. Me gustaría tener más nociones de Economía, Historia del Arte, Pintura o Filosofía.
—Imagino que también seguirá vinculada a la Sociedad Científica de Medicina Intensiva.
—Por supuesto. Seguiré trabajando en el Grupo de Trabajo de Planificación, Organización y Gestión de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias, que es la entidad de mi especialidad. Es más, hace poco que empezamos a trabajar en la acreditación de los servicios de medicina intensiva. Al ser socia, puedo participar y colaborar en cualquier proyecto.
—Deja un gran vacío en el servicio. ¿Cree que sin usted su equipo está preparado para afrontar grandes desafíos?
—El equipo está preparado de sobra, incluso para afrontar otra pandemia. Estoy muy tranquila, la persona que me va a sustituir es una persona excelente tanto a nivel personal como profesional. A veces me pregunto qué defectos tiene, pero no los encuentro.
—Deduzco que es alguien que lleva mucho tiempo en el servicio con usted.
—Sí, lo conozco muy bien. Todavía no podemos decir quién es, pero llevo trabajando mucho tiempo con él y es una persona muy comprometida. Desde que sé que será mi sustituto, estamos compartiendo más cosas. Estaba claro que tenía que ser alguien del equipo.
—Entonces… constatamos que es un hombre.
—Sí. [ríe]. Un hombre que lo hará estupendamente.
—Después de tantos años en Can Misses y tantas vivencias, ¿cómo están afrontando sus compañeros su marcha?
—Yo creo que ya están aburridos de verme. Con 70 años, lo que esperan es que te jubiles de una vez. Me dicen: ‘Vete ya, anda'. [ríe]. La verdad es que todos me dicen que me quieren mucho. Noto mucho cariño en sus palabras. Les he dicho que tienen que hacer una excursión especial a Madrid para verme. Dejo aquí toda una vida, son 28 años. Es más, dos de mis hijos han nacido aquí.
—28 años trabajando aquí y 45 de profesión. ¿Quería batir un récord?
—45 años y siete meses en mis 70 años de vida. Me dijeron esta cifra el otro día en la Seguridad Social y la funcionaria no se lo creía. Además, fue toda una sorpresa porque con la nueva Ley de jubilación me informé que existe un incremento por cada año que trabajas de más. Y es una cantidad bastante respetable, es como un reconocimiento al haber estado tantos años trabajando.
—Son muchos años e imagino que le ha marcado mucha gente. ¿Qué compañeros han sido piezas irremplazables?
—Sin duda, mi recorrido lo han marcado todos esos compañeros que han estado a mi lado en la UCI. Todos los que han estado trabajando para mejorar el servicio cada día. Desde Elena y Eduardo, que fueron los primeros en llegar al servicio, hasta todos aquellos sanitarios que se han ido incorporando. Por supuesto, también enfermería. Todos hemos recorrido este gran camino juntos.
—A lo largo de todos estos años, ¿ha tenido que despedirse de muchos intensivistas?
—De algunos. Hay gente que lleva muchos años conmigo, pero otros se han tenido que trasladar a otra ciudad o se han jubilado.
—Se emociona al hablar de su equipo de UCI.
—Sí, ellos me han acompañado siempre desde el principio. Desde que llegué, hemos inaugurado tres ucis en Can Misses. La primera no contaba con los suficientes recursos, la segunda fue un salto muy importante para el hospital, y la tercera le ha dado sentido a todo. Nos ha costado sangre, sudor y lágrimas. Empezamos siendo tres personas en el servicio y ahora somos 10.
—¿Cómo recuerda aquellos inicios tan complicados?
—La UCI aquí no tenía las condiciones estructurales idóneas para afrontar algunos servicios médicos. Yo venía de un hospital de tercer nivel en Alicante, que disponía de 35 camas solo en la Unidad de Cuidados Intensivos. Yo creía que esta dotación era la normal y cuando llegué aquí, vi que no.
—¿Qué otros momentos difíciles recuerda?
—Sin duda, la covid ha sido un antes y un después en mi trayectoria. Fue algo inesperado, no sabías a dónde apuntar; la incertidumbre lo envolvía todo al principio. Hicimos un gran esfuerzo tanto físico como anímico.
—Hace tiempo que se denuncia la fuga de especialistas de Can Misses. ¿Qué piensa usted sobre esta situación?
—No puedo hablar de otros servicios. Respecto a la Unidad de Cuidados Intensivos, puedo decir que siempre ha estado cubierta, no hemos tenido déficit de médicos. Hemos tenido suerte porque los sustitutos siempre han funcionado bien. Es un servicio que consigue la fidelización de los sanitarios.
—¿Y en pandemia?
—Durante la pandemia sí que hemos estado deficitarios, pero como en toda España. La oleada que tuvo lugar a principios de 2021 fue muy dura, fue horrible. Se incorporaron dos intensivistas de Palma, un internista y varios anestesistas. Sacamos los recursos de debajo de las piedras.
—¿Imaginaba jubilarse tras una situación tan insólita?
—No me jubilo, me jubilan. [se ríe]. No, jamás hubiese imaginado que añadiría algo así a mi currículum. Pensé en jubilarme antes de la pandemia y cuando empezaron los contagios, supe que no era el momento de hacerlo. Afortunadamente, me puedo jubilar con la pandemia controlada.
—La pandemia ha puesto en valor la sanidad pública y el trabajo de los sanitarios. ¿Qué significa para usted la sanidad pública?
—Yo siempre he trabajado en hospitales públicos, aquí he crecido profesionalmente. En cuestión de salud pública, todos salimos ganando al tener acceso sin barreras a la sanidad.
—Este hospital le ha dado la oportunidad de ser todo un referente en su trabajo. ¿Qué reconocimientos e iniciativas destacaría?
—Especialmente la creación de la Unidad de Seguridad del Paciente, que nació en 2012, y el premio Ramon Llul en el ámbito científico y humanitario por la unidad de gestión de riesgos. También estoy muy orgullosa del proyecto Dogspital, una iniciativa pionera que permite a los enfermos ingresados recibir la visita de sus perros.
—Es emocionante cuando se reconoce el trabajo bien hecho.
—Mucho. Nos ha enriquecido mucho profesionalmente. Tengo un gran equipo, que siempre se ha implicado en todos los proyectos. Al final, me voy a jubilar con cuatro premios bajo el brazo.
—¿Echará de menos esta rutina diaria?
—Sí, pero la verdad es que tengo ganas de volver a la Universidad y disfrutar. Es una tontería, pero me apetece visitar el Museo del Prado con un grupo experto y disfrutar de cada cuadro, sin la necesidad de recurrir a la audioguía. Quiero empaparme de cultura y viajar.
— ¿Cuál será su próximo viaje?
—Lo tengo claro. Soy una apasionada del asfalto y de las autocaravanas. Quiero recorren Nueva Zelanda en autocaravana.
—¿Es muy aventurera?
—Mucho. De joven viajé muchísimo. Me recorrí los países nórdicos en autocaravana. Desde Noruega, bajé por Finlandia y Suecia. Fue increíble; allí viví las eternas noches blancas, que es cuando los días tienen más de 20 horas de luz. Dormíamos al lado de los fiordos y nunca se hacía de noche. Fue increíble.
—¿Cuál fue su último gran viaje?
—Antes de la pandemia estuve en Argentina. Y cuando ya estaba lista para viajar a China, explotó la pandemia en Asia. Menudo ojo tuve, suspendí el viaje. También hice un recorrido por los grandes parques del Oeste Americano. Parece que fue ayer cuando crucé la carretera del desierto de Nevada y me quedé hipnotizada por la estampa.
—¿Qué observó?
—La imagen te envolvía, era una fotografía fílmica. Al recorrer esta zona, sólo observé un motel, un supermercado, un casino y la típica cafetería en el desierto.
—Qué importantes son las experiencias tanto personales como profesionales.
—Sí, la verdad es que sí. No me puedo quejar. Me voy muy contenta, he conocido gente maravillosa que siempre llevaré en el corazón. Sé que este hospital me ha dado la oportunidad de crecer. Aquí he tenido que desarrollar habilidades que no sabía que tenía. También me gustaría hacer un agradecimiento especial a todos aquellos responsables de difundir y poner en valor todos nuestros proyectos.