Juana Mari Muñoz es voluntaria del centro de protección animal de sa Coma desde hace años. Incluso antes de vivir en Ibiza. Conoció esta posibilidad como turista, venía de vacaciones y dedicaba una parte de su tiempo a pasear a los perros de Sa Coma. Por afición. Hay gente que sale a correr o a nadar en sus vacaciones, a ella le gustan los perros.
Ahora vive en la isla y los pasea siempre que puede, «a veces los cinco días de la semana, dependiendo del tiempo que haga».
Ella cumple con el perfil que más necesita ahora mismo el centro de protección animal: voluntario con licencia para tener un perro potencialmente peligroso (ppp) o para poder pasearlo.
Y es que esta clase de perros han pasado de ser un grupo testimonial a convertirse en la mayoría en Sa Coma. Más de la mitad de los canes que viven en el centro a la espera de una familia son de alguna de las ocho razas que la ley actual enmarca en esta clase: Pit Bull, Staffordshire Bull, American Staffodshire, Rottweiler, Dogo Argentino, Fila Brasileiro, Tosa Inu y Akita Inu.
El veterinario del centro, Miguel Quiñones, explica que no es que se esté abandonando más a esta clase de perros, sino que son razas a las que es más complejo dar en adopción. Para poder tener uno de estos perros es necesario obtener una licencia que en algunos ayuntamientos tarda de uno a dos meses de tramitación y por otra parte no cumplen con el perfil preferido: cachorro o perro pequeño.
Esto ha provocado un proceso de acumulación.
Un perro como cualquiera
Quiñones explica que estas razas de perros están «estigmatizadas», pero son como cualquier otro perro, «bien socialiados, bien tratados y en un entorno adecuado son unos compañeros maravillosos».
De hecho, la futura Ley de Bienestar Animal establece que la determinación de ppp deberá hacerse a través de un examen individualizado de cada perro.
Es por ello que anima a los voluntarios actuales (entre 700 y 800 en lista) a que consulten a su ayuntamiento cómo obtener el permiso para pasearlos. Un proceso administrativo más sencillo que la licencia para su tenencia y que en Vila asegura que se obtiene de forma rápida.
Anima a aquel que lo desee, aunque tenga sólo media hora libre, a que se inscriba como voluntario si le gustan los animales. A pesar de tener una importante lista de voluntarios, muchos de ellos trabajan durante la temporada turística y no pueden colaborar. «Ojalá llegue el momento en que tengamos que decir a algún voluntario que todos los perros están de paseo, pero de momento eso no se ha dado», asegura.
Más perros
El verano suele ser una época en la que se incrementa el número de perros en el refugio. Este año ha sido de un 30%, de 50 en mayo a más de 65 en la actualidad.
El veterinario del centro explica que el número de abandonos en la calle se ha reducido mucho y ahora casi todos los perros los traen sus dueños voluntariamente porque no pueden o no quieren hacerse cargo de ellos.
Entre los motivos principales, uno que también afecta a los humanos: la vivienda.
Muchas personas se encuentran que cuando cambian de vivienda no pueden llevarse a su compañero canino, ya sea porque la casa es muy pequeña o, lo más habitual, porque el contrato de alquiler prohibe tener mascotas.
Otro motivo es la falta de paciencia con el animal para lograr que se adapte a la familia. «Hay mucha gente que cuando el perro tiene problemas de conducta, rápidamente decide deshacerse de él. En vez de solucionar el problema con profesionales se opta por llevar al perro al centro de acogida».
Precisamente la voluntaria que participa en este reportaje, Juana Mari, se está preparando para ser adiestradora canina y ayudar a perros y humanos a entenderse mejor. Dejó su trabajo para formarse y hacer de su afición su modo de vida.
Anima a cualquiera a participar de este voluntariado. «Es un actividad que llena mucho, te permite socializar con animales y con otras personas» y, quizás, a encontrar un nuevo compañero de vida