«Ah, pero, ¿ahora hay que pagar?», preguntaba ayer por la mañana una conductora. «No, es para controlar un poco el aforo y la estancia. Tome este ticket. No tiene que validar ni pagar. Al salir, páselo en esa máquina», respondía por la mañana Francisco Martín, entregando el billete y levantando la barrera. «Muchas gracias», se despedía la conductora. La escena se repite hasta cuatro veces por minuto. A las 11.00 horas, en plena mañana, el aparcamiento del hospital Can Misses está a rebosar y Francisco lo comprueba repartiendo los tiques de entrada y salida e informando a los usuarios de cómo utilizarlos. Eso sí, realiza su labor bajo el calor del sol: «Menos mal que es algo especial porque no he caído en traer una sombrilla». Y es que la primera jornada con la barrera bajada y, por tanto, controlando los accesos y el tiempo de estancia en el aparcamiento fue frenética.
Francisco es el responsable del parking del hospital y este jueves decidió salir a la entrada para explicar a los conductores esta nueva manera de funcionar donde las barreras entran en funcionamiento. «Lo que más preguntan es si hay que pagar», indicó en uno de los pocos momentos en los que no pasaban vehículos. «Les está encantando, incluso algunos piden que este control vaya a más», comenta, refiriéndose a los comentarios de que se permita la entrada únicamente de las personas que van al hospital o de que se cobre a los demás. «Sin embargo, esto sigue siendo un aparcamiento público y gratuito para todos. Los trabajadores sabemos qué coches vienen al hospital y cuáles se dejan para otras cosas, pero no se puede impedir la entrada», añade.
Vehículos retirados
En la oficina del parking, al lado de las máquinas de validación de tickets, está su compañero Rafa. El trabajador, encargado de tareas como el mantenimiento del aparcamiento o de informar a sus usuarios, suele tener los turnos de tarde, pero debido a esta prueba piloto ha tenido que acudir por la mañana a su puesto. «Hay mucho más movimiento por las mañanas», advertía, «y hoy [por ayer] en la oficina toca explicar principalmente cómo utilizar el tique de la barrera, además de dónde están los diferentes edificios del hospital». Rafa confía en que la barrera consiga que entre «menos gente de la que no tiene que venir».
Tanto Rafa como Francisco aclaran que en el parking siempre se ha llevado un control de los vehículos que lo utilizan, solo que de manera manual, y que este cambio agilizará el trabajo. «Si algún coche se excede en los plazos permitidos, se habla con la grúa para que se lo lleven. Además, estamos en contacto constante con la Policía Local, por si ocurriese algo», explican. Según el Área de Salud de Ibiza y Formentera (ASEF), hasta el momento se han retirado ocho vehículos por incumplimiento de la normativa en materia de estacionamiento en vía pública, así como se tiene constancia de 15 turismos que llevan más de cinco días parados en el parking.
Más plazas libres
El aparcamiento, a primera vista abarrotado salvo quizá por uno o dos huecos, está en constante movimiento. No se detiene el goteo constante de coches que entran ni que salen, y entre las plazas se ve a muchas personas buscar sus vehículos o salir hacia el hospital. «Por suerte no he de venir mucho aquí, a consulta», comenta una señora mayor, acompañada de su marido, tras salir de su coche, «pero supongo que esto se hace para evitar lo que dicen de que viene mucha gente de fuera a aparcar». «Últimamente me cuesta un poco más aparcar. Yo solo estoy lo que dure la cita médica», añade otro señor tras escuchar la conversación.
«No creo que vaya a servir para nada», inquiere José frente a su coche. «Esto está como todos los días, y eso es porque sigue entrando gente que no viene al hospital», se queja. El hombre, que vuelve de una cita médica, no cree que dar tiques ahuyente a estos usuarios que aprovechan el aparcamiento público para fines personales, más allá de los sanitarios: «Vienes, coges un tique, llevas al niño a la escuela, vuelves, dejas el tique y ya». A media mañana, según explica, es casi imposible encontrar aparcamiento, pero por la tarde suelen tenerlo más fácil.
Antonio, un jubilado contento con la medida, explica que solo aparca cuando tiene que ir al médico, «no como los de ahí delante», dice, refiriéndose a los vecinos del barrio de Can Misses. Su queja va un paso más allá porque, apoyado en su bastón, enseña que tiene que andar un trozo hasta llegar al ascensor: «Yo aparco en las plazas de minusválidos, pero están muy lejos de las salidas. No lo entiendo, deberían ser las primeras». Además, la falta de urinarios en el aparcamiento le parece un grave problema: «Tenemos que subir al edificio de arriba a toda prisa».
«Irresponsables»
Mari Carmen acaba de aparcar en otra plaza de minusválidos al lado de un enorme Porsche, en un aparcamiento de la misma categoría pero sin permiso. «La gente es muy irresponsable y no respeta las normas. Algún día les darán una», se queja. Además, la mujer asegura que ha expuesto estos problemas a los encargados del parking en algunas ocasiones: «Se lo dices a los de ahí y te comentan que han dado una vuelta hace un ratito y no han visto nada».
«Yo estoy contenta de que se haga algo, de verdad», empieza diciendo Catalina Colomar, que acompaña a su madre al hospital. Es una persona mayor que ya no puede andar mucho, por lo que encontrar aparcamiento en el mismo hospital es muy importante para ella. «Para que el parking funcione mejor, podrían dar un paso más y ver quiénes tienen cita para dejar pasar», comenta mientras siguen circulando varios coches en busca de una plaza. Explica, asimismo, que hay días que es imposible: «Vas con una persona que casi no puede andar y si es un día con lluvia lo tienes imposible para aparcar aquí».
Funcionarios contentos
Sin embargo, no todo el mundo está contento con la dirección de este aparcamiento. Un anestesiólogo que lleva más de 15 años en el hospital explica por qué le gustaba más cuando era de pago: «Cuando llegué, el parking era perfecto. A los funcionarios nos cobraban 30 euros por 30 entradas en el parking, es decir, un euro al día. Siempre había plazas libres». El hombre desconoce cuánto pagaba el resto de los usuarios, los que no tenían tarjetas de trabajadores del centro hospitalario, pero recuerda con buenos ojos aquella época.
«Luego llegó el socialcomunismo que se encarga de destruir todo y quitó las barreras, lo que hice que el aparcamiento se llenase de coches particulares», continúa el anestesiólogo, quien asegura, al igual que otros usuarios y los propios encargados del aparcamiento, que empresas de alquileres de coches de lujo han llegado a dejar sus vehículos en el hospital. Entonces, según se queja, ya no quedó sitio para trabajadores ni pacientes: «El 80% de gente que hay son personas que vienen de las casas de enfrente, que aprovechan para comprar o para ir a Vila». «Hay que recuperar el propósito para el que fue creado: para personal del hospital y sus pacientes», concluye.
Por otro lado está Paola, otra funcionaria del centro hospitalario. «Vengo tres días a trabajar aquí a la semana, desde Mallorca, y es la primera vez que he podido aparcar. Normalmente doy una vuelta de reconocimiento y acabo yendo dos calles más arriba», explica. Al ser una representante de un laboratorio y no sanitaria, no puede ir al parking de los sanitarios. «Para mí todo esto es algo muy positivo que me ayudará en el día a día», se despide.
Desde el Área de Salud creen que todavía es pronto para hacer una valoración completa de esta prueba piloto, pero aseguran que la empresa concesionaria encargada del parking les ha transmitido que la primera mañana con la barrera bajada transcurrió con total normalidad y que advierten que los usuarios están contentos con el cambio. Su objetivo con la bajada de las barreras es el de obtener datos tangibles con los que impulsar futuras medidas.
«Sí que es verdad que hay otras cuestiones de usos indebidos de, por ejemplo, vecinos o gente que deja el coche y se va a Vila a trabajar, están monitorizados. Ya aumentamos los controles, se sabe perfectamente qué coches llevan días parados o los horarios habituales de los vehículos», indican del Área de Salud. «A estos se les pone un aviso en el parabrisas», añaden, «instando a que el uso sea responsable, que el hospital, aun siendo un parking público y gratuito, está para los pacientes y familiares».
El Área de Salud ya ha comprobado el efecto disuasorio de las barreras, que parecen ahuyentar a algunos de los conductores que llevaban a cabo usos indebidos: «Esta mañana [por ayer] a primera hora hemos visto que hay personas que al ver la barrera siguen adelante. Quien hace el mal uso no quiere sentirse controlado».
Este primer paso puede preceder a otros. Los encargados del parking «son los expertos que deben proponer medidas para un mejor uso», comentan desde el Área de Salud. «Queremos identificar a los usuarios que vienen a dejar a los hijos al colegio, a los vecinos que aparcan toda la noche, saber cuántos son y poner medidas», indican. Medidas como la comentada por Catalina de comprobar las citas de los pacientes no se descartan, por ejemplo. Quedan ahora semanas en las que recabar datos antes de decidir si el aparcamiento de Can Misses dará un paso más en restringir su uso a usuarios ajenos al hospital.