«Y sí, soy disléxica, pero con muchas ganas de tener un futuro y conseguir mis metas». Así finaliza Lucía García, de 17 años, su emotiva carta publicada por la Asociación dislexia y Familia (Disfam). Un escrito muy personal cuyo objetivo es favorecer la reflexión de los docentes sobre la dislexia en las aulas para que sepan atender a estos alumnos desde la inclusión educativa. En este sentido, Lucía García señala en su carta que ha tenido muchos problemas durante toda su edad escolar a causa del déficit de recursos educativos, pero especialmente debido a la falta de implicación del personal docente hacia este alumnado. «Su falta de formación y su comodidad ante nuestras dificultades hicieron que no se llevara a cabo las medidas necesarias para que pudiese afrontar bien el curso», explica Lucía García.
Esta alumna hace referencia a las adaptaciones de acceso, que son las que permite al alumnado con dislexia poder ver los mismos contenidos en igualdad de condiciones. «Tuve una profesora que no quiso hacerme estas adaptaciones metodológicas porque decía que no era justo para el resto de mis compañeros», apuntó Lucía en su escrito resaltando que paralelamente el personal docente le manifestaba en clase que no tenía el mismo nivel que el resto de alumnos.
Sus padres, su gran apoyo
Sin ir más lejos, Lucía García recuerda en su carta cómo sus padres, que son su gran apoyo, tuvieron que informar «profesor a profesor» de su situación, de sus necesidades y sus dificultades académicas. «Hemos luchado diariamente para que se hicieran las adaptaciones curriculares, pero estos recursos educativos no se han llevado a cabo correctamente», insistió. Es más, según esta alumna, cuando finalizó Secundaria con la idea de empezar un nuevo reto como Bachillerato, comenzaron los comentarios de los docentes. «Muchos de ellos me desanimaron a hacer Bachillerato porque decían que al no ser enseñanza obligatoria iba sufrir mucho, ya que las adaptaciones de acceso son mínimas o casi inexistentes», manifestó esta estudiante, quien afrontó sin dudarlo este reto académico y también emocional.
«Todos esos comentarios no me dieron miedo, me hicieron más valiente porque siempre he tenido claro que yo quería hacer Bachillerato y formar mi futuro», puntualiza Lucía, aunque reconoce que durante este primer curso volvió a tener problemas con el personal docente del instituto por «su forma de pensar» sobre la dislexia. «Una profesora me llegó a decir que yo no había trabajado lo suficiente y no es cierto porque soy consciente de que me cuesta más que a los demás y, por eso, me esfuerzo el doble», manifiesta Lucía García.
Esfuerzo y sacrificio
De esta manera y echando la vista atrás a toda su etapa escolar esta alumna lamenta que lo único que han hecho algunos docentes «ha sido castigar mis dificultades». Unas dificultades que ella quiere hacer visible también a través de esta carta para compartir, no sólo esta falta de recursos e implicación docente, sino todo el esfuerzo y sacrificio que hacen a diario todos los alumnos con dislexia. En su caso, este esfuerzo que le ha ayudado a afrontar su reto académico hubiese sido más difícil de conseguir sin el gran apoyo de sus padres. Es más, Lucía le dedica esta carta a su madre Remedios, una mujer que desde el principio supo comprender las dificultades en las tareas diarias asociadas a la dislexia y supo potenciar su aprendizaje.
También quiere dedicarle unas palabras muy especiales a su profesor de repaso Miguel. Un hombre que, según Lucía, es su gran apoyo moral y académico, puesto que es la persona que la empujó a estudiar Bachillerato y el profesor que más ha creído en ella y sus capacidades. «Ha invertido un tiempo personal y profesional impagable. Su apoyo y su confianza en la preparación de Lucía ha sido fundamental para mi hija y ambas se lo queremos agradecer», manifestó Remedios a Periódico de Ibiza y Formentera. En este sentido, Lucía también señala que hubo más docentes que creyeron en ella durante su etapa escolar y la ayudaron académicamente.
Dificultades
Además, esta alumna quiere compartir con los lectores la realidad sobre esta alteración en el procesamiento fonológico que presentan las personas con dislexia. «Tenemos serias dificultades para recordar los sonidos que van con cada letra y dificultades para ubicar las letras que tengan una fonética similar», señala.
También explica que esta alteración les produce complicaciones con algunas palabras del lenguaje escrito y esto se penaliza como error. «De esta manera están penalizando los síntomas, ya que en este caso no son faltas de ortografía, sino una característica del propio trastorno», subraya Lucía García con el objetivo de poder ayudar a alumnos que estén en su misma situación. «No hay que tener miedo a hablar y a pedir ayuda. Necesitamos ser comprendidos y apoyados. No sólo consiste en plasmar una ley educativa en papel, sino llevarla a cabo por los docentes, especialmente ahora que es cuando se aboga por la inclusión del alumnado», puntualiza.
Cabe recordar que la dislexia es normalmente un trastorno oculto y escasamente tratado, a pesar de su elevada prevalencia, estimada entre el 7 % y 10 % de la población, lo que implicaría que en las Pitiusas podría haber entre 10.000 y 14.000 disléxicos, según los datos sobre el alumnado con necesidades específicas de apoyo educativo.