La referencia más antigua que tiene Jaume Ferrer de su bar, La Estrella, «es de 1926 o 1927, pero ya estaba abierto y es probable que ya llevara unos años en marcha. Entonces, no se pedían permisos como ahora para abrir un bar y no he encontrado ninguna documentación con la fecha exacta de apertura». De esta manera, situado en primera línea del puerto, La Estrella se convertiría en uno de los primeros lugares que los primeros visitantes conocerían tras bajar de la escalerilla del barco.
Una placa en una de las entradas del bar recuerda a una célebre pareja de estos visitantes, María Luisa León y Rafael Alberti, que desembarcaron en 1936 y se convirtieron en asiduos clientes de La Estrella antes de que estallara la Guerra Civil Española.
Recuerdos
«Cuando yo era niño, el barco atracaba justo delante del bar, todavía tenían que descargar los coches y los animales con una red», recuerda Jaume mientras explica que «toda la gente venía al bar a esperar mientras le tocaba que bajaran su coche».
Y es que podría decirse que Joan nació en el bar, concretamente «en el piso que había arriba, donde vivía con la familia». Relata que años antes su padre, Jaume de Cas Quintals, «vino de Sa Cala con su hermana y, en 1950, alquiló el bar que compartió durante un año con un socio, Es Formenterer», tal como explica Ferrer, que recuerda que su tía María trabajó siempre con él.
Se trataba de un espacio muy distinto al de hoy en día. «Había que bajar unos escalones para entrar, la barra estaba en frente de donde está ahora y al lado estaba la escalera para subir al piso», recuerda Ferrer. En 1966, Jaume padre, compró el local al mismo tiempo que el obispado compró el piso en el que vivía la familia.
«En ese momento se tiró el edificio abajo y se construyó de nuevo, con tres pisos que fueron de las monjas de San Vicente de Paul», explica Jaume hijo mientras subraya que «este fue el primer gran cambio del bar que, a partir de entonces, quitó la cocina».
«Solo se cerraba tres días al año: el día de Navidad, el día de Sant Jaume y el 18 de julio», asegura Jaume. «No servíamos en la terraza. La gente venía a buscar lo que quisiera a la barra», contextualiza Jaume para explicar que «un día vinieron unos señores con cara de no querer llevarse ellos mismos la bebida a la mesa, pero, de repente, mi padre salió corriendo, limpió la mesa y les sirvió las bebidas porque resultaba que eran los guardaespaldas de Juan Carlos I, Doña Sofía, Constantino de Grecia y su esposa, que estaban allí sentados». Durante toda su infancia, Jaume estuvo «echando una mano a mi padre en el bar, igual que mis hermanos. Siempre que hacía falta».
«Lo hizo de manera más regular desde que iba al instituto y cuando había vacaciones y, de manera definitiva, a los 16 años, cuando dejé de estudiar. Nueve años más tarde, cuando tenía 25 años, cogí las riendas del bar», recuerda Ferrer, que explica que «hice algunos cambios como, por ejemplo, volver a poner la cocina para hacer hamburguesas, bocadillos o platos combinados».
Formentera
«Justo delante amarraban las barcas de Formentera», recuerda Jaume que asegura que «conocía a toda Formentera. De hecho, explica que solían venir muchas parejas para que sus hijos nacieran en Ibiza. «Se reservaban unos 15 días en Ibiza y cada día venían a desayunar al bar. El día que dejaban de venir ya sabía que habían tenido al bebé. Al lado de las barcas de Formentera amarraban los barcos de pasaje», subraya Ferrer respecto al paisaje del puerto de hace medio siglo.
Un paisaje que era «prácticamente el centro de la ciudad. A partir de Vara de Rey no había nada más, todo el comercio estaba en esta zona y siempre había movimiento de gente, tanto ibicenca como turistas».
Un movimiento que Jaume recuerda con nostalgia, ya que, tal como explica, «la gente ibicenca fue dejando las viviendas y los negocios de la zona para irse al centro de Vila. Esos negocios los ha cogido gente de fuera que sólo abre en verano y, además, se llevaron las barcas de Formentera y los barcos de línea a otros lugares». «Antes abría a las ocho de la mañana y no podía cerrar hasta las tres de la madrugada», asegura Ferrer, que subraya que «entonces la noche de Ibiza era en el puerto, pero ahora se ha perdido esa dinámica. Los yates que hay ahora no traen más que a la tripulación y a la gente que viene a verlos. Lo único que realmente trae gente hoy en día son los cruceros». Sin embargo, Jaume reconoce que «sigue viniendo bastante gente del barrio y gente de toda la vida».
Clientela
Una clientela que Jaume sigue atendiendo con la ayuda de sus empleadas, Verónica y Encarna, «aunque en verano tenemos hasta 15 empleados», contando a su hijo Jaume desde hace 16 años. De esta manera, tal como anuncia Jaume, «el tercer Jaume Ferrer cogerá las riendas del bar a partir del año que viene porque yo me voy a jubilar y él ya tiene experiencia y ya sabe de qué va el tema perfectamente».
Entre esa clientela, Tom es uno de los más veteranos de La Estrella. «Es el primer sitio al que fui para tomar un café con leche nada más bajar del barco en mayo de 1971», asegura mientras recuerda que ese día le llamó la atención «un cartel de ‘sírvase usted mismo' en la barra y también Jaume, el actual dueño que estaba jugando a las canicas en el suelo con sus hermanos».
«Desde entonces no he dejado de venir cada mañana y, además, sufro mucho cuando no está abierto», asegura este vecino de Sa Penya, que subraya que «sigue manteniendo el mismo ambiente de siempre».
Javier y Cristina trabajan cerca del puerto y no se ponen de acuerdo a la hora de medir el tiempo que hace que visitan La Estrella. «Hace tantos años que no tenemos ni que pedir lo que queremos, sólo tenemos que sentarnos. Yo ya venía cuando era pequeña con mi abuelo», recuerda Cristina mientras Javier apunta que «es uno de los pocos bares de toda la vida que nos quedan». «Ahora son todo Beach Clubs, boutiques y cosas de estas», apostilla Cristina.
José asegura que lleva 23 años visitando La Estrella. «Trabajo aquí cerca y aprovecho cada vez que puedo para parar a desayunar y leer el periódico». Pancho también trabaja en la zona, donde tiene sus negocios, y asegura que lleva «50 años viniendo a tomarme el aperitivo. Desde que estaba el padre de Jaume».
No todos los clientes de La Estrella son veteranos porque «un porcentaje muy alto de nuestra clientela son turistas», asegura Jaume. Argeli es un ejemplo de esta clientela a la que se refiere Jaume. «Hemos aterrizado hace un par de horas y este es el primer lugar que visito», asegura esta venezolana residente en Madrid. «Yo lo conocí en un viaje que hice hace unos años y he querido venir aquí directamente», explica Alejandro, que acompaña a Argeli y subraya «el buen ambiente del lugar y lo bien que nos atienden» mientras apura su tercera ronda de cerveza y sangría. «Ahora vamos a descansar un poco y después volveremos», aseguran mientras brindan.
Pedro también visita La Estrella por primera vez. En su caso, el pamplonica visita Ibiza por primera vez con el Imserso y reconoce que le ha seducido este bar porque es un local al que se le nota la solera. «A primera vista ya se ve que no es uno de esos ‘modernitos' que hay por todos lados cuando quieres hacer una parada en tu visita al puerto», indica.