El 23 de noviembre de 2022 anunciaron a los 17 astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA). Es la cuarta promoción que saca la ESA desde su inicio en 1978, y la anterior a esta fue en el año 2009. Entre los seleccionados, hay dos españoles: Pablo Álvarez como astronauta de carrera y Sara García Alonso, como astronauta de reserva, a quien entrevistó este periódico. Sara García Alonso charló con Jordi Pereyra, reconocido divulgador científico de Ibiza, en Can Ventosa. Pudieron hablar sobre el proceso de selección de astronautas, su profesión como investigadora oncológica, qué le espera a un astronauta una vez que es seleccionado, qué tipo de misiones espaciales hay o cuál es el espacio de la mujer, ya que es la primera mujer española seleccionada.
—¿Cómo pasa de ser investigadora oncológica a astronauta?
—Surgió una oportunidad de la ESA, que en 2021 abrió una convocatoria para contratar una nueva promoción de astronautas, para que te hagas una idea la anterior convocatoria fue en 2009, hablamos de que es una oferta de trabajo que sale más o menos cada 15 años y se convocan muy pocas plazas, pero al ver esta oferta de trabajo sentí curiosidad y vi que mi perfil, a pesar de estar completamente alejado del espacio encajaba muy bien porque realmente buscaban una persona con formación científica, experiencia profesional, capacidad operativa, experiencia en ambientes tipo laboratorio donde hay que manejar riesgo y seguridad. Yo encajaba en el puesto y el puesto en cierto modo encajaba para mi, porque yo desde que era niña siempre he perseguido investigar, avanzar en conocimiento, hacer ciencia rodeada de tecnología en ambientes multidisciplinarios y en realidad eso es lo que hacen los astronautas, lo único que lo hacen desde el espacio.
—¿Cuál es su trayectoria para haber llegado hasta la ESA?
—Yo me licencié en Biotecnología en la Universidad de León, obtuve varios premios de excelencia académica, me formé en un máster en Biomedicina y de ahí decidí que quería dedicarme a la investigación oncológica así que me trasladé al Centro de Investigación del Cáncer de Salamanca para hacer un doctorado. Estuve trabajando en diferentes tipos de cáncer, como el de mama para entender por qué unas pacientes respondían a los tratamientos y otras no. En 2019 me incorporé en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CENIO) en Madrid, a trabajar con uno de los científicos más importantes de España, Mariano Barbacid, como investigadora postdoctoral. Estuve trabajando en cáncer de pulmón y de páncreas, en tres años me ascendieron a científica titular y ahora estoy liderando un proyecto de investigación con estudiantes de doctorado para intentar desarrollar nuevos fármacos para esos tipos de cáncer. En 2022 fue cuando me ascendieron, una semana después, me seleccionó la Agencia Espacial Europea como astronauta en calidad de reserva.
—¿Siempre ha destacado en su trayectoria académica?
—Sí, obtuve el premio a la mejor tesis doctoral en medicina y obtuve además unos cuantos premios a lo largo de mi carrera. Porque soy muy inquieta, muy curiosa y muy perseverante, yo creo que allí donde todo el mundo se rinde yo sigo intentándolo.
—¿Cuáles han sido los momentos más duros?
—La etapa del doctorado fue muy intensa porque tenía mi proyecto y me había implicado en otros cuatro o cinco más que los llevaba en paralelo, vivía sola y tenía ciertas tareas que tenía que hacer. Además tenía perro y trabajaba 16 horas diarias de lunes a domingo. Luego llegaba a las tantas y tenía que ponerme a escribir una tesis doctoral y artículos científicos, así que fue intensa, mucho aprendizaje pero muchísimo trabajo también. Luego el proceso de selección de la ESA ha sido una etapa también muy dura, porque yo seguía trabajando en el Cenio, tenía mi vida y me intentaba preparar para esto. Se abrió la convocatoria en 2021, duró 18 meses en total todo el proceso, que estamos hablando de seis fases y más de 100 exámenes, para los que no hay un temario. Entonces no sabes cómo te van a evaluar, cuándo te van a evaluar, ni dónde, yo de repente recibía una llamada y tenía que estar en una ciudad europea para someterme a un día entero de exámenes y de pruebas de inteligencia sin saber lo que me esperaba.
—Entonces, ¿cómo se preparaba?
—Cuando llegaba a casa del trabajo me ponía a prepararme en materias que yo consideraba que me podían dotar de herramientas para superar el proceso, pero al mismo tiempo no hay nada. No tienes un temario, como una oposición que si la estudias puedes sacar un 10. Aquí son muchas fases, empezamos 23.000 personas y seleccionaron a 17 de toda Europa. Pedía días libres, porque lo mantenía en secreto.
—¿Por qué lo mantenía en secreto?
—Me gasté prácticamente todas mis vacaciones en ir a pruebas y distintas cosas de la agencia. Decidí mantenerlo en secreto al principio porque me daba un poco de vergüenza, después de doce años dedicándome a la investigación oncológica, decirle a la gente que quería ser astronauta porque las probabilidades eran exactamente del 0,004 %, o sea más probabilidades tienes de ganar la lotería que de convertirte en astronauta. Me aparecía tan ridículo contar algo que probablemente no iba a ocurrir que no decía nada y a medida que fui avanzando empezaron los contratos de confidencialidad entonces legalmente no podía decir nada. Se enteraron todos por la televisión y cuando llegué a trabajar todos me miraban como si fuese un alienígena.
—¿Qué quiere decir que está en reserva?
—Significa que Europa no tiene tantas oportunidades de misiones espaciales y formar a un astronauta es un proceso muy largo y muy costoso, entonces no tiene sentido que nos den la formación de astronauta a los 17 cuando la ESA no puede garantizar todas esas misiones espaciales y esos vuelos en un cohete. Entonces ha dejado a los cinco, porque tiene cinco plazas ya acordadas con las distintas agencias espaciales internacionales como la NASA, la Japonesa, la agencia Rusa… entonces quedamos doce esperando a posibles oportunidades de vuelo. Estas misiones de reserva serían de más corta duración, de hecho ya ha tenido lugar una, con el astronauta sueco Marcus. Son quince o veinte días de misión y son promovidas por el gobierno, en lugar de venir centralizadas desde la propia ESA, es el propio gobierno el que actúa de sponsor. Entonces si podemos crear una misión espacial en calidad de científica, porque yo soy investigadora, patrocinada desde el Gobierno y desde el Ministerio de Ciencia en este caso, porque la Agencia Espacial Española pertenece a este ministerio, buscaríamos la forma de tener un asiento en un cohete de Space X e iría a la Estación espacial Internacional en una misión de quince o veinte días. Tanto la NASA, como la ESA, como las privadas, van centralizadas en Space X.
—¿En qué consistían las pruebas?
—En la primera fase eran pruebas de inteligencia. Había conocimientos genéricos de matemáticas, física e inglés y luego pruebas de memoria auditiva, visual, capacidad de orientación espacial, de mantener la concentración, etc. El resto de fases han sido más bien psicológicas, test psicométricos, muchas entrevistas con psicólogos, con psiquiatras, dinámicas de equipo en las que te planteaban problemas a los que tenías que encontrar una solución manteniendo unas dinámicas de comunicación. Te ponían en situaciones límites, bajo presión y veían como intentaba resolverla, pero no de una temática en concreto. Es un poco ver tu personalidad, cómo afrontas los problemas, si eres capaz de mantener la calma bajo presión, si pierdes los nervios, si tienes ansiedad, si eres capaz de mantener una buena dinámica de equipo, si eres competitivo o colaborativo, si puedes ser líder y a la vez seguir a un líder en caso de que sea necesario.
—¿En el caso de que le llamen le darían más formación?
—Si te asignan una misión, sí que te dan una formación para ponernos a todos al mismo nivel, porque cada uno viene de su disciplina. Entonces parte de esa formación es aprender de mecánica orbital, medicina, geología, técnicas de supervivencia, ruso, entrenar el físico.
—¿Por qué ruso?
Por cuestiones de seguridad, dentro de la Estación Espacial Internacional – el laboratorio que órbita la tierra a 900 kilómetros - hay dos segmentos, uno estadounidense y uno ruso. Los procedimientos de evacuación y seguridad están en el segmento ruso y para comunicarte en el control de misión en tierra hay que hacerlo en su idioma.
—¿Qué consejo daría a una persona que quiere llegar a un punto álgido?
—El primero que daría es atreverse a intentarlo. Muchas veces somos nosotros mismo quienes nos ponemos límites, los que descartamos opciones. Desde los estereotipos por ejemplo en el caso de las mujeres, no ves ejemplos de mujeres en determinadas profesiones y dices bueno igual este no es mi sitio, ya no lo intento. O en procesos complicados, como al que me enfrentado yo, que dices tengo un 0,004 % probabilidades y dices para qué me voy a presentar si no lo voy a conseguir. Ahí somos nosotros quienes nos ponemos límites, entonces si algo te incita a la curiosidad, te hace feliz, te motiva, quieres perseguirlo, hazlo, da un paso en ese sendero porque se te va a abrir un abanico de oportunidades.