En 1979 Toni Riera, de Can Noguera, y Margarita Bonet contrajeron matrimonio y Vicent, padre de Marga, cedió al matrimonio el local de Figueretes que había estado explotando como souvenir desde la llegada del turismo a Ibiza.
El matrimonio decidió convertir el establecimiento en una tienda desde la que abastecer al barrio que, tal como explica Carlos, hijo del matrimonio y actual responsable, «no tenía nada que ver con lo que es el barrio hoy en día». Comercialmente hablando, Riera compara la diferencia la primera época del supermercado con la actual, «hoy vendo unas cinco barras de pan al día y unas 50 baguettes, cuando yo era pequeño, mi padre vendía cientos y muchas veces teníamos que ir a buscar más al horno porque no daba abasto», además de recordar que «mi madre hacía una barbaridad de bocadillos».
Tal como sucede en numerosos bares ibicencos, que comenzaron como tienda con una pequeña barra para convertirse más adelante solo en bar, en Figueretes la rama hostelera llegó más adelante, con el nuevo milenio, cuando «adquirimos el local de al lado para montar una cafetería, pero sin ninguna separación entre los espacios», tal como explica Carlos.
A partir de esa ampliación, el responsable del establecimiento explica que «montamos la cocina, que es bastante pequeña, donde hacemos platos tradicionales: lentejas, frita de calamar o de cerdo o el arròsde matançes con la receta de mi abuela Pepita, que tiene mucho éxito».
Además de la cocina, tal como recuerda Riera, «soy de una familia de panaderos, Can Noguera, y desde que montamos la cocina empezamos a elaborar cosas como empanadas, tortells y algo de bollería». Un concepto conocido en hostelería como ‘granja' que la familia Riera también explotó en Platja d'en Bossa en la popular granja Dunes.
Respecto al barrio de Figueretes, Riera reconoce que también ha cambiado mucho desde su niñez en la tienda de sus padres, «ahora se nota mucha más presencia de turismo, parece que muchos extranjeros están adquiriendo pisos por la zona», respecto a cuando «el barrio era de gente trabajadora que había llegado desde la Península, que cuando fue evolucionando económicamente se mudó más al centro».
«Ahora parece la ONU, creo que debe ser el bar más multicural de Ibiza», asegura Carlos con humor para explicar que «en la zona conviven mucha gente de distintas nacionalidades, los primeros que llegaron fueron de Marruecos, pero ahora también hay mucha gente de países del este de Europa, subsaharianos o sudamericanos». Una multiculturalidad que Riera defiende que «no causa ningún tipo de conflictividad, se convive perfectamente más allá de la típica persona que bebe demasiado, pero eso no tiene nada que ver con su cultura».
De esta manera, la clientela de la granja Figueretes sigue siendo «gente trabajadora principalmente», tal como explica Riera, que asegura que «el 60% de la caja la hacemos de 6:30 a 9 de la mañana cuando hacemos los bocatas a los currantes».
Aunque Riera estuvo «echando una mano desde que tenía unos 14 años todos los veranos», no se hizo con el timón del negocio «hasta hace unos siete u ocho años, cuando mi padre empezó a delegar las responsabilidades antes de jubilarse». Riera no deja de reconocer al personal de su negocio, «somos un equipo, sin ellas yo no podría llevar esto adelante: son mis pilares». Carlos se refiere a Fátima, Alejandra y, sobre todo, a Cristina, «que lleva con nosotros desde que abrimos el bar, hace más de 23 años».
Juan es empresario en Figueretes «desde 1975», por lo que, tal como explica, es asiduo del bar «desde que abrió un tiempo después, entonces vivía aquí al lado y tenía un negocio distinto al que tengo». Tratándose de un cliente desde el día, tal como asegura Juan «me hiec amigo de Toni y Marga y pude ver a Carlos y Toni crecer aquí».
Paco es otro cliente clásico del negocio de la familia Riera, «hará más de 20 años que vengo», asegura mientras explica que «vengo cada día a leer la prensa y descansar despues de dar un paseo». Cristina le recuerda a Paco que «tu madre ya venía a traernos croquetas», evidenciando el trato familiar que se vive entre los vecinos de Figueretes.
Adrián también presume, pese a su juventud, de veteranía en el bar ya que, tal como asegura, «cuando era pequeño venía cada mañana con mi madre a buscar el bocadillo para el colegio».
Laura vive en la zona «hace un par de años y el bar se ha convertido en mi casa». A la hora de subrayar alguna de las virtudes del establecimiento, a parte de «Cristina, que es la mejor del mundo y me anima más que nadie cuando tengo un mal día», Laura habla de «el bizcocho que prepara Carlos, ¡que me ‘pirra'!».
Toni también es vecino, es el barbero del barrio y, tal como explica, «vengo cuando tengo un momentito a tomar un café rápido y a leer la prensa». Tal como asegura Cristina, Antonio ‘Chato' «es lo más entre nuestros clientes». El veterano cliente de la granja Figueretes asegura que «vengo cada día desde hace décadas a desayunar, leer el Periódico y a comer de vez en cuando, sin embargo, lo mejor del bar son las personas».
Flor no cuenta con la veteranía de clientes como Chato, sin embargo comparte opinión con algunos de los más asíduos, «vengo cada día a desayunar mi media tostada, es un bar muy de barrio, muy local y con un pan riquísimo».
Ruth es cartera y visita la granja Figueretes con regularidad, «Cristina es como mi madre», asegura con humor para explicar que «en este sitio puedes ser tú mismo, además te alegran el día».