Pedro Matutes (Barcelona, 1969) afronta las horas previas a la inauguración del Teatro Pereyra como «una auténtica locura», aunque también con «mucha ilusión». Su bisabuelo, Abel Matutes Torres, fue uno de los fundadores y fue adquiriendo acciones hasta que se convirtió en el único propietario a finales de la década de los 40. Según dice ahora Pedro Matutes, no ha visto un proyecto privado que haya generado en Ibiza tanto interés.
—¿Cómo están siendo estos días previos a la inauguración?
—Bastante estresantes porque, al final, maravillosamente todo encaja, pero están siendo días complicados en los que sufres y esperas a que llegue todo el material. De hecho, algunas cosas no han llegado a tiempo, aunque estamos en una buena disposición para abrir, a pesar de que después de la apertura oficial tengamos que trabajar algo más.
—El pasado mes presentaron el resultado de la gran reforma ejecutada en el teatro. ¿Qué impresiones está recibiendo por parte de aquellos que ya han visto el resultado final?
—Veo a la gente muy ilusionada. Desde hace meses muchos me han estado preguntando por la apertura y quienes han visto la reforma a través de fotografías se han sorprendido mucho. A excepción de las generaciones un poco mayores, muchos ibicencos no eran conscientes de lo que allí había. Los más jóvenes sólo conocían el frontal y, cuando ven la sala principal, no dan crédito.
—Aunque no se conociera el teatro, los ibicencos siempre han sentido el Pereyra como algo cercano.
—Totalmente y lo que quiero es que las nuevas generaciones también lo sientan así. Hay una o dos generaciones perdidas porque la sala fue cerrada hace unos 40 años y quiero recuperar esta sensación de que el Pereyra es un lugar que, de alguna manera, todos podemos compartir.
—Haciendo un poco de historia, ¿cuándo comenzó todo?
—Empezamos trabajando en un proyecto de rehabilitación estructural. Era un teatro con una situación estructural complicada porque ya desde sus inicios su estructura era muy débil. Es algo curioso, pero estaba ubicado en una zona militar y en aquel momento La Marina acababa en la calle Conde de Rosselló. Aquello estaba a los pies de las murallas y necesitaba un permiso especial que ya generó muchos problemas. Hubo un intercambio de informes entre Palma y Madrid y, al final, el documento se aprobó, pero con unos condicionantes referidos a los muros o al material que hacían que la estructura fuera más débil. Comenzamos con este proyecto en 2006 o 2007 y ya en 2008 entró la primera licencia. Son 17 años, prácticamente.
—La propiedad tenía claro que debía ser reformado y, sobre todo, volver a abrir puertas.
—Sí. Teníamos una obsesión. Es muy fácil ejecutar una rehabilitación estructural para que quede un edificio más o menos bonito, pero nosotros queríamos que no naciera un edificio muerto. No queremos un elemento momificado en mitad de Ibiza, que podrá ser muy bonito, pero nosotros queríamos que naciera con mucha actividad. En aquel momento no sabíamos qué íbamos a hacer y, por tanto, apostamos por un proyecto que convirtiera al teatro en lo que fue inicialmente, una sala polivalente. Cuando uno ve su historia, descubre que allí se ha hecho de todo: teatro, congresos e incluso sesiones de circo con osos amaestrados.
—¿Cómo vive esta reapertura su propia familia?
—Existe un gran caudal de ilusión. Somos conscientes de que es un legado familiar y así lo hemos abordado. No es un negocio más, es un legado, e intentamos tratarlo con respeto, rehabilitando el teatro pensando mucho en cómo era y en qué era.
—Hablando de la estructura, no hay que olvidar que el teatro ha cumplido 125 años.
—Sí, la estructura ha tenido que rehacerse por completo porque estaba en muy mal estado y con unas dificultades que la gente no es consciente. El nivel freático en aquella zona lo tenemos a poco más de un metro, por lo que la cimentación y sus refuerzos han tenido que ser especiales. Además, en tres ocasiones aparecieron restos romanos importantes. Es el único teatro que tiene debajo un edificio portuario romano que incluso cambió la perspectiva de la línea de costa en aquella época. Cuando hay algo así, debe pararse todo y realizar una propuesta arqueológica, de conservación, extraer lo que se pueda y continuar. Ello, entre otras cosas, ha provocado que sea un proceso tan complicado.
—Usted comenta que ha sido la inversión más alta realizada en Baleares, y posiblemente en todo el país, para rehabilitar un teatro privado.
—Sin duda, nadie ha actuado en estos proyectos sin ayudas públicas y, que yo sepa, todos los teatros históricos de Baleares se han arreglado con la implicación de la Administración de una u otra forma. Nosotros hemos llevado a cabo una inversión 100% privada.
—En relación al trabajo artístico cuentan con Nacho Cano, que son palabras mayores.
—Sí. Él está relacionado con Ibiza desde hace años y llevábamos tiempo hablando con él. Realizará una obra propia, hecha para ser representada en el Pereyra. Él es una persona de mucho peso. Por lo que he visto, será un musical con una calidad equiparable a lo que se ve en otros lugares. La gente debe verlo.
—¿Cómo se plantea la programación artística del teatro?
—Tras la apertura institucional, el día 18 comenzará la programación veraniega que se basará en la obra de Nacho. Es un espectáculo internacional que se alargará hasta mediados de octubre. Después, tendremos una programación muy variada porque pensamos que existirá esta separación entre la temporada de verano y la de invierno. En temporada baja, estaremos muy centrados en actividades pensadas para el residente y también para el entorno del teatro, pensando más en aportar vida al barrio de La Marina que en términos económicos. Si hablamos de lo que viene ahora, el sábado tenemos un concierto de Joven Dolores y, hasta el inicio del musical, el teatro estará abierto y podrá ser visitado, por lo menos la zona del café y la Sala Sandoval, que está en la parte de arriba. El teatro, si no se está ensayando para el show de Nacho, también podrá ser visto. Por las noches, habrá música en vivo con la banda residente del Pereyra.
—¿Por qué han llamado Sandoval a una de las salas?
—Sandoval y compañía es el nombre de la empresa que en su época promovió el teatro. Hay una serie de referencias históricas en la sala que lo explican y Sandoval era el apellido de la mujer del Comandante Pereyra.
—Hay quien cree que será un sitio elitista y con precios no aptos para todos los bolsillos.
—En primer lugar, la gente debe hacerse una idea de lo que vamos a hacer allí y es algo que no se ha hecho en Ibiza, con un gran nivel artístico. Implica a muchas personas porque estamos hablando de música en vivo, con actores y bailarines. Es otro concepto, con un elenco impresionante. Es una producción cara y la gente debe ser consciente de que es una actividad teatral. Si uno viaja a Madrid o Londres para ver un musical, sabe cuánto cuesta. Haremos algo totalmente homologable a estos proyectos. Además, habrá un dinner show, con cinco o seis horas de actuaciones en vivo. Será una experiencia global. Al mismo tiempo, siendo muy fieles al espíritu original del teatro, existirá el ‘gallinero' con un coste absolutamente razonable para ver un espectáculo con actuaciones en vivo. Todo el mundo que quiera ir, podrá hacerlo.
—¿Qué mensaje lanzaría a la sociedad ibicenca?
—Yo diría a la gente que espere a que pase un año y vea lo que queremos hacer con el teatro. Entiendo que ahora despierta mucha expectación, pero me gustaría que los ciudadanos vean lo que sucede durante un año. Contemplamos el proyecto con una temporada de invierno, otra de verano, y ambas no se entienden la una sin la otra. Hablamos de una familia relacionada con el teatro desde hace más de 100 años. Yo soy la cuarta generación y la quinta ya está implicada en el proyecto. Tenemos la voluntad de permanencia y servicio y queremos que la gente se sienta orgullosa de tener esta propuesta artística y que, en parte, todos lo sientan como algo suyo.