Sería durante la primera mitad del siglo XX cuando Celestino Sánchez llegó a Ibiza para hacer el servicio militar desde su Albacete natal. En la isla se casó con María y, poco después de licenciarse, emigró a Argelia para tratar de hacer fortuna.
No tardó en llevarse con él a María y a Mariano, su primer hijo, a Argelia ni en aumentar allí la familia con el nacimiento de Michel y Armando. Su trabajo como electricista en Argelia le permitió comprar, poco a poco, una pequeña finca en Ibiza. Sin embargo, tras la independencia de Argelia, la familia Sánchez tuvo que volver a Ibiza prácticamente con lo puesto.
Celestino vendió un buena parte de la finca para poder construir un edificio en el espacio que conservó en la misma entrada de la avenida España.
Origen
En uno de los locales del edificio, Celestino montó la armería Sánchez. que regentó toda su vida. El otro local lo alquiló para convertirse en el bar Peña Bética durante años. No fue hasta los primeros años 90 cuando Celestino repartió su herencia en vida y le dejó a Michel el local del bar, que llevaba tiempo cerrado. «Tengo más experiencia fuera de la barra que dentro», declaraba el mismo Michel nada más comenzar su aventura en la hostelería, tal como asegura su viuda, Aurora, que subraya que «se supo poner las pilas y llevar el bar adelante».
«Michel jugaba a fútbol sala y venía toda la gente del fútbol al bar. El boca a boca y los menús que preparaba María Teresa, la entonces mujer de Michel, hicieron el resto para que el bar Michel tuviera éxito», asegura Alfonso, uno de los clientes y amigos más veteranos del Michel.
Aurora comenzó a trabajar como camarera en el Michel en 2005, «unos años antes, a principios de los 2000, ya habían cambiado mucho las cosas y ya habían dejado de hacer menús», explica Aurora mientras subraya que, «por otro lado, el Michel podía presumir de ser el bar más barato de Ibiza».
En este sentido, Aurora asegura que «en un avión de Barcelona a Ibiza Michel escuchó la conversación entre dos jóvenes que hablaban de un bar de Ibiza donde los cubatas valían 2,50 euros: hablaban del Michel».
Aurora y Michel no tardaron en enamorarse. «Nos casamos tiempo después, en 2013, pero cuando ya teníamos a nuestra hija». La pareja continuó codo con codo llevando el timón del bar «hasta que Michel cayó enfermo en 2014». «Me estuve ocupando del bar yo misma hasta el 16 de septiembre de 2023». Aurora se refiere a la fecha del fallecimiento de Michel, que coincidió con el cierre definitivo del bar tras décadas de servicio.
«Ses Figueretes me ha demostrado que me quiere», afirma con emoción Aurora respecto al recibimiento de la reciente apertura, el pasado mes de febrero, de su nuevo bar, la crepería Crespia, a poco más de 100 metros de donde estuvo el bar Michel. «Los clientes me han salvado», añade Aurora emocionada mientras matiza que «el nombre del local es el que había antes, aunque me hubiera gustado poder haberle llamado Michel».
‘Las súpernenas'
Junto a Aurora, María José y Liz se encargan de mantener vivo el espíritu del bar Michel. Entre María José y Liz suman cerca de medio siglo de experiencia tras la barra del Michel y, tal como asegura Maria José, «somos una familia».
«Trabajando juntas he pasado los mejores y los peores momentos de mi vida», asegura Maria José respecto al «nacimiento de mi segundo hijo, David, y el fallecimiento de mi marido, Ramón en 2019». «Somos tres mujeres empoderadas, duras como mineras, ¡somos las súpernenas!», añade María José. Entre risas, Aurora recuerda cuando «le hicimos una encerrona a María José por su 50 cumpleaños. Era un sábado que no le tocaba trabajar, pero le pedí que viniera a cubrirme un par de horas. Cuando llegó se encontró con la fiesta sorpresa que le organizamos». «Los clientes me trajeron regalos, ramos de flores y todo», recuerda María José emocionada.
Respecto a su clientela, las ‘súpernenas', aseguran que «aquí no entendemos lo que es el racismo» y subrayan el carácter «multicultural» del establecimiento. Un carácter multicultural en el que caben «latinoamericanos o rumanos más recientemente», pero del que destacan a la comunidad marroquí. «De no ser por ellos no hubiéramos superado la crisis del Covid, nunca dejaron de venir ni de pagar sus cafés religiosamente», recuerda Aurora con agradecimiento. «Hemos visto hasta tres generaciones de clientes de distintos lugares y nunca hemos tenido ningún problema con nadie, todo lo contrario».
Entre Sellam, Illias, Mohssin, Abdessalam y Abdul suman más de cien años en Ibiza. «Ya somos payeses», bromean mientras toman un refresco en la mesa del Crespia. «Es como estar en nuestra casa», afirma Abdul, que subraya «la bondad tanto de Michel como de su padre». Con más de dos décadas de amistad, Abdul recuerda «cuando Michel ayudó a mi mujer o cuando nos traía sacos de juguetes para nuestros hijos».
Y es que hablar con la clientela de la crepería Crespia es recordar a Michel y al bar que llevó su nombre. «Ahora es lo mismo que ha sido siempre, con las mismas chicas y el mismo ambiente: es el mismo espíritu del bar Michel, pero con la barra más pequeña», afirma Antonio tras 25 años como cliente.
Clientela
Los mismos años lleva Lourdes en Ibiza y reconoce que «me dio toda una alegría cuando me enteré de que Aurora volvía a abrir», mientras desayuna con su amiga Pepi. «Yo vivo en Sant Jordi, pero viví en esta zona mucho tiempo y ahora vengo todos los domingos y festivos», asegura Pepi, que coincide con Lourdes a la hora de afirmar que «lo único que se echa de menos del Michel es a Michel».
La veteranía de la clientela de Aurora y el recuerdo del Michel quedan patentes en comentarios como el de Miguel: «Antes de ir a pescar, le comprabas las cosas a Celestino y, de paso, desayunabas con Michel». O como el de Alfonso, que asegura que «a Michel no le gustaba nada perder al tute y, cada vez que había que ir a San Rafael a por agua le acompañaba y hacíamos la paradita de rigor en Sa Creu».
Luver era también habitual del Michel y continúa fiel al servicio de Aurora, con quien recuerda entre risas «aquel día que llegué a las 6:30 de la discoteca un poco perjudicado para entrar al baño». «¡Menuda bronca me echó Aurora por dejar la luz del baño encendida! Nunca me la he vuelto a dejar encendida».
Pepita es habitual cada mañana en alguna de las mesas del bar de Aurora. «Falta Michel, por lo demás todo sigue igual: la vida continúa», asegura mientras desayuna con Loli. «Ahora vivo en Madrid y siempre que vengo a Ibiza aprovecho para ver a Aurora, que es un encanto y le ha echado un par de ovarios».