El pasado 8 de julio la cadena de estética Centros Único anunciaba el cierre de todos sus establecimientos a nivel nacional. Esto dejaba en la estocada a miles de clientes que habían contratado bonos con la compañía pero, también, a decenas de trabajadores que eran víctimas de un ERE. En el momento del cierre, en el centro de Ibiza, en la calle Isidoro Macabich, tan solo había una trabajadora, que acudió a su puesto de trabajo el lunes por la mañana y que, por la tarde, recibió un correo en el que le informaban de que no tenía que acudir más a su puesto de trabajo, ya que estaba despedida.
A día de hoy, cuando ya han pasado casi tres meses desde ese momento, todavía no ha cobrado la indemnización por despido, ni la nómina correspondiente al mes de junio, ni la parte correspondiente de julio. Frente a su antiguo puesto de trabajo Dayana Fernández, acompañada por la que fue su encargada, quien prefiere no dar su nombre, cuenta la historia que ha vivido en la empresa.
Primeros síntomas
Dayana empezó a trabajar en el establecimiento ubicado en Isidoro Macabich hace un año y cinco meses. Antes de que en julio finalmente se ejecutara el despido, ya se había acometido un ERE en la empresa el pasado mes de febrero. En ese momento en el centro había seis personas en la plantilla. Desde la empresa se argumentaba que el balance económico a nivel global era negativo. En una plantilla que a nivel nacional superaba las trescientas personas se planteó el despido de cerca de doscientas de ellas.
Mediante la negociación colectiva entre patronal y sindicatos la cifra se quedó en torno al centenar, de las cuales ninguna correspondía al centro de Ibiza. «Lo que creemos que querían era deshacerse de los centros de la zona de Andalucía y el Levante, que no eran tan productivos» argumenta la que antaño fuera encargada en el establecimiento. En ese momento se produjo la primera oleada de cierres de Centros Único en toda España, pero el de Isidoro Macabich parecía a salvo.
Pese a que por aquel entonces aún no sucediera ningún despido en el establecimiento de Ibiza, los trabajadores de aquel entonces se temían lo peor y empezaron a buscar otras opciones de trabajo con mayor estabilidad y, empezaron a marchar, dejando como única empleada a Dayana. Ella pensaba que esa situación sería temporal y que pronto los empleados empezarían a volver. De hecho, había un cartel de búsqueda de empleo en la entrada al establecimiento que, a día de hoy, irónicamente, sigue estando ahí.
Cauce legal
Al no haber cobrado todavía lo que debe, Dayana tiene el caso en manos de una abogada. Si bien los clientes afectados se han unido para reclamar su dinero, en su caso lo está gestionando de manera individual. «Es difícil el caso, porque algunos centros han cambiado de nombre, aunque mantengan decoración, estética y todo lo demás. Y muchas empresas se agarran a ello» le ha explicado su abogada. La demanda se presentó, pero por lo que tiene entendido, la lista de espera para los tribunales en para el 2025.
El ERE de febrero cogió por sorpresa a los trabajadores, que recibieron «como un jarro de agua fría». El centro funcionaba a pleno rendimiento, cada vez había más clientes y desde la cadena se seguían impartiendo formaciones. Por ello, la noticia les pilló tan por sorpresa. Poco después de ello, Dayana se quedó sola trabajando y cumpliendo las funciones que correspondían a cinco o seis personas, lo cual le generaba «una ansiedad enorme».
«A los clientes se les informó por redes que el dinero de los bonos se les iba a devolver reubicándolos en otros centros. Algunos tenían bonos de más de 500 euros. Y eso no se ha hecho» explica la ex empleada. Y es que el centro, en Ibiza, iba a pleno rendimiento. La agenda estaba llena, explican. Con ello, no se entiende bien el motivo del cierre atendiendo únicamente a la isla, sino más bien a un balance global.
Sin noticias
Dayana sigue sin haber tenido ninguna comunicación formal más por parte de la empresa más allá de ese correo electrónico que recibió hace casi dos meses. Incluso, revisando emails anteriores, encontró correos corporativos hablando de «los buenos tiempos» que se venían para la empresa, con nuevas maquinarias y nuevas formaciones. Una imagen de normalidad y progreso que poco dejaba entrever la proximidad del cierre.
En el momento del despido, los salarios no destacaban por ser especialmente boyantes. Su antigua encargada cobraba 1.600 euros brutos, mientras que Dayana, operadora, estaba percibiendo 1.300 euros brutos. Sin embargo, sí que había mucho trabajo. «La cartera de clientes era cercana a las seis mil personas», explican sus antiguas trabajadoras. Con todo y con esto, no fue suficiente y Centros Único cerró sus puertas, dejando en la estacada tanto a clientes con sus bonos como a empleadas como Dayana.