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Vivienda

Navidades en chabolas y caravanas en Ibiza: «Prefiero pasar frío que pagar 700 euros por una habitación de mala muerte»

Decenas de familias celebrarán la Nochevieja en los asentamientos de infraviviendas de Ibiza

María Angélica en la puerta de la caravana donde vive en Es Gorg antes de ir a trabajar. | Toni Planells

| Ibiza |

Los asentamientos de infraviviendas han sido uno de los temas más candentes en Ibiza durante estos últimos años, sobre todo durante la época estival, cuando cientos de trabajadores no encuentran otra opción habitacional que una chabola o una autocaravana.

Fuera de la temporada de verano, son muchos los trabajadores que siguen sin encontrar vivienda a un precio asequible y que se ven obligados a resistir el frío del invierno en estos asentamientos. También a celebrar allí las fiestas navideñas.

Alberto y Damián viven en el asentamiento conocido como Can Rova 2. Ambos tienen trabajo fijo como electricistas y como albañiles: «aquí somos todos currantes y, aunque desde fuera no lo parezca, nuestras casas por dentro están bien arregladas y son muy dignas», reivindican.

Respecto al hecho de pasar las fiestas navideñas en el asentamiento, ambos vecinos de Can Rova 2 coinciden en destacar el único aspecto negativo de esta circunstancia: «¡hace mucho frío!». «Por lo demás, aunque un poco precaria, tenemos casa, tenemos trabajo y, sobre todo, tenemos salud», destaca Alberto sin dejar de reivindicar que «el derecho a la vivienda está recogido en la Constitución Española, pero parece que no es un derecho importante». En este sentido, Damián recuerda el desalojo durante este pasado verano en Can Rova, «cuando no tuvieron en cuenta ni siquiera que había niños allí viviendo, cuando se supone que la integridad de la familia también es algo importante».

Más allá del frío, «yo me voy apañando con una estufa de butano», asegura Damián. En la comunidad de Can Rova han celebrado la Nochebuena de la misma manera que preparan la Nochevieja: «cenando con los vecinos, compartiendo y celebrando juntos». Ambos vecinos de Can Rova 2 aseguran que «salir en los medios no nos ayuda, tal como se vio este verano» a la hora de rechazar salir en una fotografía.

Otro de los asentamientos donde decenas de familias están celebrando estas fiestas es el del parking de Es Gorg. «No importa el lugar donde se celebren las Navidades, lo importante es la compañía», asegura con optimismo María Angélica mientras se viste con el uniforme del supermercado donde trabaja. «Todos estamos vivos, tenemos trabajo y estamos contentos», refuerza Diana en la misma caravana antes de aplaudir la afirmación de su vecina.

John y Robin también trabajan en Ibiza y viven en Es Gorg y son una muestra de la «magnífica convivencia» entre el vecindario de este asentamiento, charlando en la caravana de sus vecinas alrededor de unas cervezas. «Cada mañana, Diana viene a despertarme para tomar un café juntos», añade John para insistir en el compañerismo entre vecinos y confirmar que «celebramos tanto la Nochebuena como la Nochevieja aquí todos reunidos disfrutando de una buena cena en buena compañía hasta la una de la madrugada».

Una convivencia en un asentamiento de caravanas que, tal como asegura Robin, «es mucho mejor que tener que pagar 700 euros por una habitación y, encima, tener que someterte a las normas de la vivienda que compartes con otros desconocidos». «Te da más libertad», añade Angélica, que asegura que «en la habitación que estaba antes ya no se podía hacer cena a partir de las 20 horas; aquí soy mucho más feliz».

«Sin embargo, no todo es perfecto», reconoce Diana respecto a que «hay que ir a buscar agua continuamente a Sant Rafel» o a la inestabilidad a la que apunta Roni, «nunca sabes si se va a presentar la policía para echarnos». Otro perjuicio de vivir en estas condiciones es el mismo frío al que se referían los vecinos de Can Rova 2: «hace muchísimo frío». «Además», añade Robin, «cuando se enfrían estas caravanas, se convierten en neveras y cuesta mucho calentarlas». «Prefiero tener que aguantar esto que la humillación de tener que pagarle a una persona 700 euros por una habitación de mala muerte», sentencia Robin.

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