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«Algunos pacientes contactaban conmigo cuando sólo había dos oncólogos en Ibiza»

La investigadora Estella Matutes, que recibirá este sábado el reconocimiento de Hija Ilustre de la Ciutat d’Eivissa, habla de su trayectoria profesional y de los grandes avances científicos contra la leucemia

Estella Matutes Juan recibirá este sábado el nombramiento oficial como Hija Ilustre de la Ciutat d’Eivissa | Foto: Arguiñe Escandón

| Ibiza | |

Sentada en uno de los bancos del Paseo de Vara de Rey, Estella Matutes (Ibiza, 1950) contemplaba en silencio la hilera de tiendas y restaurantes que tenía a pocos metros de distancia. Más tarde compartiría que estaba ensimismada recordando momentos especiales de infancia y juventud en ese lugar lleno de libertad que la vio crecer, pero también la vio volar hace muchos años. Se muestra risueña y emocionada, pero también curiosa al ver todos los datos relevantes de su trayectoria profesional apuntados en una libreta negra que siempre será especial. Pide un cortado descafeinado con hielo mientras la pasión por su trabajo se vislumbra a través de sus palabras. La entrevista transcurre y el café se ha quedado aguado, pero ella continúa compartiendo con entusiasmo ese gran viaje llamado vida. Un recorrido que, tras muchos años trabajando en un Hospital de Londres, ha llevado a esta científica y hematóloga de referencia a recibir el reconocimiento de Hija Ilustre de la Ciutat d’Eivissa.

—Este sábado, día 6 de septiembre, Ibiza la nombrará oficialmente como Hija Ilustre de la Ciutat d’Eivissa. Será la primera mujer en recibir esta distinción por parte del Ayuntamiento. ¿Cómo se siente?
—Me siento muy agradecida y muy feliz. La verdad es que no esperaba un reconocimiento así y, posiblemente, no me lo merezco, pero me lo han concedido y bienvenido es. (Ríe)

—¿Por qué dice que no se merece este nombramiento después de su gran trayectoria profesional?
—Bueno, porque yo creo que tampoco soy una persona muy destacada. Soy una persona normal; igual había personas más distinguidas para recibir este reconocimiento.

—Después de su gran labor investigadora en el área de la leucemia durante tantos años, Ibiza considera que se merece mucho más. Incluso, gracias a su trabajo, se desarrolló un sistema médico utilizado internacionalmente, que permitió mejorar los diagnósticos linfáticos.
—Gracias. Es un sistema que funcionó muy bien en los años 90. Servía para distinguir los tipos de leucemias y linfomas. Fue muy importante porque el pronóstico era diferente, así como las distintas enfermedades y los tratamientos. Era una herramienta relativamente simple, que la podían aplicar muchos laboratorios.

—¿Diría que es el hito más importante de su trayectoria profesional científica y hematóloga?
—Sin duda, fue un gran avance en el campo del diagnóstico en Hematología. También hubo otros progresos a la hora de empezar tratamientos novedosos para determinados tipos de leucemias que tenían un pronóstico malo y no tenían tratamiento eficaz. En el campo de la investigación también se descubrieron alteraciones en los cromosomas que podrían estar involucrados en la progresión de las enfermedades.

—Antes de profundizar más sobre la investigación de la leucemia, si quiere podemos hacer un recorrido por su amplia carrera como especialista en Hematología. Usted dijo que dudó a la hora de estudiar Medicina.
—Sí. Me costó decidirme por la Medicina. Finalmente me decanté gracias a la Psiquiatría y después de leer las obras de Freud. Tras conocer estos libros, me interesaron todos los problemas psicológicos y psiquiátricos que tiene el ser humano. No obstante, una vez embarcada en este gran engranaje médico, me di cuenta de que otras especialidades me atraían mucho más. A veces, una ha de reconocer que el primer camino pensado, no siempre es el mejor. Y así fue como cambié de rumbo e hice Medicina Interna y, dentro de esta especialidad, Hematología.

—Usted cursó la carrera de Medicina en la Universitat de Barcelona.
—Sí, y después me quedé en el Hospital Clínic de Barcelona donde hice dos años en Medicina Interna, dos años en Hematología y después me fui a Inglaterra con una beca en el Extranjero de la Fundación Juan March. En este país empecé mi labor en el campo de la investigación. También tuve que realizar toda una serie de trámites y tuve que lograr diversos títulos de especialista en instituciones como The Royal College of Pathologists. Si querías escalar laboralmente tenías que realizar todos estos trámites para lograrlo. Significaba trabajo, pero había que hacerlo. En Londres desarrollé toda mi carrera científica y seguí con mi faceta médica y la gestión de diagnóstico. Estos tres puntales, más otro pilar que yo siempre he considera esencial, como es la docencia, son los más importantes.

—¿Qué significa para usted la docencia médica?
—La enseñanza para mí es significativa porque siempre pienso que estos futuros médicos son los que nos tratarán a nosotros; ya es por puro egoísmo. (Ríe) Mi laboratorio en Londres era muy conocido y venía mucha gente de países extranjeros, también de España. Estas personas venían para realizar estancias formativas de tres meses, seis meses o un año. Me gustaba mucho enseñarles y, además, la docencia me ayudó a conocer mucho la cultura de otros pueblos.

—¿Le costó mucho adaptarse a la cultura inglesa y al resto de nacionalidades que convivían en este entorno médico?
—Sí, algunos venían de Japón, otros de Suecia… pero siempre intentábamos organizar cenas basadas en la gastronomía de cada país. Con el tiempo, aprendes mucho de las diferentes culturas porque vas observando los diferentes comportamientos que tenía cada uno. Me costó un poco el clima gélido de Londres, incluso me compré guantes calefactores eléctricos porque llegaba al centro con los dedos congelados.

—Estuvo trabajando en el Royal Marsden Hospital de Londres durante 25 años. Supongo que se acordó mucho de Ibiza viviendo en Inglaterra.
—Sí, la he echado mucho de menos. Cuando me jubilé a los 65 años, pensé en pasar mi vida entre Barcelona e Ibiza. Sin embargo, dos meses después de jubilarme, me instalé en la Ciudad Condal y consideré que tenía que seguir trabajando, y es lo que sigo haciendo. Estoy colaborando con el Hospital Clínic de Barcelona. Es verdad que con mucha más tranquilidad, que ya me toca. (Ríe) A los dos meses de jubilarme, sentí que tenía que seguir ayudando y, por eso, me he quedado afincada en Barcelona. No obstante, siempre que puedo, vengo a Ibiza. Ten en cuenta que, aunque yo viviese en Londres, siempre estaba en contacto con mi familia y con mis amigos. Todas mis vacaciones las he pasado en la isla. La infancia y la juventud te dejan una impronta muy grande que no puedes olvidar aunque estés lejos. El alma se queda en estos lugares.

—Antes de comenzar la entrevista, estaba emocionada observando el Paseo de Vara de Rey.
—Me ha gustado mucho sentarme en el banco y recordar viejos tiempos. Yo aquí jugaba cada día con mis amigas cuando era pequeña; no existían los riesgos de ahora. Desde hace un tiempo se va con más cuidado, pero cuando yo era pequeña me movía por toda la ciudad y conocías a todo el mundo. Yo vivía muy cerca de esta zona y sigo manteniendo este pequeño rincón al que vengo cuando estoy en Ibiza. También voy mucho al pueblo de Jesús porque tengo una casita de campo pequeña y disfruto mucho en este espacio lleno de pinos. Siempre que vengo a la isla siento esa nostalgia de mi infancia y juventud.

—Ha cambiado mucho la isla desde entonces. ¿Qué piensa de su evolución en ámbitos como la sanidad, el turismo – y su saturación – o la parte social?
—Ha cambiado mucho. Algunas cosas para bien y otras cosas no tanto. Lamentablemente no puede estar todo perfecto. En relación al turismo, es verdad que tenemos una masificación turística que hemos de afrontar, pero yo siempre pienso que el problema no sólo es la masa. La problemática surge porque gran parte de esta gente no quiere a Ibiza y, por lo tanto, no respeta la isla. Estas personas no pueden ser bienvenidas. El ibicenco siempre ha sido una persona muy abierta y cercana, pero, cuando te encuentras con esta realidad, no eres tolerante. Si una persona no siente estimación por las cosas de aquí, no se verá afectada por la situación. Es un problema muy difícil de solucionar. También pienso que esta saturación no sólo depende de las instituciones, sino que es un problema de todos y, por ello, creo que deberíamos poner de nuestra parte para intentar solucionar este problema. La parte buena es la evolución de la sanidad en Ibiza.

—¿En qué situación se encontraba la sanidad pitiusa cuando se trasladó a Barcelona para cursar la carrera de Medicina?
—Cuando yo me fui a Barcelona sólo existía en Ibiza una clínica, que era la clínica Villangómez. Además, sólo teníamos tres o cuatro médicos de cabecera y en aquel entonces tampoco teníamos sanidad pública. Con los años, y tras la construcción del Hospital de Can Misses, se realizó un gran avance. En este hospital se cubren muchas facetas, aunque es verdad que algunos servicios costaron más, como, por ejemplo, poder ofrecer un tratamiento de radioterapia en Ibiza, que fue un gran avance también porque antes las personas con cáncer tenían que trasladarse a Palma para recibir, en algunas ocasiones, sesiones de hasta seis semanas.

—¿Cómo ha vivido desde la distancia el déficit de profesionales en la isla? Imagino que la falta de oncólogos en Can Misses – un servicio tan importante que usted bien conoce – le ocasionó preocupación.
—Mal. Entiendo que, debido al problema de la vivienda, los médicos no quieren venir a Ibiza porque gran parte del sueldo se tiene que destinar al alojamiento. No obstante, creo que en la isla hay un equipo médico cada vez más grande, que está haciendo una gran labor. Respecto al servicio de Oncología, la situación ha sido preocupante. Recuerdo la época en la que solamente había dos especialistas. Me acuerdo perfectamente porque a veces tenía que hablar con alguno de ellos después de que algún paciente me consultara. Realmente veía a los médicos estresados porque no podían dar más. Afortunadamente, poco a poco vamos ampliando el equipo médico, y es una gran noticia. Es cierto que en verano la situación se colapsa más debido al aumento de población. Sin duda, el gran problema es la poca inversión destinada en salud.

—Usted siempre denuncia en sus entrevistas la poca inversión en España destinada en salud, pero sobre todo en investigación científica.
—Hay recortes muy elevados en toda España.

—¿La investigación en Londres cuenta con una mayor financiación?
—Lo bueno que tiene Londres con respecto a la investigación científica es que hay muchos mecenas que, de una manera altruista, hacen donaciones para la investigación. En España el mecenazgo no es tan común como en Inglaterra. El Estado británico invertía lo que podía, pero, como decía, había entidades particulares que ayudaban.

—¿Qué tal es el sistema de salud público en Reino Unido en comparación con España?
—La sanidad pública en Reino Unido era muy buena hace 20 o 30 años porque después también se redujo la calidad debido a los recortes sanitarios y las privatizaciones. Ahora parece que el sistema de salud público está remontando en Reino Unido. Yo tuve la suerte de estar en un hospital de referencia oncológico y teníamos muchos recursos en comparación al resto de centros. Ahora existe una gran preocupación en torno a Estados Unidos por el gran recorte económico en salud e investigación. Además, allí no existe la sanidad pública, sino que todo es privado.

—Esta política de recortes repercutirá a nivel mundial.
—Sí. Por este motivo, los recortes de financiación en salud global de Estados Unidos nos preocupa mucho. Han reducido mucho los fondos destinados a las universidades más punteras de investigación y esto repercutirá mundialmente, afectando también a España.

—Los médicos de España también están preocupados por el borrador del Estatuto Marco propuesto por Sanidad. Se han manifestado en varias ocasiones para rechazar este anteproyecto. ¿Qué valoración hace? ¿Qué opina sobre la incompatibilidad entre la sanidad pública y la privada para los jefes de servicio y sección?
—Están luchando y reivindicando su gran labor. Al final, sigue existiendo el gran problema de hace años: los sanitarios se van a trabajar fuera de España. Sin ir más lejos, una enfermera en Londres gana tres veces más que en nuestro país. En relación a la incompatibilidad entre ambos sistemas, te diré que no lo entiendo. Yo trabajé en un hospital público de Londres y, como era un centro muy puntero, nos remitían muchos pacientes. Venían muchos de Arabia Saudí y también de Europa, gente con mucho dinero que podía ir a la sanidad privada. También atendí a pacientes con seguro privado y esto repercutía mucho en el hospital y los diferentes servicios. A través de la sanidad privada, se creó una fundación con el objetivo de apoyar a jóvenes estudiantes. No estoy diciendo que un centro público se dedique a la sanidad privada, pero se puede compaginar ambos sistemas.

—Antes hemos abordado la evolución de la sanidad pitiusa, pero también me gustaría tratar el desarrollo del cáncer y de cómo han aumentado los casos, aunque también se ha incrementado mucho la supervivencia.
—La verdad es que hemos avanzado muchísimo, también en cáncer hematológico, sobre todo en el diagnóstica de los linfomas. Hay más de 100 tipos de linfomas y se comportan de forma diferente. El hecho de poder analizar la sangre para identificar la leucemia o algunos linfomas, que aparecen en el torrente sanguíneo y en la médula ósea, permitía una gran investigación desde hace muchos años. En los tumores sólidos tú no podías extraer sangre porque se realizaba una cirugía. Por lo tanto, había cierta desventaja. Ahora todo ha cambiado porque se ha descubierto que hay células tumorales circulantes que puedes analizar a través de la sangre.

—Al principio de la entrevista ha destacado la presencia de alteraciones de los cromosomas.
—Encontramos alteraciones genómicas muy características con algunos genes anómalos. Estas células se multiplican y aparece el tumor. Esta investigación hizo que buscáramos tratamientos enfocados contra estos genes que están alterados. Son procedimientos mucho más específicos que, a veces, se han de combinar con la quimioterapia porque la eficacia es muy superior. También implicamos mucho al sistema inmunológico. Los linfocitos, que son células que circulan en la sangre y son parte del sistema inmunológico, son esenciales para analizar si hay alteraciones. Hay una serie de células que ayudan a combatir el cáncer. Sin embargo, hay otras que actúan como una coraza y evitan que la quimioterapia actúe. Es cuando sintetizamos sustancias para ir en contra de esta coraza. Se ha avanzado muchísimo, y todavía se puede avanzar mucho más. Recuerdo, por ejemplo, cómo hace años teníamos muy pocos fármacos de quimioterapia; solamente contábamos con siete y ahora tenemos más de 50 medicamentos.

—Actualmente, ¿hay más de 100 tipos de linfomas?
—Están las leucemias linfáticas y mieloides, y dentro de ambas hay diferentes subtipos. Hay una gran variedad de linfomas; algunos se comportan muy agresivos, y se suelen curar, pero otros son muy indolentes, que son más complicados. Las alteraciones de los cromosomas pronostican si irá bien o mal.

—La donación de médula ósea ha aumentado un 42 % en los últimos 10 años.
—Sí. Este trasplante nos ayuda mucho. Ahora también lo que hacemos es extraer los linfocitos del paciente y en el laboratorio los entrenamos para que luchen contra la leucemia. Se llama la terapia CAR-T.

—¿En qué consiste este «entrenamiento»?
—Una vez extraes los linfocitos para el cultivo, utilizas sustancias que llamamos antígenos de la leucemia o del linfoma y se vuelven tóxicos para luchar contra la enfermedad.
Después vuelves a introducir los linfocitos y en el propio cuerpo se multiplican y combaten. Es un tipo de tratamiento que se lleva haciendo muchos años en pacientes que han recaído después del trasplante. En España creo que hay sólo cuatro o cinco hospitales que hacen este tratamiento.

—Imagino que durante toda su trayectoria profesional ha conocido a pacientes que le han marcado en su vida.
—He conocido a muchos que me han marcado, incluso algunos son amigos. Ahora me viene a la cabeza la paciente Jana, que trabaja para la BBC. Es una enamorada del flamenco español. Siempre que ha de ir al Hospital de Londres me manda un correo; yo le digo que todo estará bien. La conozco desde el año 2008. Recuerdo que muchos pacientes me contaban también sus problemas personales y, con algunos, tenía relación fuera del centro. Me llamaban sólo Estella porque los ingleses no saben pronunciar el apellido Matutes; decían Matut con tono inglés. (Ríe)

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