La mañana en Vila comenzó con un aire distinto al de los días de verano. A medida que el reloj se acercaba a las nueve, las calles alrededor del CEIP Sa Graduada se llenaban de voces infantiles, mochilas y pasos apresurados. Algunos niños y niñas caminaban de la mano de sus padres, otros habían quedado con amigos para ir juntos. Las aceras parecían una pasarela de mochilas recién estrenadas y estuches todavía por estrenar. Se notaba que el verano ha terminado y que la rutina vuelve a imponer sus horarios.
En la puerta del colegio, los saludos se mezclaban con abrazos y algún bostezo disimulado. Iván, padre de un alumno de tercero, reconocía que el regreso siempre supone un esfuerzo logístico. «El primer día es un poco complicado porque yo trabajo y mi mujer también. Hoy me ha tocado traerlo, pero mañana ya se organizará para venir solo, porque vivimos enfrente», contaba mientras repasaba la mochila de su hijo. Confesaba también que al pequeño «no le hacía ninguna gracia volver. Ninguna, no voy a mentir», decía .
Muy cerca estaba Viviana, madre de Mia y Pedro, que entran en tercero y segundo de primaria. En su caso, los niños lo llevaban con más ilusión. «Ellos ya tenían ganas de encontrarse con sus compañeros. Hoy mismo, nada más verse, se abrazaban», explicaba.
Otra de las madres, partidaria de la rutina, lo resumía: «No es solo que nosotros los padres podamos organizarnos mejor, es que ellos también lo necesitan. El verano es un paréntesis, pero al final los niños requieren ese equilibrio de horarios, tareas y amigos».
Los preparativos para la vuelta han sido también tema de conversación. «Mi hija es muy responsable y venía preocupada por si olvidaba algo», explicaba otra madre. «Le he dicho que esté tranquila, que al principio solo tiene que traer lo básico: el estuche, los lápices, el almuerzo. Ya nos darán la lista». En su caso, calculaba que cada curso implicaba unos 35 euros en material más la aportación para los libros, aunque agradecía las ayudas municipales: «Este año nos salió bastante bien, unos 25 euros por niño».
Vicente, abuelo de otro alumno, acompañaba orgulloso a su nieto: «Él tenía muchas ganas de ver a sus compañeros. Yo, la verdad, no tantas de que terminara el verano. Hemos pasado las vacaciones en la playa y disfrutando juntos, pero es verdad que ellos lo necesitan». Mientras lo decía, miraba cómo el pequeño saludaba a su grupo de amigos a la entrada del colegio. «Los nietos son el último tren de la vida», añadía con una sonrisa.
No todas las familias viven la vuelta igual. Una madre explicaba que en su casa habían decidido que fuese ella quien se quedara al cuidado de los hijos, porque «la conciliación es imposible».
Entre los corrillos de padres también se hablaba del periodo de adaptación. En Sa Graduada no existe este periodo, algo que varios progenitores agradecían. «En otros colegios te hacen ir de 10 a 12 un día, luego de 9 a 12 otro… Es un lío, sobre todo si trabajas», comentaba un padre. Otros apuntaban al revuelo inevitable del estreno de curso, con aulas nuevas, profesores distintos, nervios en los pasillos. «Hoy había más padres de lo habitual. A partir de mañana, muchos ya saben venir solos y va todo más rodado», explicaba una madre.