El muelle de sa Punta, en la bahía de Talamanca, se ha consolidado este verano como punto de apoyo para numerosas embarcaciones auxiliares que trasladan pasajeros y enseres desde barcos fondeados en la zona. Periódico de Ibiza y Formentera pudo comprobar esta pasada semana cómo el lugar funcionaba de facto como base de operaciones para estos dinguis, con un tráfico constante durante toda la mañana.
Vecinos y comerciantes de la zona han expresado su malestar ante la situación. Señalan que los tripulantes y usuarios de estas embarcaciones hacen un uso inadecuado de los contenedores de basura instalados en las inmediaciones, «llenándolos de bolsas a cualquier hora del día, normalmente por las mañanas». También critican la ocupación de plazas de aparcamiento por parte de usuarios de chárteres, llegando incluso a estacionar en espacios privados.
Tráfico constante
Durante la mañana observada, la actividad fue incesante. Los dinguis llegaban de manera continua al muelle, en paralelo a la llegada de grupos de turistas. Algunos de ellos desembarcaban de furgonetas cargados con maletas y bolsas llenas de comida, una escena que refuerza la percepción de que el punto se ha convertido en puerto improvisado para el avituallamiento y traslado de pasajeros de las embarcaciones fondeadas en la bahía.
El flujo era tal que, en determinados momentos, varios auxiliares coincidían en el muelle, maniobrando con rapidez para recoger viajeros y distribuirlos entre las embarcaciones fondeadas. Esta dinámica se repite en una zona que carece de infraestructura portuaria destinada a la actividad comercial de chárteres, lo que provoca tensiones con los usuarios de este muelle.
La reacción de algunos de los responsables de los dinguis, cesando su actividad en cuanto advirtieron las cámaras, delata la presunta legalidad de algunas de las operaciones que se desarrollan en el muelle de sa Punta. Las imágenes de grupos embarcando con maletas, provisiones y equipaje no hacen sino acentuar la controversia.
Problema recurrente
El uso intensivo de infraestructuras no habilitadas para la actividad náutica, como ocurre en sa Punta, se suma a los conflictos que cada verano genera la presión del chárter, muchas veces de empresas de fuera de la isla, en diferentes puntos de la costa de Ibiza. La falta de control efectivo sobre el desembarco de pasajeros y suministros desde barcos fondeados plantea un escenario de difícil convivencia con los residentes de zonas turísticas y con el propio entorno urbano.
En sa Punta, la actividad observada in situ por este rotativo muestra con claridad cómo un muelle concebido para un uso limitado acaba convertido en base de operaciones para un flujo continuo de dinguis, con las consiguientes molestias para los vecinos y usuarios de esa rampa de varada.
Hay tres tipos de embarcaciones que utilizan lugares como este: yates privados que recogen a propietarios, familiares o amigos; yates de alquiler oficiales que cargan a la tripulación e invitados; y, por último, barcos de alquiler ilegales que cargan a rachas. Desafortunadamente, este último grupo, en los últimos años, es el más numeroso. Los dos primeros están dispuestos a registrarse y pagar una cantidad razonable por el servicio, junto con el servicio de recogida de basura. A medida que los yates se hacen más grandes y autónomos, los puertos deben asumir la responsabilidad de reconocer y prestar servicio a las embarcaciones auxiliares fondeadas junto a sus amarres permanentes.