El temporal que azotó Ibiza el pasado martes 30 de septiembre dejó una de sus huellas más dramáticas en el barrio de es Pratet, en Vila. Allí, un nutrido grupo de personas vive en antiguos talleres y almacenes reconvertidos en infraviviendas que se vieron completamente anegadas por la tromba de agua.
Las precipitaciones, que llegaron a acumular más de 300 litros por metro cuadrado en la isla en apenas unas horas, desbordaron calles, garajes y bajos. En es Pratet, las antiguas construcciones no pudieron resguardar a sus habitantes de los efectos de la tormenta. «El agua comenzó a entrar en las viviendas y tuvimos que salir corriendo», relató Vanessa Riberos, vecina de la zona, a Periódico de Ibiza y Formentera. «Cogimos lo que pudimos antes de salir, pero lo hemos perdido prácticamente todo: ropa, mantas, muebles…».
Riberos asegura que en ese enclave viven alrededor de 120 familias, entre las que se cuentan más de 20 menores. «Prácticamente todos estamos en el mismo caso», lamentó. La falta de condiciones mínimas de habitabilidad convierte a este espacio en un punto especialmente vulnerable cada vez que la meteorología extrema golpea la isla.
El testimonio de Carmen, otra de las afectadas, refleja el desamparo de muchas familias. «Mi marido y yo salimos en cuanto empezó a entrar el agua de manera salvaje, con mi hijo de cuatro años y con el mayor, de 18», explicó, mientras sostiene dos bolsas de supermercado con algunas de las pertenencias rescatadas del barro. «Nos hemos quedado con lo puesto, prácticamente todo se ha echado a perder».
Las imágenes que describe son elocuentes: «Cuando salimos, el ordenador de mi hijo estaba flotando junto al colchón y a la ropa del bebé». A la pérdida de enseres domésticos se suma, en su caso, el destrozo del vehículo familiar. «Las inundaciones también me han arruinado el coche», asegura.
La situación habitacional se tornó aún más crítica tras el irremediable desalojo forzado por la inundación. «Esta noche nos ha acogido un pariente, pero no podemos quedarnos mucho tiempo y vamos a buscar algún tipo de refugio en el albergue o donde se pueda», explica Riberos. La alternativa del Recinto Ferial tampoco resultó viable: «Pedimos alojamiento allí, pero nos dijeron que ya estaba lleno y que solo era posible durante dos noches».
Los vecinos reclaman soluciones inmediatas: «Esperemos que traigan pronto una bomba y se pueda sacar todo el agua», invocan, conscientes de que cada minuto que pasa aumenta el deterioro de lo poco que queda en pie.
El episodio ha vuelto a poner de relieve la vulnerabilidad de quienes se ven obligados a vivir en condiciones precarias en una isla marcada por la falta de vivienda a precio asequibles. La falta de vivienda asequible empuja a decenas de familias a ocupar espacios sin garantías mínimas de seguridad, lo que convierte fenómenos meteorológicos como el del pasado martes en auténticas catástrofes personales.
En es Pratet, las familias afectadas intentan recomponerse mientras esperan una respuesta institucional. Entre colchones empapados, muebles inservibles y recuerdos perdidos bajo el barro, una frase se repite con crudeza: «Lo hemos perdido todo».
piccolaEl tema de esta gente, es que tenían su piso alquilado y un almacén para sus chapuzas. Terminaron dejando el piso y adaptaron el almacén, para ahorrarse un alquiler. Francamente, entiendo la situación de algún divorciado. Pero llevarse a un sitio no apto para vivir, a la mujer y a los críos. Sin comentarios.