El pasado 24 de septiembre falleció en Pattaya, Tailandia, a los 54 años, Jordi Fernández Riera. Una neumonía, tras arrastrar las secuelas de un agresivo covid, puso fin a su vida demasiado pronto, lejos de su isla natal.
Pese a haber vivido más de dos décadas en Tailandia, Jordi dejó una huella profunda en Ibiza, especialmente en quienes compartieron con él su amistad, su carácter abierto y su entusiasmo contagioso. ‘Jordi RR’ era de esas personas que se recuerdan siempre con una sonrisa, porque su vitalidad y cercanía lo convertían en alguien difícil de olvidar.
En los años 90 se convirtió en una figura muy popular en la isla, sobre todo en el mundo del motor y, cómo no, también de la noche. Su legendaria pericia a los mandos de sus míticas RD-350 o CBR-900 aún se recuerda con admiración: no solo por su destreza, sino también porque transmitía una pasión genuina por la velocidad, la adrenalina y la libertad. Aquellos que rodaron junto a él o compartieron madrugadas en la Ibiza más vibrante saben bien que Jordi RR fue parte de una época que dejó huella.
A comienzos de los 2000 decidió dar un giro radical a su vida y trasladarse a Pattaya, Tailandia, donde encontró un lugar en el que echar raíces. Allí se compró una casa, formó una familia y celebró el nacimiento de su hija Alex. Se integró en la vida local como un vecino más, pero sin perder nunca la esencia de aquel joven ibicenco que muchos seguían recordando desde la distancia.
En Tailandia vivió con la misma actitud abierta y hospitalaria que lo caracterizó siempre. Quienes lo conocieron en esta nueva etapa pueden dar fe de la cercanía con la que se relacionaba y la facilidad con la que tendía la mano a los demás. Su vida fue distinta a la que había llevado en Ibiza, viajaba mucho, estaba totalmente enamorado y enloqueciendo con el lugar y ya no pensaba en tomar curvas y rozar el asfalto con la rodilla.
Hoy, familiares y amigos lo recuerdan con cariño y con la certeza de que Jordi «RR» fue alguien que vivió a su manera, con pasión, sin miedo a los cambios y dejando siempre una estela de afecto allí por donde pasó. Su memoria permanecerá en su hija, en su familia y en todas las personas que tuvieron la suerte de cruzarse en su camino.
Siempre lo recordaba con su preciosa sonrisa y su dulzura.