El polígono Eurocentro fue uno de los puntos más castigados por las inéditas lluvias torrenciales del pasado martes, cuando en Ibiza llegaron a acumularse más de 230 litros por metro cuadrado en pocas horas. A las precipitaciones se sumó el desbordamiento del torrente de sa Llavanera, que anegó decenas de naves y dejó cuantiosas pérdidas en negocios de todo tipo.
Muro insuficiente
Los empresarios apuntan a un problema estructural en el torrente como una de las causas que explican la magnitud de la riada. «El desbordamiento viene favorecido por el derribo de una parte del muro de contención del torrente, que se arregló con un pequeño bordillo incapaz de contener el volumen de agua», denuncia Santi Martínez, desde Exclusivas San Rafael, pocas horas después de reabrir sus puertas.
Foto: Toni P.
Una preocupación que ya se había puesto sobre la mesa meses atrás. «Este fue uno de los puntos que tocamos en la reunión que tuvimos con el Ayuntamiento la pasada primavera, pero no se ha hecho absolutamente nada desde entonces», lamenta Marina Bonet desde la imprenta Can Imprés, una de las naves más afectadas.
Daños
Cuarenta y ocho horas después del diluvio, muchos empresarios continuaban limpiando y secando sus instalaciones al tiempo que trataban de hacer un balance económico de los daños. «De 100.000 euros no creo que baje», calcula Vicent Prats, propietario de Savepa, que consiguió restablecer el servicio a su clientela este mismo jueves. «Fue una auténtica salvajada, nos entraba agua por todos los lados y en poco rato ya estaba flotando todo el material y todos los muebles», recuerda el empresario, que dedicó toda la jornada del miércoles a tareas de limpieza y acondicionamiento.
‘Atlantis’
A pocos metros, en el taller Firestone, Luis, Dani y Xavi continuaban con fregonas y cubos en mano, terminando las labores de limpieza tras la inundación mientras evocaban lo vivido el martes. «De un momento a otro, empezó a entrar el agua por una puerta para salir por la otra hasta que el taller se convirtió en Atlantis», comentan con humor Dani y Xavi. A su lado, Luis reconocía que «es demasiado pronto para valorar los daños, todavía no hemos podido terminar de achicar todo el agua de los fosos».
En el taller de Vicent Guasch la situación es parecida. «Todavía falta valorar todo lo del almacén», explicaba José Luis Ribas, que aun así se considera afortunado: «Dentro de lo malo, viendo a nuestros vecinos, hemos sido unos de los más afortunados».
Impacto desigual
La magnitud de las pérdidas varía según el tipo de negocio y la disposición de las instalaciones. Martínez, de Exclusivas San Rafael, también reconoce cierta fortuna relativa: «El agua nos llegaba por encima de los tobillos y ha estropeado algunos tramos de suelo, pero tenemos todo nuestro material en estanterías a cierta altura y eso nos ha ayudado a minimizar los daños».
Muy distinta es la situación de la imprenta Can Imprés, donde el agua arrasó con la práctica totalidad de la maquinaria. «Se nos han estropeado todos los motores y todas las máquinas», explica Bonet, señalando las marcas de agua que aún se ven en las paredes. «Todavía no sabemos si las máquinas tendrán arreglo y, en todo caso, primero tendrían que venir los técnicos para evaluar las averías. Después hay que pedir los recambios, esperar a que lleguen y, después, repararlas».
Con un optimismo a contracorriente, Bonet bromea: «Cada máquina que se arregle, haremos una fiesta», poco después de lograr arrancar la guillotinadora. No obstante, el panorama sigue siendo desolador: «Por el momento no podremos responder a los encargos que teníamos». El almacén de papel y la impresora digital, situados en una planta superior, se salvaron, lo que representa un respiro para el negocio. «Hemos estado dos días sacando agua y barro. Este es el primer día que podemos ponernos a evaluar y todavía no tenemos ni idea de la magnitud de las pérdidas», reconoce.
Apoyo entre vecinos
Más allá de los daños materiales, los empresarios coinciden en señalar la falta de ayuda externa. «Aunque entendemos que hay cosas más urgentes, todavía no hemos visto a nadie que viniera a ayudarnos», lamenta Bonet. «Nos hemos tenido que apañar entre todos los vecinos, ayudándonos unos a otros».
Ese espíritu de cooperación entre los afectados ha sido pieza clave para avanzar en la limpieza del lugar y minimizar daños mayores. Sin embargo, los comerciantes insisten en que será necesario un apoyo institucional decidido para que el polígono pueda recuperar la normalidad.
Polígonos industriales en zonas en torrentes y zonas inundables. Poco nos pasa.