Llega noviembre y los residentes de Ibiza se lanzan en tropel a coger setas. Bien temprano en la mañana, grupos de recolectores peinan los pinares en búsqueda del ansiado hongo. Pebrassos, fredolics, llenegues, gírgoles de canya-ferla, gírgoles de garrover, llengües de bou… cada uno tiene un uso y un modo de prepararlo. Basta con reconocer cuáles son las setas que se pueden comer. Para ello, los expertos recomiendan ir en compañía de un micólogo.
Pero esta tradición tan arraigada en Ibiza y Formentera podría estar en peligro. Jaume Espinosa, micólogo de profesión, analiza las causas del descenso del número de ejemplares que brotan de los profundos bosques de pinares. Si pensamos en el futuro de las setas en Ibiza y Formentera, según Espinosa, «no podemos ser optimistas».
La historia del declive de las poblaciones de setas en los campos pitiusos comienza durante el otoño de 2023, el tercer otoño más seco de Baleares desde que existen registros, solo por detrás del año 1983 y del año 1981. Ese año, hasta cuatro olas de calor azotaron las islas: la anomalía por encima de la temperatura media alcanzó los +0,9 grados celsius.
Este resumen, publicado por la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), explica la primera de las causas del declive del número de setas en los bosques pitiusos: el cambio climático. Las temperaturas extremas y los episodios prolongados de sequía ponen en riesgo las poblaciones de setas, que necesitan de humedad y de pinares para sobrevivir. «El otoño-invierno de 2023-2024 fue tan desolador por la ausencia de lluvias que muchos pinos murieron y, desde aquel año, no he vuelto a ver la riqueza micológica de años anteriores», apunta Espinosa. «Todavía queda, pero menos. Tampoco se puede perder la esperanza de que se recupere en un futuro, pero me temo que, si así ocurre, tardará años. Según lo que he visto y lo que he consultado con ‘seteros’ expertos la opinión generalizada es que hay menos setas para lo que ha llovido este año», añade este micólogo experto.
Otro de los factores que amenazan las poblaciones de hongos en las islas es, precisamente, la presencia de seres humanos que las recolectan. «Si atendemos al abandono del campo y a la creciente expansión de los bosques de pinar deberíamos creer que también habría un crecimiento de las poblaciones de hongos y su consiguiente fructificación en setas», comienza Espinosa, para luego clarificar: «Ahora bien, la creciente demanda por parte de nuevos recolectores como es la población forastera que se ha instalado en nuestras islas de nacionalidad española, italiana, francesa, alemana, holandesa, británica, polaca, checa, báltica y otras de tradición micófaga ha disparado el número de personas que se lanzan al bosque a buscar setas». Esta presión humana reduce considerablemente el número de ejemplares: acudes a un bosque que debería estar plagado de setas y lo único que hallas son las huellas de otro humano.
Por último, existe otro aspecto «poco halagüeño para los recolectores, y tal vez bueno para las setas», según Espinosa. Se trata de la titularidad privada de las tierras, que en Ibiza alcanza el 99 % del territorio, y en Formentera el 90 %. Tradicionalmente, las tierras de la payesía no estaban valladas y la circulación en los bosques hallaba límites físicos impuestos por el hombre. Hoy en día esta tendencia está cambiando y cada vez más y más terrenos están siendo vallados. «Esta medida que de alguna manera está acabando con la costumbre antigua en que la payesía dejaba paso libre a los vecinos, cada día es más difícil de ver». Espinosa apunta a que los vallados impiden el paso de las personas, lo que podría ser beneficioso para el conjunto micológico de las Pitiusas, cada vez más amenazados por las prolongadas sequías, las elevadas temperaturas y el apetito humano.
Juajuajuajuajua...que son nutrientes ?