Como un día cualquiera, Miquel Àngel Valls, de 20 años, salió el 5 de enero de 1998 a dar una vuelta por Palma. Dos personas, una vecina y un familiar, lo vieron regresar hacia su casa en la casa Pons i Gallarda; sin embargo nunca llegó a su casa. A partir de ese momento comenzó un auténtico calvario para sus padres que lo definían como un chico introvertido, pero que no tenía problemas con nadie.
Su familia reconstruyó esa tarde con exactitud. El joven, que estudiaba hostelería y realizada la prestación social sustitutoria en Son Tugores, salió de su casa a las 16.30 horas. En la plaça de España, coincidió con una amiga que le preguntó si le acompañaba a la Cabalgata de Reyes y él le dijo que no porque tenía dolor de cabeza y que quería irse a casa. Posteriormente, fue visto acompañado de dos jóvenes que no era amigos suyos habituales. No fue hasta las 19.00 horas cuando tomó el camino de vuelta a casa, ya que una vecina y unos primos se cruzaron con él. Pero nunca llegó a entrar. De las indagaciones que hicieron su familia se extrajó que días antes acudió a un bar del plaza del Tubo con dos desconocidos, que podrían ser los mismos con los que paseó la víspera de Reyes. Otro dato alarmante aportado por la familia hizo referencia a un individuo que conocía a Miquel Àngel por un negocio que tuvo cerca de la casa de Pons i Gallarza. Ese hombre esperó un domingo a que el joven acudiera a misa en la Encarnación y cuando le abordó fue para ofrecerle un turbio asunto relacionado con la homosexualidad. Cuando el sujeto se marchó, un primo de Miquel Àngel le preguntó de qué habían estado hablando y el desaparecido le explicó la breve conversación. La policía investigó esta línea, pero el sospechoso negó aquella charla y la hipótesis se agotó.
Andreu Valls, padre de Miquel Àngel, opinó que su hijo tenía un carácter introvertido y su personalidad influenciable, por lo que pudo haber sido captado por una secta. A principios de este año se mostraba optimista y declaraba "creo que mi hijo sigue vivo".