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La punta del iceberg

Los restos humanos hallados el jueves en Formentera han levantado numerosas hipótesis sobre su origen

El esqueleto humano fue hallado en la zona de ses Platgetes d'en Serra. Foto: G. ROMANÍ.

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La aparición el pasado jueves de un esqueleto en una playa de Formentera, aparte del misterio que supone el hallazgo de los restos de alguien desconocido, no es un hecho inusual, dadas las peculiaridades geográficas e históricas de la isla. Así, fuentes de la Policía Judicial expresaban el pasado jueves el convencimiento de que «tanto en s'Espalmador como en Formentera debe haber gran cantidad de enterramientos no localizados».

Hace pocos años se conoció el caso de tres esqueletos aparecidos en el islote mencionado que causaron una cierta conmoción. Posteriormente se pudo comprobar que los restos databan aproximadamente del siglo XVII, una época dura para las Pitiüses en la que aún abundaba la piratería y en la que s'Espalmador era refugio de piratas, que se guarecían en él para reparar sus naves y abastecerse de agua y madera.

Pero no hay que olvidar, tal y como cuentan los más antiguos de la isla gracias a la tradición oral pasada de padres a hijos, que tiempo atrás era práctica habitual enterrar los cadáveres que aparecían en las playas en el más absoluto silencio y hermetismo. Quien encontraba el cuerpo, ayudado por familiares y amigos, lo sepultaba en la playa, en las inmediaciones del lugar al que el mar lo había arrastrado. De este modo lo explicaba a Ultima Hora Ibiza y Formentera una pareja de formenterenses: «La gente actuaba de este modo porque era lo más sencillo en una isla sin medios de comunicación y prácticamente sin autoridades. Era mucho más fácil dar sepultura a los cadáveres sin notificarlo que cualquier otra cosa».

La aparición del esqueleto el pasado jueves estuvo favorecida porque en el lugar del hallazgo varó una ballena muerta hace unos cinco años. Para sacarla del mar y enterrarla fue preciso que una pala excavadora trazara un camino hasta la orilla del mar. Dicha senda fue erosionándose y desgastándose con las lluvias que cada año caen sobre Formentera hasta que, en este otoño especialmente lluvioso, las fuerza del agua han hecho aflorar los restos.

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