Monserrat A.M., supuesta experta en técnicas de homeopatía y naturopatía, compareció ayer ante un tribunal de Eivissa después de que hace tres años fuera declarada en rebeldía al no presentarse en el juicio que se señaló en una causa por un presunto delito de intrusismo médico y en el que también figuraba como imputado su compañero de gabinete. El juicio de esta mujer no se pudo dejar visto para sentencia al no poder recabarse en la vista el testimonio como perito del que fuera hasta hace poco gerente del Insalud en Can Misses, Carmelo Sansano.
La acusada puede ser condenada a una pena de quince meses de prisión si se demuestra el delito de intrusismo por el que se le ha procesado, cargo del que salió absuelto Antonio D.M., el hombre que en 1996 atendía en la consulta de ambos de la calle Josep Maria Quadrado de Eivissa a los pacientes con tratamientos de medicina natural que supuestamente se compaginaban con masajes y lectura de cartas astrales.
Ambos publicitaron sus actividades en un periódico local y llegaron a colocar una placa en el portón del inmueble donde atendían a sus clientes. Montserrat A.M., en concreto, se presentaba como profesora naturópata, homeópata especializada en oligoterapia, tratamientos para la salud, obesidad y trastornos de la alimentación. Todo concluyó después de que una mujer, harta de que su familia se gastara importantes cantidades de dinero en tratamientos de los que no se veían mejorías, se decidiera a denunciar las actividades de ambos ante el Colegio de Médicos de Balears, institución que finalmente emprendió acciones legales contra ambas personas al igual que realizó la Fiscalía de Eivissa en este mismo proceso una vez que el juzgado instructor le dio parte de las diligencias que se estaban llevando a cabo por este caso.
Antonio D.M., quien al parecer decía que podía detectar las enfermedades observando los ojos de los pacientes, técnica que se conoce como iriología y que consiste en poder apreciar patologías mientras el examen del iris, quedó eximido de todas responsabilidad al probarse en su juicio que estuviera llevando a cabo prácticas médicas que exigieran una titulación oportuna a tal efecto. Éste, en su juicio, se defendió diciendo que se limitaba a aconsejar a sus clientes después de que en la observación hubiera percibido posibles anomalías. Según el Colegio de Médicos, los diagnósticos y los tratamientos que se «recetaban» sin la titulación adecuada eran aún más evidentes en el caso de su compañera de gabinete.